sábado, 19 de julio de 2008

HOMILÍA DOMINICAL
20 de julio A.D. 2008
Léanse las lecturas del artículo siguiente:
Propios de la Santa Eucaristía…
¿Por qué tiene que existir el mal en el mundo…?
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Todas las personas experimentamos diferentes tipos de injusticias, en diferentes proporciones y momentos de la vida; siempre nos preguntamos “¿por qué?” y “¿para qué?”, exigimos saber las causas y los propósitos de las injusticias. Pero una cosa son las desgracias que puedan ocasionarnos accidentes o circunstancias fuera del control humano, y otra enfrentarnos a la intención deliberada (mala o no, eso tiene que juzgarse aparte), de personas como nosotros: un jefe en el trabajo, un cónyuge resentido recién divorciado, un médico irresponsable, alguien que nos ha golpeado física o espiritualmente.
El texto del libro de la Sabiduría que hemos leído, parece demasiado optimista; me parece escuchar ese cantito tan alegre estilo Renovación Carismática…: “¡No hay dios tan grande como tú!”, según la enseñanza de este libro, y del Salmo 86 (“No hay dios comparable a ti…”), el mundo marcha maravillosamente guiado por la bondadosa, justa y compasiva mano de Dios, no hay gobernante que se le puede enfrentar, ni burlarse de él…
¡¿Por qué y por qué…!?
¿No será que algo en todo esto anda mal? ¿Qué pasa con gobernantes que abusan o mal administran lo que no es suyo?, ¿qué con gobernantes de esos de juntas militares o dictaduras, que han torturado, asesinado y atemorizado a miles de inocentes, durante largos años, impunemente, y quienes jamás reciben castigo justo ante sus víctimas o familiares de éstas? Estas preguntas no se pueden tomar a la ligera.
…Y además: ¿dónde anda Dios cuando a alguien lo están torturando en un campo de concentración, cuando a una familia humilde la van a sacar de su casa con lujo de fuerza y sin proveerle nada a cambio, porque encima de lo que fue su casa se va a construir un fraccionamiento a todo dar…?, ¿dónde está Dios cuando un cretino le dice qué hacer a una persona con más experiencia o más virtud?
El problema con todas las cuestiones que estoy proponiendo, es que –en parte-, implican juicios de valor, puntos de vista personales, y además ignoran el curso que los acontecimientos han de tomar; pero no deja de ser legítimo el grito del Salmo 86: “Una banda de insolentes y violentos, que no te tienen presente, se han puesto en contra mía y quieren matarme”, al menos se trata de la miseria y abandono sentidos por un ser humano en una circunstancia particular.
La frase: “actuando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser bondadoso…”, me pone a pensar si acaso los justos –en su bondad-, no tendrán que ser también exigentes y capaces de enfadarse ante la injusticia y ante los abusivos de este mundo…
Cuando viene San Pablo en la Carta a los Romanos y nos dice tal cosa como que… “Los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que ha de venir…”, muchas personas intensamente sufrientes, honestamente sienten deseos de rebelarse contra una gloria ausente (“pa’cuando te mueras), que parece burlarse de un dolor muy presente.
Los curas y muchas personas piadosas, somos muy aficionados a ciertas salidas “fáciles” ante situaciones muy duras de gente a la que debemos consolar y fortalecer (en hospitales y funerarias, sobre todo…) –“Mire usted, tranquilícese… ¡eees la voluntad de Diooos!”; “Resignación, comadrita…”, y una sarta de boberías que deberíamos poner más cuidado en decir. Con justa razón, la gente se molesta, y con lágrimas en los ojos nos cuestiona si es la voluntad de Dios que una hija se le esté consumiendo de anorexia, o que un hermano se haya estampado en un muro con todo y moto, o –y aquí viene lo más difícil-: que a una nieta la hayan violado entre cuatro infelices, dejándola embarazada, o que un grupo de asesinos haya acabado con una familia entera en la propia casa de ésta.

La Voluntad de Dios: un proceso que no ha acabado…
La primera cosa que tendríamos que aprender, es a mirar bien lo que cada uno hace… y a responsabilizarnos apropiadamente. Antes que adjudicar a la voluntad de Dios injusticias, habría que reflexionar si los autores de tan tremendos pecados no serán acaso quienes quebrantan –con sus acciones-, la voluntad de Dios (San Pablo dijo a Timoteo: “Dios quiere que toda persona se salve y llegue al pleno conocimiento de la verdad”).
Pero cuando Pablo añade: “…La creación perdió su verdadera finalidad… le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.” Tal parece como que las cosas no están TODAVÍA resueltas. La obra de salvación de Dios para nosotros, no está del todo concluida, estamos en un proceso: “…la creación entera se queja y sufre como una mujer con dolores de parto…”
El pasaje que se conoce como “el Sermón de la Cena”, es un discurso que el Evangelista Juan pone en boca de Jesús en su Última Cena antes de su Pasión, y los grandes temas de ese discurso son: la próxima ausencia de Jesús (iba a morir), y la llegada del Paráklito, “otro Consolador”, el fortalecedor, el abogado, el apoyo. La presencia de este Espíritu en la familia de Dios en el mundo es la garantía de que podemos seguir a Jesús a pesar de la dura prueba de no poder verlo en esta vida, a pesar de no poder ver muchas cosas en las que se nos pide: ¡Creer!, ¡tener confianza!, ¡estar firmes!
Ya el Antiguo Testamento nos presenta tres acciones de Dios que nos llevan a actitudes más positivas ante la vida:
1. “Llenaste a tus hijos de esperanza, al darles la oportunidad de arrepentirse de sus pecados.” Tenemos la oportunidad de cambiar, aún los más terribles y violentos pecadores.
2. “Enséñame tu camino, para que yo lo siga fielmente. Haz que mi corazón honre tu nombre.” Podemos pedir que Dios nos muestre lo que debemos hacer, en vez de exigir que Dios haga lo que nuestra desesperación nos instiga a demandar.
3. “Dame una clara prueba de tu bondad, que al verla se avergüencen los que me odian… ¡Tú, Señor, me das ayuda y consuelo!” La fe otorga firmeza, y nos permite pedir –de cuando en cuando-, señales que Dios no ha de negarnos, que nos den el “norte” a la navegación de nuestras vidas.
Las “arras” del Espíritu.
Si Juan decía en su Evangelio que el Espíritu Santo sería nuestra fortaleza y apoyo entre la Ascensión de Jesús y su vuelta al mundo, Pablo complementa diciendo que: “Tenemos el Espíritu como anticipo –como unas arras de boda-, de lo que vamos a recibir…” En una boda, los novios comparten entre sí unas monedas simbólicas que se conocen como “arras”; éstas representan un anticipo de una abundancia que los esposos piden a Dios, y de una solidaridad que ellos prometen compartir. No se trata del final de la historia, sino del principio.
Por eso Pablo añade: “Con esa esperanza hemos sido salvados…”, y habla de “…esperar sufriendo con firmeza.” De ninguna manera se trata de un mensaje de amor al sufrimiento por lo que éste es en sí mismo, sino de una invitación gozosa a que ese sufrimiento (al que de todas maneras tenemos que enfrentarnos), sea un instrumento de madurez y crecimiento en nuestra vida, y no de más amargura, frustración y autodestrucción.
No caminamos solos, tenemos la prenda, las arras de la presencia del espíritu de Dios –el Espíritu mismo que resucitó a Jesús-, dentro de nosotros, como comunidad y como individuos.
¿Por qué no mejor los malos se largan todos a…?
Una leyenda china habla de un anciano que instruía a su nieto a no decir nunca: “¡qué bueno!”, o “¡qué malo!”. El nieto trabajaba el campo, el día que se rompió una pierna hubiera querido decir “¡qué malo!”, pero al pasar la leva del emperador, su invalidez impidió que los militares lo reclutaran: habría querido decir: “¡qué bueno!”, pero entonces se le conmutó el servicio militar por provisión de bagajes; ¿cómo hacerlo si ahora estaba inválido?; habría querido decir: “¡qué malo!”, pero esta situación hizo que tuvieran que pedir ayuda a los vecinos, y al hacerlo, conocer a la chica que se convirtió después en su esposa… Así seguiría la cadena.
Mejor que juzgar de buenas o de malas las situaciones por las que pasamos en la vida, hay que vivirlas, enfrentarlas, y buscar el encuentro con Dios en cada una.
En este mes de julio en que he sugerido conocer y profundizar la tradición benedictina, he meditado sobre lo que un monje tendría que decir acerca de la libertad y la estabilidad. A este mundo donde tantos de nosotros vivimos situaciones de las que quisiéramos literalmente "salir corriendo", la tradición monástica le propone un valor ético: estabilidad, eso compromete la libertad. Hay que tener las agallas para distinguir entre lo que podemos cambiar de la vida y lo que no, y atrevernos a cambiar lo que sea necesario.
Pero también se necesita valor para enfrentar lo que no nos gusta y que no es necesariamente "el mal". Escuché un comentario muy valioso -que creo que es parte de la Palabra de Dios entre nosotros, las palabras de la actriz mexicana Ofelia Medina -tan comprometida con los derechos humanos y civiles en nuestra patria-:
"Uno no es libre nomás para hacer lo que le dé la gana, uno es libre para comprometerse y luchar por lo que uno cree."
El mismo criterio podemos aplicar cuando se trata de hacernos una idea de por qué estamos mezclados buenos y malos en el mundo. Aquí casi quisiera dejar claro que yo me considero del bando de los buenos... (¿quién me lo ha de creer?), entre quienes cuento a muchísima gente, mientras que tengo una larga lista de infortunados a quienes podría mandar al Infierno si yo fuese Dios: pero soy un simple ser humano, por fortuna para todos…, pero lo que acabo de decir es una tentación que muchos comparten conmigo.
Alguna vez –escuchando las lamentaciones de algún adulto sobre la gente que le hacía mal-, le pregunté a mi madre -siendo yo niño-, por qué Dios no tomaba a la gente mala del mundo y la enviaba a algún lugar donde no hiciera daño (aún pensaba –positivamente-, que los buenos éramos mayoría). Creo que fue –en esencia-, la misma pregunta que hicieron los obreros de la parábola acerca de si cortar la hierba mala. La respuesta del dueño: --“Al arrancar la mala hierba pueden arrancar también el trigo, mejor es dejarlos crecer juntos hasta la cosecha”.
Quizá podamos pensar que –si como dice Jesús-, la cosecha simboliza el fin del mundo, eso esté todavía lejos. Pero me parece que de cuando en cuando –a veces casi a diario-, o por temporadas que se reinician, pasamos por períodos de evaluación y rendición de cuentas en nuestras vidas, y esos períodos nos permiten aprender y crecer, aunque es cierto que Dios tiene la última palabra.
Antes de llamar ‘mala’ o ‘buena’ a nuestra vida, antes de desesperarnos por los cambios de sentido de nuestra existencia, antes de juzgar y condenar a las personas, o de elevarles altares, renunciemos de corazón a permanecer en el estrés de la búsqueda de control absoluto de la vida y pongamos nuestras pequeñas y falsas “seguridades” en manos de la verdadera Seguridad que hay en Dios. Convivamos con los ‘malos’, sabiendo que no nos vemos libres de ser tan ‘malos’ como ellos, y que ellos pueden, eventualmente, ser tan ‘buenos’ o mejores que nosotros… y que la última palabra, afortunadamente, la tiene nuestro Padre y Madre, Dios clemente y todopoderoso.

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U.I.O.G.D.
Propios de la Santa Eucaristía.
IX Domingo de Pentecostés (Propio 11)
20 de julio A.D. 2008


Colecta
Dios omnipotente, fuente de toda sabiduría, tú conoces nuestras necesidades antes de que te pidamos, y nuestra ignorancia en pedir: Ten compasión de nuestras flaquezas, y danos, por tu misericordia, aquellas cosas que por nuestra indignidad y ceguedad no sabemos ni nos atrevemos a pedirte; por los méritos de Jesucristo tu Hijo nuestro Señor; que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Lectura del Libro de la Sabiduría (12: 13 y 16-19)

No existe ningún dios, fuera de ti, que tenga todo bajo su cuidado y a quien tú tengas que dar cuentas de si has juzgado rectamente o no; ni hay rey ni gobernante que pueda hacerte frente para defender a los que tú has castigado. Puesto que eres justo, todo lo gobiernas con justicia; y juzgas indigno de tu poder condenar al que no merece castigo; porque tu poder es la base de tu justicia, y siendo el dueño de todos, de todos tienes compasión. Tú despliegas tu fuerza ante aquellos que dudan de tu gran poder, y confundes a los que –conociéndolo-, se muestran insolentes; pero, precisamente porque dispones de tan gran poder, juzgas con bondad y nos gobiernas con gran misericordia, porque puedes usar de tu poder en el momento que quieras. Actuando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser bondadoso, y llenaste a tus hijos de una bella esperanza, al darles la oportunidad de arrepentirse de sus pecados.
Palabra del Señor.

R./ Demos gracias a Dios.
Salmo 86

R./ Alegra el ánimo de este siervo tuyo,*
pues a ti dirijo mi oración.

1 Señor, dígnate escucharme,*
porque estoy muy triste y pobre;
2 protégeme, pues te soy fiel.*
Tú eres mi Dios; ¡salva a este siervo tuyo que en ti confía!
3 Señor, ten compasión de mí,*
que a ti clamo a todas horas.
4 Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo,*
pues a ti dirijo mi oración.
5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas;*
eres todo amor con los que te invocan.
6 Señor, escucha mi oración,*
¡atiende mi plegaria!
7 En mi angustia clamo a ti,*
porque tú me respondes.
8 ¡No hay dios comparable a ti, Señor!*
¡No hay nada que iguale a tus obras!
9 Oh Señor, tú has formado a todas las naciones,
y ellas vendrán a ti para adorarte*
y para glorificar tu nombre.
10 Porque solo tú eres Dios;*
¡tú eres grande y haces maravillas!
11 Oh Señor, enséñame tu camino,
para que yo lo siga fielmente.*
Haz que mi corazón honre tu nombre.
12 Mi Señor y Dios, te alabaré con todo el corazón*
y glorificaré siempre tu nombre.
13 ¡Inmenso es tu amor por mí!*
¡Me has librado de caer en el sepulcro!
14 Oh Dios, una banda de insolentes y violentos,
que no te tienen presente,*
se han puesto en contra mía y quieren matarme.
15 Pero tú, Señor, eres Dios tierno y compasivo,*
paciente, todo amor y verdad.
16 Mírame, ¡ten compasión de mí!*
¡Salva a este siervo tuyo! ¡Dale tu fuerza!
17 Dame una clara prueba de tu bondad,
y que al verla se avergüencen los que me odian.*
¡Tú, Señor, me das ayuda y consuelo!

R./ Alegra el ánimo de este siervo tuyo,*
pues a ti dirijo mi oración.
Lectura de la Carta del Apóstol
San Pablo a los Romanos (8: 18-25).

Hermanos: Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después. La creación espera con gran impaciencia el momento en que se manifieste claramente que somos hijos de Dios: porque la creación perdió su verdadera finalidad, no por su propia voluntad, sino porque Dios así lo había dispuesto; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que hasta ahora la creación entera se queja y sufre como una mujer con dolores de parto. Y no solo ella sufre, sino también nosotros, que ya tenemos el Espíritu como anticipo –como unas arras de boda-, de lo que vamos a recibir. Sufrimos profundamente, esperando el momento de ser adoptados como hijos de Dios, con lo cual serán liberados nuestros cuerpos. Con esa esperanza hemos sido salvados. Sólo que esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues, ¿quién espera lo que ya está viendo? Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo sufriendo con firmeza.
Palabra del Señor.

R./ Demos gracias a Dios.



+ Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo
según San Mateo (13: 24-30 y 36-43).


R./ Gloria a Ti, Cristo Señor.
Jesús contó esta otra parábola:
--“Sucede con el Reino de los Cielos como con un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero cuando todos estaban durmiendo, llegó un enemigo, sembró mala hierba entre el trigo y se marchó. Cuando el trigo creció y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los trabajadores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembró usted en el campo era buena, ¿de dónde ha salido la mala hierba?’ El dueño les dijo: ‘Algún enemigo ha hecho esto.’ Los trabajadores le preguntaron: ‘¿Quiere usted que vayamos a arrancar la mala hierba?’ Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba pueden arrancar también el trigo. Lo mejor es dejarlos crecer juntos hasta la cosecha; entonces mandaré a los que han de recogerla que recojan primero la mala hierba y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero.’ ” … …
… …Jesús despidió entonces a la gente y entró en la casa, donde sus discípulos se le acercaron y le pidieron que les explicara la parábola de la mala hierba en el campo. Jesús les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del Reino, y la mala hierba representa a los que son del maligno, y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La cosecha representa el fin del mundo, y los que recogen la cosecha son los ángeles. Así como la mala hierba se recoge y se echa al fuego para quemarla, así sucederá también al fin del mundo. El Hijo del Hombre mandará a sus ángeles a recoger de su Reino a todos los que hacen pecar a otros, y a los que practican el mal. Los echarán en el horno encendido, y vendrán el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan.
El Evangelio del Señor.

R./ Te alabamos Cristo Señor.
Conmemoraciones de la Semana:
22 de julio: María Magdalena
24 de julio: Tomás de Kempis, presbítero, 1471
25 de julio: Santiago, apóstol
26 de julio: Los Padres de la Bendita Virgen María

La Conferencia de Lambeth:
El 20 de julio se celebrará la Solemne Eucaristía de la Conferencia de Lambeth en la histórica Catedral de Canterbury. Las actividades de la Conferencia de Obispos y Cónyuges continuarán durante toda la semana, incluyendo el día jueves 24 varias actividades en Londres: una visita al Palacio de Lambeth, una marcha de solidaridad con las Metas de Desarrollo del Milenio, y una reunión social en el Palacio de Buckingham. Mientras tanto, los obispos y sus cónyuges continúan estudiando el Evangelio de Juan.

En el Ciclo Anglicano de Oración oremos por…:

+ La Conferencia de Lambeth y la Diócesis de Canterbury.

+La Iglesia Episcopal en las Filipinas:
Reverendísimo Ignacio Capuyan Soliba, Obispo Primado de la Iglesia Episcopal en las Filipinas.
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U.I.O.G.D.
El Simbolismo de la Cúpula[1]
René Guénon
Editado y anotado (notas dentro del texto),
por Miguel Zavala-Múgica+

En un artículo de la revista The Indian Historical Quarterly (marzo de 1938), Ananda K. Coomaraswamy ha estudiado la cuestión del simbolismo de la cúpula –demasiado importante, y por otra parte demasiado estrechamente vinculado a algunas de las consideraciones que hemos desarrollado anteriormente-, como para que no examinemos, en particular, sus principales aspectos.


Ananda Coomaraswamy (1877-1947)

Simbolismo básico de círculos y cuadrángulos en el arco:
Budismo, Islam y Cristianismo.
El primer punto esencial que ha de señalarse a este respecto, en conexión con el valor propiamente simbólico e iniciático del arco arquitectónico, es que todo edificio construido según criterios estrictamente tradicionales, presenta –en la estructura y disposición de las diferentes partes de que se compone-, una significación “cósmica”, la cual, por lo demás, es susceptible de doble aplicación, conforme a la relación analógica entre “macrocosmos” y “microcosmos”, es decir, que se refiere a la vez al mundo y al ser humano. Esto es válido, naturalmente y en primer lugar, para los templos u otros edificios con destino “sagrado” en el sentido más limitado del término; pero, además, lo mismo ocurre con las simples habitaciones humanas, pues no ha de olvidarse que, en realidad, no hay nada “profano” en las civilizaciones íntegramente tradicionales, de modo que –sólo por efecto de una profunda degradación-, ha podido llegarse a construir casas sin proponerse otra cosa que responder a las necesidades puramente materiales de sus habitantes, y éstos, por su parte, han podido contentarse con moradas concebidas según preocupaciones tan estrecha y bajamente utilitarias.
Va de suyo que la significación “cósmica” de que acabamos de hablar puede realizarse de múltiples maneras, correspondientes a otros tantos puntos de vista, que darán nacimiento así a “tipos” arquitectónicos diferentes, algunos de los cuales estarán particularmente ligados a tal o cual forma tradicional; pero por el momento no tenemos que considerar sino uno de esos “tipos”, que, por otra parte, aparece como uno de los más fundamentales y que también, por eso mismo, es uno de los más generalmente difundidos. Se trata de una estructura constituida esencialmente por una base de sección cuadrada (poco importa aquí que esta parte inferior tenga forma cúbica o más o menos alargada), coronada por un domo, o por una cúpula de forma más o menos rigurosamente hemisférica. Entre los ejemplos más característicos pueden citarse, con Coomaraswamy, el stûpa búdico, y también, agregaremos, la qubbah islámica, cuya forma es exactamente semejante[2]; hay que incluir también, entre otros casos en que esa estructura no es tan netamente distinguible a primera vista, las iglesias cristianas en las cuales una cúpula está edificada sobre la parte central[3].


Pagoda de Swe Dagon, en Rangún, Birmania.

Cabe señalar –además-, que un arco, con sus dos pilares rectilíneos y la cimbra que reposa sobre ellos, no es en realidad sino la sección vertical de dicha estructura; y, en ese arco, la “clave de bóveda” que ocupa la sumidad corresponde, evidentemente, al punto más elevado del domo, sobre cuya significación propia volveremos luego[4].

Sentido de la forma cupular en China e India.

Es fácil advertir, en primer lugar, que las dos partes de la estructura recién descrita figuran la tierra y el cielo, a los cuales corresponden respectivamente, en efecto, la forma cuadrada y la forma circular (o esférica, en una construcción de tres dimensiones); y, aunque esta correspondencia se encuentre indicada con mayor insistencia en la tradición extremo-oriental, está muy lejos de serle propia y exclusiva[5]. Puesto que acabamos de aludir a la tradición extremo-oriental, no carece de interés señalar –a este respecto-, que en China la vestidura de los antiguos emperadores debía ser redonda por lo alto y cuadrada por lo bajo; esa vestidura, en efecto, tenía una significación simbólica (lo mismo que todas las acciones de su vida, reguladas siempre según los ritos), y esa significación era precisamente la misma que aquella cuya realización arquitectónica encaramos aquí[6]. Agreguemos en seguida que, si en ésta se considera la construcción íntegra como un “hipogeo”, según a veces lo es en efecto, literalmente en ciertos casos y simbólicamente en otros, nos encontramos reconducidos al simbolismo de la caverna como imagen del “cosmos” en conjunto.

*(Nota del editor: Un hipogeo o catacumba (del griego hypó = ‘debajo’ y gê-s = ‘tierra’, es un túmulo de forma frecuentemente semiesférica enteramente subterráneo, o construido dentro de oquedades naturales pre-existentes, como cavernas o grutas), los tipos mejor conocidos son los pre-históricos de las Islas Británicas –usados como tumbas y habitaciones-, y los etruscos de Italia. De aquí que la sugerencia de Guénon sea que la cúpula lo mismo puede representar el cielo, como la caverna primordial).

A esta significación general se agrega otra mas precisa aún: el conjunto del edificio, considerado de arriba abajo, representa el paso de la Unidad. primordial* (a la cual corresponde el punto central o la sumidad de la cúpula, de la cual toda la bóveda no es en cierto modo sino una expansión) al cuaternario de la manifestación elemental[7]; inversamente, si se la encara de abajo arriba, es el retorno de esa manifestación a la Unidad.

*(Nota del editor: Guénon usa la palabra principial, con ello se refiere a lo relativo al “Principio de todo”, en un sentido mítico).

A este respecto, Coomaraswamy recuerda –como dotado de la misma significación-, el simbolismo védico de los tres Rbhu, quienes, de la pâtra o copa única de Tvashtr, hicieron cuatro copas (y va de suyo, que la forma de la copa sea hemisférica, como la del domo); el número ternario, que interviene aquí como intermediario entre el cuaternario y la Unidad, significa particularmente, en este caso, que sólo por medio de las tres dimensiones del espacio el “uno” originario puede convertirse en “cuatro”, lo que está figurado exactamente por el símbolo de la cruz de tres dimensiones. El proceso inverso está representado igualmente por la leyenda del Buddha, quien –habiendo recibido cuatro escudillas de limosna de los Mahârâja de los cuatro puntos cardinales-, hizo de ellas una sola, lo cual indica que, para el ser “unificado”, el “Graal” (para emplear el término tradicional occidental, que designa evidentemente el equivalente de ese pâtra) es de nuevo único, como lo era en un principio, es decir, en el punto de partida de la manifestación cósmica[8].


Cúpula de la Catedral anglicana de San Pablo, de Londres

“Cúpulas horizontales” en el judaísmo y el cristianismo.

Antes de ir más lejos, señalaremos que la estructura de que se trata puede ser realizada también horizontalmente: a un edificio de forma rectangular se añadirá una parte semicircular en uno de sus extremos, el dirigido hacia el lado al cual se vincule la significación de una correspondencia “celeste”, por una especie de proyección sobre el plano horizontal de base; ese lado, en los casos más conocidos por lo menos, será aquel de donde viene la luz, es decir, el de oriente; y el ejemplo más inmediato que se ofrece aquí es el de una iglesia terminada por un ábside semicircular. Otro ejemplo está dado por la forma completa de un templo masónico: sabido es que la Logia propiamente dicha es un “cuadrado largo”, es decir, en realidad, un doble cuadrado, cuya longitud (de oriente a occidente) es el doble de la anchura (de norte a mediodía)[9]; pero a este doble cuadrado, que es el Hekal* [Héjal], se agrega, a oriente, el Debir, en forma de hemiciclo[10]; y este plano es también exactamente el de la “basílica” romana[11].

*(Nota del editor: Hekal y Debir son los nombres hebreos del “lugar santo y el, “lugar santísimo” en el Templo de Jerusalén, Guénon los hace aquí coincidir con partes del templo masónico).

El Eje del mundo.

Dicho esto, volvamos a la estructura vertical: como lo hace notar Coomaraswamy, ésta debe considerarse íntegramente en relación con un eje central; lo mismo ocurre, evidentemente, en el caso de una cabaña, cuyo techo en forma de domo está soportado por un poste que une la sumidad del techo con el suelo, y también el de ciertas stûpa (“stupas”) cuyo eje está figurado en el interior, y a veces incluso se prolonga por lo alto más allá de la cúpula. Empero, no es necesario que ese eje esté siempre representado así materialmente, tal como tampoco lo está en realidad, en ningún lugar, el “Eje del Mundo”, del cual aquél es imagen; lo que importa es que el centro del suelo ocupado por el edificio, es decir, el punto situado directamente debajo de la sumidad de la cúpula, se identifica siempre virtualmente con el “Centro del Mundo”; éste, en efecto, no es un “lugar” en el sentido topográfico y literal del término, sino en un sentido trascendente y primordial, y, por consiguiente, puede realizarse en todo “centro” regularmente establecido y consagrado, de donde la necesidad de los ritos que hacen de la construcción de un edificio una verdadera imitación de la formación misma del mundo[12].

El punto de que se trata es, pues, un verdadero ’omfalós ( nâbhih prthivyâ [en sánscrito: ‘ombligo de la tierra’] ), en muchísimos casos, allí se sitúa el altar o el hogar, según se trate de un templo o de una casa; el altar, por lo demás, es, también en realidad un hogar, e, inversamente, en una civilización tradicional, el hogar debe considerarse como un verdadero altar doméstico; simbólicamente, en él se cumple la manifestación de Agni*, y recordaremos a este respecto lo que hemos dicho acerca del nacimiento del Avatâra en el centro de la caverna iniciática, pues es evidente que la significación también aquí es la misma, siendo diferente sólo la aplicación. Cuando se practica una abertura en la sumidad del domo, por ella escapa afuera el humo que se eleva del hogar; pero esto también, lejos de no tener sino una razón puramente utilitaria, como podrían imaginarlo los modernos, tiene, al contrario, un sentido simbólico muy profundo, que examinaremos a continuación, estableciendo aún con más precisión el significado exacto de esa sumidad del domo en los dos órdenes, “macrocósmico” y “microcósmico”.

*(Nota del Editor: Agni es la deidad hindú del fuego).

NOTAS:
[1] [Publicado en la revista Études Traditionelles., octubre de 1938].
[2] El destino de estos dos edificios es, por otra parte, igualmente similar, ya que el stûpa, originariamente por lo menos, estaba hecho para contener reliquias y la qubbah se eleva sobre la tumba de un walí [aproximadamente, ‘santo’].
[3] Si la iglesia tiene en su conjunto la forma de una cruz latina, como ocurre más habitualmente, conviene observar que esa cruz puede obtenerse por el desarrollo de un cubo cuyas caras están rebatidas sobre el plano de la base (este punto se encuentra expresamente indicado en el simbolismo masónico del Real Arco); la cara de la base, que naturalmente permanece en su posición primitiva, corresponde entonces a la parte central por encima de la cual se eleva la cúpula.
[4] En ciertas figuraciones pertenecientes a la masonería del Real Arco, la significación “celeste” del arco de bóveda está formalmente indicada por la representación en él de una parte del Zodíaco, estando entonces situada en la “clave de bóveda” una de las puertas solsticiales; esta “puerta” debería normalmente, por lo demás, ser diferente según que el punto en cuestión se considere como una “entrada” o como una “salida”, conforme a lo que antes hemos explicado.
[5] En la iniciación masónica, el paso from square to arch [del cuadrado al arco] representa un paso “de la Tierra al Cielo” (de donde el término de exaltación para designar la admisión al grado de Real Arco), es decir, del dominio de los “pequeños misterios” al de los “grandes misterios”, con el doble aspecto sacerdotal y real para estos últimos, pues el título completo correspondiente es Santo Real Arco, aunque, por razones históricas que no hemos de examinar aquí, el “Arte Sacerdotal” haya acabado por borrarse ante el “Arte Real”. Las formas circular y cuadrada están aludidas también por el compás y la escuadra, que sirven para trazarlos respectivamente y que se asocian como símbolos de dos principios complementarios, según efectivamente lo son el Cielo y la Tierra [cf. Le Régne de la quantité et les signes des temps, cap. XX, y La Grande Triade, cap. III].
[6] El Emperador mismo, así vestido, representaba al “Ser Humano verdadero”, mediador entre el Cielo y la Tierra, cuyas respectivas potencias une en su propia naturaleza; y exactamente en este mismo sentido un Maestro Masón (que debería ser también un “Ser Humano verdadero” si hubiese realizado su iniciación de modo efectivo) “se encuentra siempre entre la escuadra y el compás”. Señalemos también, acerca de esto, uno de los aspectos del simbolismo de la tortuga: la parte inferior del caparazón –que es plana-, corresponde a la Tierra, y la superior –que es arqueada en forma de cúpula-, corresponde al Cielo; el animal mismo, entre ambas partes, figura al Ser Humano entre el Cielo y la Tierra, completando así la “Gran Tríada”, que desempeña un papel especialmente importante en el simbolismo de las organizaciones iniciáticas taoístas [cf. La Grande Triade, cap. XVI].
[7] La planta crucial de una iglesia es igualmente una forma cuaternaria; el simbolismo numérico permanece, pues, el mismo en este caso que en el de la base cuadrada.
[8] Con respecto a Tvashtri y los tres Rbhu [respectivamente el Constructor divino védico, literalmente ‘Carpintero’, y los tres Artesanos divinos, literalmente ‘los Hábiles’], considerados como una tríada de “artistas”, notemos que, en las reglas establecidas por la tradición hindú para la construcción de un edificio, se encuentran en cierto modo los correspondientes de esos personajes en el arquitecto (sthápati) y sus tres compañeros o asistentes, el agrimensor (sûtragrâhi), el constructor (várdhakî) y el carpintero de obra (tákshaka); podrían también encontrarse los equivalentes de este ternario en la masonería, donde, además, en un aspecto “inverso”, se convierte en el de los “malos compañeros” que matan a Hiram.
[9] Según el Critias de Platón, el gran templo de Poseidón, capital de la Atlántida, tenía también por base un doble cuadrado; si se torna como unidad el lado de esa figura, la diagonal del doble cuadrado es igual a 5.
[10] En el Templo de Salomón, el Hekal [Héjal] era el “Sanctum” y el Debir era el “Sancta-sanctórum”.
[11] En una mezquita, el míhrab, que es un nicho semicircular, corresponde al ábside de una iglesia, e indica igualmente la qiblah, es decir, la orientación ritual; pero esta orientación, dirigida hacia un centro que no es un punto definido de la superficie terrestre, varía, naturalmente, según los lugares.
[12] A veces, la cúpula misma puede no existir en la construcción sin que –empero-, se altere el sentido simbólico de ella; queremos aludir al tipo tradicional de casa dispuesta en cuadrado en torno de un patio interior; la parte central está entonces a cielo abierto, pero, precisamente, la bóveda celeste misma desempeña en este caso el papel de una cúpula natural. Diremos de paso, a este respecto, que hay cierta relación, en una forma tradicional dada, entre la disposición de la casa y la constitución de la familia; así, en la tradición islámica, la disposición cuadrilátera de la casa (que normalmente debería estar enteramente cerrada hacia afuera, abriéndose las ventanas hacia el patio, interior) está en relación con la limitación del número de esposas a cuatro como máximo, teniendo entonces cada una de ellas por dominio propio uno de los lados del cuadrilátero.

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U.I.O.G.D.

VALORES BENEDICTINOS

Errata:


1. Las citas de la Regla están tomadas básicamente de:
Colombás, García M. & Iñaki Aranguren: La Regla de San Benito, Editorial Biblioteca de Autores Cristianos; Madrid, 1979. ISBN 10: 8422009080ISBN 13: 9788422009085
2. La foto usada para ilustrar la Lectura espiritual o Lectio Divina, es de un monje del Monasterio de la Cartuja de Aula Dei, Zaragoza, España.


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