miércoles, 9 de diciembre de 2009

ELECCIÓN EN
LOS ANGELES
¿Pecado?
¿Atrevimiento?
La elección de la Revda. Mary Glasspool como Obispa Sufragánea en la Diócesis anglicana de Los Angeles.
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+




Referencia oficial de la Diócesis de Los Angeles: http://episcopalnews.ladiocese.org/dfc/newsdetail_2/109




Mary Glasspool (55, hasta ahora residente en la Diócesis de Maryland) -una sacerdote abiertamente homosexual (lésbica)-, ha sido elegida como Obispa Sufragánea, en Los Angeles, cargo en el que sucede a Charles Talton, quien, con Sergio Carranza (Obispo Auxiliar para Ministerio Hispano), se jubilará en breve. No es la Iglesia Episcopal (como provincia) como algunos entienden, el cuerpo que ha elegido a la Revda. Glasspool, sino la Diócesis de los Angeles, ya que no se trata de la elección de un(a) Primado(a) , sino de una elección local.
Algunos laicos inquietos por esta noticia, preguntan y quieren saber más. Voy a intentar responder como pastor y maestro en la fe (misión de cualquier sacerdote), tratando de ser fiel a mi opinión, pero también a la forma en que ha ido perfilando su magisterio nuestra Iglesia, y a la manera en que el pueblo de Dios ha ido caminando. No necesito recordar -pero lo hago-, que lo que yo enseño aquí no es voz oficial de la Iglesia Anglicana de México, pero tampoco ambas cosas están opuestas, ni nuestra Iglesia funciona a base de censuras ni persecuciones (que quizá haya en otras).
Un poco de antecedentes de la Sagrada Escritura
La homosexualidad se ha visto como un pecado a lo largo de muchos siglos, pero esto se debe principalmente a dos razones: 1. Muchas costumbres y principios éticos o morales, e incluso tabúes sobre sexualidad originados en la cultura (en otras palabras, en la economía y las relaciones sociales de distribución del trabajo), se quisieran justificar después con la Biblia (o con otros libros sagrados). 2. No se aplica un discernimiento justo sobre los textos bíblicos que hablan de ella.
Hay mucha literatura científica -por una parte-, y cristiana -por otra-, que muestra una perspectiva más serena sobre este asunto. Por el lado anglicano, tenemos libros del Obispo John Spong (estadounidense), por la parte católica romana están el Padre Marciano Vidal (español) y Marc Oraison (francés).
Habría que recordar que la homosexualidad no sólo implica el acto genital de las relaciones íntimas sexuales, sino también el compromiso humano, la compañía, el estar juntos "en las buenas y en las malas"; y para nada hay que mezclar nada de eso con ninguna forma de abuso o acoso sexual, nada tiene qué ver lo uno con lo otro, y una persona abusiva o predadora puede ser -lo mismo- homosexual que heterosexual, así como personas decentes las hay de una orientación como de otra.
Los textos del Antiguo Testamento sobre la homosexualidad, no pueden "beberse" así nomás, "a lo fundamentalista", hay que desentrañar la Palabra de Dios contenida en ellos, en un entramado de palabras humanas, cultura y folklor humanos arraigados en la historia del momento. Nadie apedrearíamos hoy a una persona pillada en adulterio; nadie --en su sano juicio--, justificaría hoy la esclavitud: ¡las Iglesias si que lo han hecho a lo largo de siglos, y han pecado grave, gavísimamente de ello, y poco se le ha reprochado la vida y la sangre, la horrenda desesperación y lágrimas de tantas personas vilmente cazadas, compradas, vendidas, abusadas y maltratadas con su bendición o con su cómplice silencio! Uf..., pero el tema homosexual --que hoy en día es asunto más de vida personal que de otra cosa... cómo les duele. Nadie -además-, repudiaría hoy a su mujer judicialmente escupiéndola en la cara... Bueno, pues todo eso está en la Biblia, y galanamente lo hemos DISCERNIDO, colado y echado a un lado, como cosas de la época --¿cómo?, ¡pues usando sentido común!... conque, ¿por qué no aplicar razonamientos análogos con la homosexualidad?
Algunas epístolas, antes presuntamente de San Pablo (Efesios, Hebreos...) han sido exitosamente catalogadas como pseudo-paulinas, o no-paulinas, y han quedado claras varias interpolaciones (como la que, en I Cor. habla contra las mujeres). Pero aún comprobando la autenticidad paulina, hay que tener en cuenta dos cosas:
1. San Pablo no sienta precedente por encima del Evangelio; tan sólo hay que ver que la Iglesia siempre nos hace escuchar el Evangelio de pie, a diferencia del resto de la Escritura, lo cual evidencia la mayor jerarquía de éste por sobre Pablo. Pablo comenta a Cristo, y no Cristo a Pablo.
2. En todo caso, las costumbres que Pablo condena habría que situarlas en el contexto del abuso de los amos contra sus esclavos, y del desenfreno sexual que se deslinda del compromiso humano. Pablo no critica a una pareja de personas homosexuales que --independientemente de sus prácticas íntimas, vivan en fidelidad, caridad y se apoyen y protejan mutuamente en la salud como en la enfermedad, en la riqueza como en la pobreza.


Nuestro Señor Jesucristo no nos dejó doctrina ni enseñanza alguna específica sobre la homosexualidad; su enseñanza suprema sobre el amor, la fe y la buena voluntad, trascienden completamente los detalles casuísticos. ¿Qué diría Jesús de dos hombres o dos mujeres homosexuales que permanecieran juntos cuidándose uno a otro en un cáncer de pulmón, fortaleciéndose en la muerte de la madre o el padre del otro?; habiendo caridad y buena fe, ¿qué más da la privacía de las relaciones sexuales? El punto allí es la caridad, el amor oblativo, que se conecta con la actitud de Nuestro Señor en su santísima vida y en su bendita muerte por nosotros.
Algunos biblistas (pocos, ciertamente), han presentado indicios (quizá no del todo suficientes, también es cierto) -basados en la crítica literaria y la filología-, de que el pasaje lucano de la curación del siervo del centurión, bien pudiera ser un caso en el que el militar romano hubiera adoptado como pareja a un miembro de su servidumbre. Esto explicaría entre otros motivos, la profunda humildad del soldado al sentirse indigno de hacer pasar al Señor a su casa, por no hacerle blanco de críticas, tanto por entrar en una casa pagana, como por sanar a su pareja (si aceptáramos eso último como cierto). En todo caso, Nuestro Señor alaba la fe de este hombre y le bendice con su milagro de sanidad.
Y la actitud de Jesús con las mujeres, los niños, los extranjeros-paganos, y otras personas consideradas "impuras", que pueden ser equiparables a la homosexualidad, muestran que --en Jesús--, la Gracia quiebra y rompe con la Ley, pues él la ha cumplido toda en la Cruz. Nuestro Señor Jesucristo no echa fuera a nadie, no rechazó a nadie, a todos acogió, bendijo y amó. Sus palabras referidas a la "mujer de mala vida" que perfumara sus divinos pies con carísima esencia de nardos, aplican para mil casos: "Sus muchos pecados le son perdonados por cuanto ha amado mucho..." De aquí que --ante la certeza de nuestros múltiples pecados--, más pese ante el Divino Juez el que ciertamente hayamos amado decisivamente, comprometidamente... ¡pero amado de verdad!, no mero romance... sino amor responsable y oblativo.
El mismo Señor resumió la Ley en amar a Dios y al prójimo, y nos dejó un solo mandamiento inescapable y de todo punto obligatorio: "Amaos los unos a los otros, como YO os he amado..." Y contra caridad no hay precepto.
Lo que sí queda muy constatado y cierto, es que ciertamente sí condenó Jesús la venalidad, la falsa piedad, la hipocresía, y la soberbia (como la del fariseo de San Lucas 18), y a buen seguro que esas duras y enérgicas condenas suyas le merecieron el odio, la envidia y el rencor de "piadosos" y clericales falsos pastores pseudo-defensores de la Ley. Eso, ¡eso!, eventualmente le condujo a su Pasión y Muerte. Por eso San Juan --en el prólogo de su Evangelio dice: "...la Ley nos fue dada por medio de Moisés, mas la Gracia y la Verdad, es por Jesucristo que nos han venido."
Tanto Jesús como Pablo, repiten que cualesquiera relaciones humanas de este mundo (amos-esclavos, judíos-griegos, hombres-mujeres, una mujer que enviuda de sucesivos maridos, etc.), se ven supeditadas al amor sin barreras que es condición fundamental de la nueva edad y el nuevo mundo del Reino de Dios que Jesús ha venido a proclamar, y anunciar hasta el testimonio mismo de su sangre que sella ese Nuevo Pacto, y de su resurrección que le exalta, y el Don del Espíritu Santo que le sella y confirma. Luego de esto, no me resta mucho por decir, en verdad...


Antecedentes pastorales de la
Iglesia ante la homosexualidad
La Iglesia ha tenido siempre un clero homosexual -se quiera o no reconocer: buenos y malos, piadosos e hipócritas; el día que estos vayan a juicio, dudo que Dios les pregunte por su orientación... el juicio versará sobre su sinceridad, veracidad, buena fe, caridad, piedad, misericordia. Negarse el propio reconocimiento de la condición sexual o v
erse perseguido por ella, da lugar a cosas peores: hipocresía, traumas psicológicos, ocultamientos, extorsiones, tráfico de influencias, venganzas, luchas de poder y demás porquerías.
En muchos países, la sociedad ha reconocido que la homosexualidad es un elemento de la vida de las personas que no interfiere -por sí solo- en la integridad ética, ni en la eficacia laboral, ni en la idoneidad de las personas para vivir una vida religiosa a plenitud (incluido el ministerio ordenado), como no lo hacen la raza, la etnia, el coeficiente intelectual, ni otras
condiciones inherentes a las personas. Los estudios, la oportunidad de formarse una idea más plural y amplia del mundo, permiten --en los mejores casos-- que una sociedad se libere --no digo yo de Dios, ni de una fe---, pero sí del control de un grupo cerrado de clérigos.
En algunas (quizá muchas) diócesis y parroquias de algunos países, se ha intentado, al menos permitir que las personas del mismo sexo que viven juntas (independientemente de preguntarles si son sexualmente activas entre sí), reciban la bendición de Dios para sus vidas. Que eso sea un matrimonio o no, o que sea equiparable a un matrimonio, en principio parece obvio que no; la clase de bendición que haya (o no) que brindar a estas parejas, así como la adopción de hijos por parejas homosexuales, son temas que --a fe mía--, no debieran sólo afirmarse ni sólo negarse a rajatabla en la Iglesia, sino dialogarse y estudiarse.
Es claro que cada persona tenemos ideas diferentes al respecto, pero decidir estas cosas en la Iglesia, depende de un PROCESO en el que TODOS tenemos que aprender a ESCUCHARNOS, y a brindar nuestro testimonio personal, evitando mezclarlo con las condenas y antipatías que los unos podemos tener en contra de los otros: de otro modo, nadie --ni conservadores ni liberales-- llegamos a ningún lado, y en todos los casos, la que pierde es la Comunidad Cristiana.


La abigarrada mitología sobre las parejas homosexuales, las identifica sólo como "amoríos irresponsables" o "besos y romances furtivos": Más allá de esas apreciaciones parciales, está el compromiso de tantas parejas que -lo mismo que un matrimonio u otras formas de relaciones humanas-, se ayudan y apoyan durante toda la vida aún en momentos álgidos de dolor y angustia, de pérdida y de muerte. Si eso no es amor y compromiso, ¿¡entonces qué es!?, y ciertamente, el Amor es de Dios. Dios mismo es Amor.


Conferencia de Lambeth / Convención General de la Iglesia Episcopal
La Conferencia de Lambeth consiste en una reunión, cada diez años, de todos los obispos anglicanos con jurisdicción; junto con la Reunión de Primados, el Consejo Consultivo Anglicano y la persona del Arzobispo de Canterbury, es uno de los cuatro instrumentos de unidad de la Comunión Anglicana. Ninguno de los cuatro instrumentos de unidad tiene un carácter prescriptivo, ni legislativo, ni --por ende--, obligatorio para todas las iglesias de la Comunión; en cambio, su carácter es consultivo, fraternal y complementario: sus decisiones, documentos, declaraciones, etc. son -eso sí-, referentes autorizados y auxiliares.
He aquí un elemento toral que diferencia al anglicanismo del catolicismo-romano tal como les conocemos: la Comunión Anglicana no constituye un cuerpo monolítico, sino flexible; ni su guía mundial es potestativa, sino pastoral: no hay sujeciones ni sometimientos, sino interdependencia, autonomía y comunión en la diversidad. Y aunque les pese a los que intentan definirnos: NO SOMOS UNA CONFESIÓN NI UNA IGLESIA CONFESIONAL. No tenemos más confesión de fe que los Credos católicos. Los famosos 39 artículos lo son "de religión" y no "de fe", es decir: son un posicionamiento teológico local, temporal, sujeto a reformas en su lenguaje y punto de vista, y que nosotros mismos reconocemos que NO ES fruto de un Concilio Ecuménico, por ende, no tienen autoridad universal. A ver si eso de una buena vez lo consideran algunos críticos de dentro y de fuera de nuestra familia eclesial.
Sucesivas Conferencias de Lambeth han pedido que se detengan las ordenaciones de personas activa y reconocidamente homosexuales (hombres y/o mujeres); pero ya comenté el carácter consultivo que reviste una Conferencia de Lambeth. En cambio, la célula matriz de la Iglesia Católica (entiéndase, no sólo la Romana, sino la TOTALIDAD de la Santa Iglesia Católica de Cristo), es la diócesis: un obispo con su presbiterio, diaconado y fieles laicos, en torno a la mesa eucarística. Un grupo de al menos tres diócesis conforma una iglesia nacional o regional, que acepta eventualmente, ser parte de..., entrar en comunión con... otras Iglesias (con diversos títulos: Iglesia del País de..., Iglesia Episcopal de..., Iglesia Anglicana de..., etc.) que se agrupan bajo la familia Anglicana.

Obispos anglicanos durante la Conferencia de Lambeth de 2008. Este organismo es uno de los instrumentos de unidad de la Comunión Anglicana, su autoridad es consultiva y no jurisdiccional. En la foto, la fila correspondiente a los Primados, y en ella se distinguen -de derecha a izquierda-: 4o. Martín Barahona (El Salvador, Primado de Centroamérica); 9o. Carlos Touché (México, Primado de México); 11o. Rowan Williams (Canterbury, Primado de Toda Inglaterra y de la Comunión Anglicana) y 12o. Katarine Jefferts Schori (Primada de EU).

Una Iglesia así organizada, tiene cuerpos e instrumentos gubernativos y legislativos propios (Cánones, versión del Libro de Oración etc.), que SÍ son obligatorios, justamente porque son acuerdos consensuados, mínimos para el orden en una iglesia. Algunas iglesias o provincias anglicanas aplican la Escritura de un modo que excluye el balance analítico con los otros dos elementos de: Tradición y Razón, que son básicos en una teología realmente anglicana, incluso si invocamos la autoridad del padre de la teología anglicana: Richard Hooker (teólogo isabelino del siglo XVI).
La Biblia no sería la Biblia, sin el proceso de que los testimonios que contiene, hubiesen pasado antes por ser Tradición y Experiencia vivencial (lo que el lenguaje clásico anglicano llamaba: "Razón") de personas reales, con problemas reales. Dios no dictó la Biblia, su inspiración palpita a través de las historias humanas: de amores, crímenes, experiencias de liberación, solidaridad, desolación, horror, guerra, desesperación y esperanza. El Espíritu Santo nos habla aún através de la forma como el ser humano lo ha entendido. Los asuntos sobre sexualidad -vistos desde un análisis fundamentalista "a rajatabla"-, resultarían (como les resultan a tantas mentes encasilladas en la letra bíblica), como asuntos sucios, impuros, vulgares y ajenos a Dios. Esa visión NO es equilibrada, y NO es anglicana.
Conclusiones.
Intencionalmente he evadido pronunciarme sobre el asunto histórico y eclesiástico referente a la Revda. Mary Glasspool, recién elegida Obispa Sufragánea en la Diócesis de Los Angeles: eso es trabajo de su propia diócesis y de los obispos y comités permanentes diocesanos que tienen aún que confirmar su elección.
Como siempre, hablo como lo que soy, un presbítero en comunión con mi Obispo y con mi Iglesia y sus demás obispos, clérigos y laicos; pero también como un teólogo y estudioso de la Sagrada Escritura, en disfrute de la libertad que nuestra Iglesia respeta en todos sus miembros, de mostrar su enfoque de la fe y de la vida cristianas. Así que sostengo mis opiniones, pero NO soy la voz oficial de nadie, eso no es mi trabajo, hay otras personas a quienes sí se les ha confiado autoridad al respecto.
La Diócesis de Los Angeles ha hecho uso del levantamiento de la prohibición de ordenar a personas homosexuales abiertamente declaradas, que ha promulgado la Iglesia Epsicopal en los EEUU a través de su Convención General. Eso es VOZ del pueblo de Dios en una Iglesia en una cuestión consensuada, balanceada, pensada y analizada con mucho cuidado -como es el uso de la Iglesia Episcopal-, de ningún modo es una decisión tomada "a tontas y a locas" por un grupo irresponsable, ni por una camarilla de "notables".
Ninguna persona decente debería hacerse imaginaciones tontas sobre la vida personal y privada de ninguna persona. La Diócesis de Los Angeles ha elegido a Mary Glasspool -al igual que a la Revda. Diane Jardine Bruce (53) -la otra sufragánea electa-, tomando en cuenta su perfil psicológico, médico, espiritual, sus capacidades profesionales y pastorales, y de ninguna manera imaginándose tonterías sobre cómo vive su vida personal esta dama. Ella ha tenido la suficiente madurez para brindar sus datos generales y someterse a los requisitos que una Iglesia madura pide.
En las decisiones de la Iglesia Episcopal participan representantes de TODOS los estamentos o niveles en los que vive y se expresa la comunidad cristiana: clérigos, laicos, hombres, mujeres, casados, solteros, viejos, jóvenes, homosexuales, heterosexuales, etc. etc. Pasa que a veces, algunos están más acostumbrados o bien a pastores televisivos escandalosos, que manosean la Biblia como cosa suya, o a camarillas de obispos u otros ministros que creen que pueden secuestrarse al Espíritu Santo, y se arrogan el derecho de pensar por los demás...
No, señor, acá la historia no va así, eso que hoy se pretende criticar es la Iglesia Episcopal, y -a Dios gracias-, esa es la Iglesia Madre de la Iglesia Anglicana de México. Y eso pesa y pisa fuerte. De lo que sí -líbrenos Dios a todos-, es de manejar estas cosas con bulla cirquera, sedienta de burdo histrionismo: eso ya nos ha pasado a nivel internacional, y no sería manera de llevar estas cosas con dignidad. Si cada iglesia afirma o niega (lo que pienso que es derecho de Dios) a elegir a las personas homosexuales -como a otras-, para asociarlas a la obra de redención en el ministerio ordenado, es trabajo suyo consensuarlo en sus convenciones o sínodos. Equivocadas o no sus decisiones, Dios siempre nos acompañará para que en todo haya caridad: eso se llama indefectibilidad de la Iglesia, y la teología anglicana lo propone como recurso a la idea romana de la "infalibilidad".
Lo importante -en fin-, no es tanto, tanto, el pronunciamiento a favor o en contra (cosa que les apura mucho a los que hacen de esto un pleito de poder y politiquería, ya sean liberales o conservadores), sino el que podamos razonar nuestra fe y vida cristiana -como he dicho-, sin precedernos con ataques, sino escuchándonos con paciencia y caridad.




U.I.O.G.D.
"...Para que en todas las cosas sea Dios glorificado"