miércoles, 9 de julio de 2008

Calendario de Fiestas Menores
San Benito de Nursia
11 de Julio.
ORA ET LABORA VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS
Traducción, compilación y ampliación del Pbro. Miguel Zavala-Múgica+, a partir del texto inglés de Wikipedia: la enciclopedia libre.
Visión de San Benito: Contemplando la pequeñez del mundo, recogida en un rayo de sol.- Monasterio de Stiftskirche Einsiedeln. Miniatura en un Gradual (libro litúrgico) de 1684.
Benito de Nursia (también llamado, según la forma original latina: "Benedicto", de Benedictus = "bendito") (c. 480 - c. 547) fue un monje italiano –en algún momento, al principio de su vocación, un eremita-, fundador de comunidades monásticas cristianas y autor de un libro: una Regla monástica cenobítica -es decir, de monjes que viven comunitariamente. El propósito principal de esta Regla, puede enunciarse con palabras tomadas de ella misma: "que Cristo ...nos lleve a todos juntos a la vida eterna" (RB 72:12). La Iglesia occidental canonizó a Benito en 1220. En el siglo XIX, en la Iglesia de Inglaterra (y de ahí toda la Comunión Anglicana), con el Movimiento de Oxford, se reanimó el monasticismo -y en particular el monasticismo benedictino y la figura de Benito-, dentro del Anglicanismo.
1. Introducción.
Benito no es, en modo alguno, el fundador de la vida monástica cristiana, ésta existía ya desde el siglo II, originada en los desiertos de Siria y Egipto. Benito, de hecho, tomará como base la síntesis de un producto muy maduro de la vida y cultura monásticos: la Regla de San Basilio (siglo IV), que hasta el presente se sigue en la Iglesia Ortodoxa. Benito intentó educar a buenos monjes -para que fuesen buenos cristianos-, llevando una vida consagrada; no es su culpa ni fue su plan, el poder feudal que después -para bien o para mal-, llegaron a tener los monasterios y abadías, ni el uso político que los señores, reyes, papas y obispos dieran a su Regla y estilo monacales, como el uso que Carlomagno dio a los monjes benedictinos para la educación de sus nobles, esos productos históricos fueron acumulándose y debiéndose a múltiples circunstancias posteriores.
Con los siglos, la Regla de Benito sería impuesta –muchas veces arbitrariamente-, sobre otros estilos de vida monástica, como el celta -de San Columba de Iona-, o el galo -de San Martín de Tours-; por algo es que ahora se dice -no sin algo de pretensión soberbia y política-, que el humilde Benito es el "Patrono de Europa" o que Europa fue "educada por benedictinos", queriendo –muchas veces-, hacer a un lado otras bases que Europa tiene también en su paganismo original, en la cultura clásica, y hasta en otras formas alternativas dentro del propio cristianismo. Habría que tener cuidado con tales expresiones que –además de honrar a quien honor merece, como Benito de Nursia, reflejan también un proyecto de poder.
2. ¿OSB: Orden de San Benito?
San Benito fundó doce comunidades de monjes, la mejor conocida de las cuales sería el monasterio de Monte Cassino, en las montañas del sur de Italia, entre Roma y Nápoles. No hay evidencia alguna de que Benito hubiera intentado tal cosa como la fundación de una orden religiosa. El concepto de "orden religiosa" aún en la Iglesia de Occidente, es sumamente tardío y, de hecho, la Orden de San Benito (OSB) -en cuanto tal-, es de un origen relativamente moderno; siendo muy estrictos, podríamos decir que se remonta apenas al siglo XIX, cuando -entre los papados de Pío IX y León XIII-, se revitalizó y reorganizó la vida benedictina en la Iglesia Católica Romana, y se sujetó a la autoridad de un Abad Primado (figura hasta entonces desconocida), con sede en Roma.
Lo más que llegó a existir en cuanto a estructura sistémica monástica benedictina -durante la Edad Media-, pese a todo el poder de las abadías (o quizá más bien a causa de ello), fue una confederación de congregaciones dentro de las cuales, las abadías benedictinas (tradicionalmente autónomas), solían afiliarse para mejor apoyar y representar sus comunes y mutuos intereses, sin dejar su autonomía interna [1] .
Como ya se ha dicho, Benito dejó una Regla monástica con preceptos de vida, espiritualidad y organización para sus monjes, se la conoce comúnmente como: Regla de Sa
n Benito, (RB). En ella, Benito reconoce su deuda con la Regla de San Basilio, si bien depende en mucho, también, de la Regla de San Juan Casiano (ca. 360 – 433, uno de los llamados Padres del Desierto) y muestra una fuerte afinidad con un documento monástico anterior conocido como: La Regla del Maestro, usualmente referida con las siglas RM. La Regla de Benito contiene un espíritu único de balance, moderación, sentido de lo razonable (επιεικεια, epieikeia), lo cual persuadió a innumerables comunidades monásticas -tanto masculinas como femeninas- de la Europa medieval, para adoptarla. De aquí que a Benito se le atribuya el título de "Patriarca de los monjes de Occidente".
3. La "biografía" de Benito en el II Libro de los Diálogos de Gregorio Magno.
El único relato antiguo de la vida de San Benito que se conoce, es el II de cuatro volúmenes de la obra de San Gregorio Magno, conocida como Diálogos, (ca. 593). Este II Libro de los Diálogos consiste en un prólogo largo y treinta y ocho breves capítulos. El historiador de la antigüedad romana -del siglo XIX-, Thomas Hodgkin, alaba la vida de Benito escrita por Gregorio Magno, como “la biografía del más grande de los monjes, escrita por el más grande de los papas -él mismo, un monje.”[2] .
El relato de Gregorio, no es -en modo alguno-, una biografía en el moderno sentido de la palabra. Antes bien, se trata de un relato espiritual acerca del gentil y disciplinado abad. En una carta al Obispo Maximiliano de Siracusa, Gregorio declara su intención respecto de estos Diálogos, diciendo que se trata de una especie de florilegio (en latín: "ramillete de flores", una especie de antología) de los más sorprendentes milagros de santos italianos [3] . Gregorio no se propuso escribir un relato histórico –cronológicamente organizado-, de la vida de San Benito, pero basó sus anécdotas en testimonios directos. Para establecer su autoridad, Gregorio explica que su información procede de lo que él consideró como las mejores fuentes: un grupo de discípulos de Benito que -habiendo vivido con él-, atestiguaron sus milagros. Estos seguidores, son -según el propio Gregorio: Constantino, sucesor de Benito como abad de Monte Cassino, Valentiniano, Simplicio, y Honorato, que era abad de Subiaco cuando Gregorio escribió sus Diálogos.
En los días de Gregorio, la historia no era reconocida como un campo de estudio independiente; se trataba de una rama de la gramática o de la retórica, y la historia (entendida simplemente como ‘relato’), resumía el saber de los entendidos cuando éstos escribían lo que en aquellos tiempos se consideraba como "historia" [4] . Así las cosas, el II Libro de los Diálogos es una auténtica pieza de hagiografía medieval, desarrollada en el marco de una conversación entre el Papa Gregorio y su diácono Pedro, diseñada para ilustrar con lecciones espirituales.
4. Vida temprana de Benito.
Benito fue hijo de un pequeño noble rural romano de Nursia (la moderna Norcia, en Umbría,véase el mapa), la tradición que acepta Beda el Venerable, le hace tener una hermana gemela: Escolástica. La narración de Gregorio hace imposible suponer a Benito más joven de 19 ó 20 años. Debe haber sido lo suficientemente mayor como para -a mediados de sus estudios literarios-, hacer consciencia del sentido auténtico de la disoluta y licenciosa vida de sus compañeros, y para haberse sentido profundamente decepcionado del amor de una mujer (Ibíd. II, 2). Fue capaz de sopesar estas cosas a la luz del Evangelio según se entendía en su tiempo, y escogió lo segundo. Estaba al principio de su vida, y tenía la disponibilidad de medios para haber mantenido la vida de un romano con alguna fortuna; claramente no se trataba de un niño. Si se acepta el año 480 como el de su nacimiento, podemos fijar el año 500 como el de su abandono de los estudios y de su salida de casa.
Benito no parece haber abandonado Roma con el propósito de dirigirse a una vida de eremita, sino sólo para encontrar algún sitio lejano a la vida de la gran ciudad; además, llevó consigo a su antigua nana como ama de llaves, y se establecieron para vivir en Enfide, junto a la iglesia de San Pedro, en alguna clase de asociación con una "compañía de hombres virtuosos", simpatizantes de sus sentimientos y visión de la vida. Enfide -que la tradición de Subiaco identifica con la moderna Affile, está entre las montañas de Simbruini, a unos veinticinco Km. de Roma y a dos de Subiaco.
A corta distancia de Enfide está la entrada de un estrecho valle que, entrando por las montañas, lleva directamente a Subiaco. Cruzando el Aniano, y dando vuelta a la derecha, el camino levanta sobre el lado izquierdo y de pronto alcanza el sitio de la antigua villa de Nerón, y de la inmensa mole que forman el bajo y el medio lago (Subiaco en italiano, viene del latín sub-lacum = "bajo el lago"); cruzando el valle, están las ruinas de los baños romanos, de los cuales quedan en pie, apenas unos pocos arcos y muros.
Levantándose de la mole -sobre veinticinco arcos bajos, cuyos cimientos pueden aún vislumbrarse-, estaba el puente de la villa a los baños, bajo los cuales las aguas del medio lago se derraman en amplia caída al lago bajo. Las ruinas de estos vastos edificios, y la amplia superficie de muros, cerraba la entrada del valle a Benito, cuando llegó de Enfide; hoy día, el estrecho valle yace abierto ante nosotros, tan sólo cerrado por las montañas en la lejanía. La vereda continúa ascendiendo, y al lado de la barranca sobre la cual corre, se torna más escarpado, hasta que alcanzamos una caverna sobre la cual se alza la montaña casi perpendicularmente; mientras, a la derecha, golpea -en veloz descenso-, hasta donde, en tiempos de Benito, 500 pies abajo, reposan las azules aguas del lago. La caverna tiene una gran forma de abertura triangular, con unos diez pies de profundidad.
De camino a Enfide, Benito conoce a un monje llamado Romano, o Román, cuyo monasterio estaba en la montaña, sobre el risco que cubría la caverna. Román conversó con Benito acerca del propósito que le había llevado a Subiaco, y le colocó el hábito monástico. A consejo suyo, Benito vivió como eremita durante tres años -desconocido para la gente, vivió en la caverna sobre el lago.
5. Vida ulterior.
San Gregorio habla poco de estos años. Ya no se refiere a Benito como un muchacho, ni como un jovencito o niño (puer, en latín), sino como a un hombre (vir) de Dios. Román sirvió a Benito cuanto pudo, llevándole los alimentos, aconsejándole y animándole en su llamado.
Durante esos tres años de soledad, tan sólo interrumpidos por alguna ocasional comunicación con el mundo exterior, y por las visitas de Román, Benito maduró tanto de mente como de carácter, en el conocimiento de sí mismo y del ser humano. Al mismo tiempo, pese a su aislamiento se hizo muy conocido y respetado; tanto, que a la muerte del abad de un monasterio de la localidad (que algunos identifican como Vicovaro), la comunidad vino a él para rogarle que fuese su abad. Benito conocía bien la vida y disciplina de ese monasterio, sabía que

"...sus costumbres eran diferentes de las de él, y por
lo tanto, jamás se pondrían de acuerdo: aún así, a la larga, venció la
insistencia, y (Benito) dio su consentimiento"
(Ibíd., 3).


Falló el experimento, y los monjes, incluso, tramaron envenenarlo, con lo cual Benito regresó a su cueva. La leyenda dice que primero intentaron envenenarle la bebida, y al bendecirla Benito, la copa estalló. Otra leyenda habla de un envenenamiento posterior, con un presbítero envidioso –Florencio-, quien tratara de poner ponzoña en una eulogia o pan bendito, mismo que fue arrebatado de sus manos a una orden de Benito –que acababa de bendecirlo-, por un cuervo –de los mismos que se criaban en el monasterio-, y que se lo llevó lejos.
Es importante darse cuenta que los milagros atribuidos o relacionados con la vida de Benito, pueden ser interpretados desde el punto de vista del lenguaje simbólico, y no tan sólo interpretarse con una piedad medieval, o desecharse a favor de una biografía más racionalista, que subraye sólo su ejemplo personal de vida. El pan y el vino –por ejemplo-, son siempre tipos de la Eucaristía, el veneno en ellos, representa una triste y dolorosa realidad: los miembros de la propia Iglesia podemos ser (y somos eventualmente) sus peores destructores y profanadores. Los cuervos, que aparecen siempre asociados a los monasterios benedictinos y a Benito mismo, en antiquísimas tradiciones pre-cristianas, representan los instintos naturales del ser humano, el símbolo se explica por sí mismo cuando estas aves se presentan sometidas o domesticadas por Benito.
Benito adquirió fama y nuevos discípulos; se dice que para ellos fundó doce monasterios, cada uno con un superior y doce monjes, en una decimotercera casa, vivía él mismo con unos pocos monjes (Ibíd., 3), y permaneció siendo el abad de todas las casas. Esta historia hay que tomarla con calma, sobre todo pensando en que la estructura “federativa” abacial, fue más un producto medieval, y no pensar en las casas fundadas por Benito, como si se tratara de los monasterios medievales o de épocas posteriores, ni del lujo que caracteriza a las actuales abadías de Montecassino o Subiaco; lo más que vio Benito fueron pequeños grupos de casas modestas, hechas con materiales humildes. El establecimiento de estos monasterios, fue el principio de escuelas para niños; algunos de los primeros en ser allí llevados, fueron los famosos Mauro y Plácido.
La hermana de Benito -Escolástica-, ha sido asociada siempre a su hermano como su comparte femenina en el monacato benedictino. Gregorio Magno recoge una anécdota, según la cual Benito acudía a visitar una vez cada año a Escolástica, acompañado de un monje asistente suyo. Como se hiciera tarde, conversando en la sobremesa de la cena, Benito urgió a retirarse, pero Escolástica le insistió, rogándole que se quedara. Benito se negó, entonces Escolástica guardó silencio, se acodó sobre la mesa, se llevó las manos al rostro y se puso en oración; al poco rato se desató una tempestad de una magnitud típica de la región.


La cena de Benito y Escolástica fresco en uno de los monasterios de Subiaco.
Benito dijo a Escolástica: --"Por Dios, hermana, ¿qué has hecho?", ella replicó: --"Te pedí que permanecieses para conversar un poco más...; pero como te has negado, se lo pedí a quien podía concedérmelo. Ahora, sal si puedes." De regreso en su monasterio, al día siguiente, Benito vio una paloma blanca volar al cielo, al poco tiempo, alguien le informó que Escolástica acababa de morir. Si el símbolo de Benito -en la iconografía propia-, es un cuervo, el de Escolástica es una paloma blanca; la simpática anécdota se conoce como "La cena de Benito y Escolástica", y es uno de los temas más graciosos de la iconografía benedictina -no sólo por la actitud en que Escolástica suele ser representada, sino porque recuerda que hasta el propio Padre fundador -con todo y la Santa Regla-, ha estado sujeto a las contingencias materiales, y bajo la amorosa volunad de Dios.
Benito pasó el resto de su vida realizando el ideal del monasticismo que había planteado en su Regla. Murió en Montecassino, según la tradición, el 21 de marzo de 547. El II Libro de los Diálogos, dice que Benito tuvo una visión sobre su monasterio, que habría de ser destruido tres veces; Benito rogó porque Dios preservara la vida de los monjes. Estas tres destrucciones han ocurrido asombrosamente: la primera de ellas, a manos de los lombardos, a poco de la muerte de Benito, y la última, en un bombardeo de los aliados, en la II Guerra Mundial -dada la sospecha de que en el monasterio se ocultaba un cuartel de las potencias del Eje Roma-Berlín.
Montecassino derruido después del bombardeo de los aliados en 1944.
Nombrado patrono de Europa por el Papa Pablo VI en 1964, su fiesta fue removida -en 1969-, al 11 de julio, fecha que –en muchos lugares-, se celebraba su memoria, desde el siglo VIII [5] .

Aspecto actual de la Abadía de Montecassino, reconstruido.

6. La Regla de San Benito.

Un cordero puede bañarse en ella sin ahogarse, mientras un elefante puede nadar en ella…

Este antiguo adagio se refiere a la obra de tan sólo 73 breves capítulos, cuya sabiduría es de dos clases: una espiritual (cómo vivir en la tierra una vida cristocéntrica), y otra administrativa (cómo llevar eficientemente un monasterio). Más de la mitad de los capítulos, describen cómo ser obediente y humilde, y qué hacer cuando un miembro de la comunidad no lo es. Una cuarta parte norma el culto divino (Opus Dei u “obra de Dios”). Una décima parte dice cómo y por quién debe ser dirigido el monasterio; mientras que otra décima parte especifica los deberes pastorales del abad.

La Regla de San Benito es u conjunto de preceptos para la vida monástica cenobítica (en comunidad), bajo un abad. Benito reconoce cuatro tipos de monjes: eremitas (ascetas en vida totalmente aislada), cenobitas, giróvagos ("trotaconventos", o pseudo-monjes vividores) y sarabaítas (entregados a toda clase de vicios bajo la apariencia monástica, Benito evita perder el tiemo hablando de ellos), los dos primeros, honorables, y los dos segundos detestables.

Desde el siglo VII, la RB ha sido adoptada también por comunidades femeninas. En mil quinientos años de existencia, ha llegado a ser la guía de la vida monástica en comunidad, en el Occidente Cristiano, y la base de sus desarrollos ulteriores tanto en el Catolicismo Romano como en el Anglicanismo (sobre todo en ciertos momentos del siglo XVII con el reavivamiento de vida en comunidad de Nicolás Ferrar, y del siglo XIX, con el Movimiento de Oxford).

El espíritu benedictino se resume en el lema bipartita que más adelante analizaremos: Ora et Labora / Ut in ómnibus glorificetur Deus: "Ora y Labora para que en todo sea Dios glorificado." En comparación con otras reglas más antiguas, la RB provee una vía media entre el celo individual y el formulismo institutional. Tal vía media la hizo muy popular en la Edad Media.

Benito se preocupa por las necesidades más pequeñas de los monjes, llega a recomendar que no duerman con los cuchillos a la cintura (costumbre de su tiempo), para evitar que se hieran. Se interesa por establecer el orden debido, amén de equilibrar la naturaleza relacional de los seres humanos, así como proveer una autoridad central (el abad) ante quién dirimir dificultades y balancear el esfuerzo individual (ascetismo), y el crecimiento espiritual para cumplir la vocación humana: la theosis o divinización de la persona mediante la Gracia de Dios.

7. Numismática de San Benito: La Medalla tradicional.

Esta medalla –originalmente era nada más que una cruz compuesta en memoria de San Benito. Actualmente se trata de una representación cargada de simbolismo, con letras e imágenes representadas dentro de un círculo.

Veamos primero el reverso y después el anverso:

7.a. Interpretación del Reverso.-
Aparece Benito, de pie, vestido de hábito benedictino (negro o blanco, no se aprecia dado que la medalla es metálica y monócroma), y revestido de amplia cogulla, con la capucha sobre la cabeza; sostiene la Regla en su izquierda y una cruz en su derecha, en actitud de bendecir. Detrás de Benito se ve un altar (las interpretaciones oficiales sólo ven un par de pedestales a cada lado, que a la vez puede parecer el monumento de una tumba y dos columnas que se yerguen a ambos lados de la figura central. Sobre el altar, y a cada lado, se aprecian: una copa, de la que sale una serpiente, y un cuervo, que sostiene una pieza de pan. Todo el conjunto está rodeado de la frase latina: EIVS IN OBITV NOSTRO PRAESENTIA MVNIAMVR (“Que en nuestra muerte gocemos de su presencia”).

La cogulla, que se parece a una toga de abogado, es una prenda de cuerpo y mangas muy amplias, se otorga a los monjes al llegar a los siete años de vida monástica, significa madurez y maestría en la vida espiritual. Es probable que Benito no conociera este tipo de prendas –desarrolladas durante el Medioevo-, en su Regla sólo habla de una vestimenta sencilla y humilde para los monjes; el simbolismo de la cogulla, sin embargo, casa muy bien con la figura de San Benito. No hay ninguna evidencia, ni indicio de que Benito haya sido un ministro ordenado –ni diácono, ni presbítero-, sin embargo, la actitud de bendición es un rasgo del Abad, como padre de la comunidad de monjes.

El altar podría hacer referencia a la eucaristía como centro de la vida de cualquier comunidad cristiana, su forma de sepulcro se asocia también al propio Cristo; el altar representa: la mesa de la Cena del Señor, el monte de su crucifixión y el sepulcro de donde salió triunfante y resucitado. Esto se aplica a Benito también en dos aspectos: la vida monástica es una muerte simbólica al mundo exterior para practicar un género de vida comunitaria interior y aislado, y la historia que cuenta Gregorio Magno, dice que Benito murió en el Oratorio, durante la Eucaristía, mientras recibía la comunión; el arte benedictino lo representa ya anciano, sostenido por los hermanos Plácido y Mauro.

La copa y el pan –como ya comentamos-, son siempre símbolos eucarísticos; sin embargo, la serpiente y el cuervo representan respectivamente –anécdotas aludidas en el II Libro de los Diálogos-, se trata del veneno (la serpiente) y los instintos destructivos de la naturaleza humana (el cuervo) dominados por la conciencia y la madurez en Gracia. Hay un interesante trasfondo mucho más antiguo en interpretaciones herméticas pre-cristianas –y no por ello necesariamente condenables-, de estos símbolos. La copa y la serpiente también aparecen en la iconografía de San Juan Evangelista, y representan el conocimiento divino. Los cuatro símbolos podrían representar los cuatro elementos: la serpiente a la tierra; el cáliz, al agua; el cuervo, al aire, y el pan, al fuego, cuyo producto es.

Las columnas -si se ven como tales-, se remiten inmediatamente -desde una interpretación hermética, a las del Templo de Salomón: Booz y Yakín, que están representadas por las dos torres en todo templo cristiano que las tenga. Benito fundó una comunidad cristiana, lo dice él desde las primeras letras de la Regla: “Vamos a establecer aquí una escuela del servicio divino…” (el significado en latín, permite también traducir: “taller” en vez de “escuela”); por lo tanto, ambas columnas son la fundación constructiva simbólica de la obra de San Benito.

7.b. Interpretación del Anverso.-
Al centro del círculo va una cruz griega, esto es: de poste y travesaño equimétricos o que tienen igual medida, y que se puede inscribir dentro de un cuadrado. En el poste o línea vertical, van inscritas las siglas: C.S.S.M.L. y en el travesaño (horizontal, o “brazos”), las siglas: N.D.S.M.D., que representan dos versos latinos heptasílabos, con rima consonante, que se interpretan como: CRVX SACRA SIT MIHI LVX / NON DRACO SIT MIHI DVX –“La Cruz Sagrada sea para mí la Luz, no sea el Dragón conductor (caudillo) para mí”. Otra interpretación –quizá menos afortunada, sea la que hace leer el primer hemistiquio: Crux Sancta sis mihi Lux –“Cruz Santa, seas tú mi Luz”.

En los cuatro cantones o ángulos interiores de la cruz, pueden leerse sendas iniciales: C:S:P:B: , CRVX SANCTI PATRIS BENEDICTI ("La Cruz del Santo Padre Benito”).

En torno a la medalla, hay un cintillo igualmente circular, que ostenta otras siglas latinas que han de leerse, comenzando de arriba abajo y de derecha a izquierda, siguiendo la circunferencia, como cuatro versos con rima asonante a/a, a/a – i/a, i/a: V.R.S./ N.S.M.V. / S.M.Q.L. / I.V.B., que –con pocas variantes, se interpretan: VADE RETRO SATANA / NVNQVAM SVADE MIHI VANA—SVNT MALA QVAE LIBAS / IPSE VENENA BIBAS. La variante más conocida diría: “Non suadeas mihi vana” e “Ipse Venenum Bibas”. La traducción castellana sería: “Retírate Satanás / no me disuadas de tus vanidades – Son venenos lo que derramas / tus mismos venenos bebas".

En el tope superior de la medalla suele inscribirse, alternativamente, una de estas dos ternas de siglas: IHS (antigua forma de escribir las tres primeras letras del nombre de Jesús en griego), ó PAX (“Paz” en latín), o bien el refrán benedictino: ORA ET LABORA (“Ora y trabaja”). En el tope inferior –con menos frecuencia, pero con igual propiedad-, se suelen escribir las siglas: U.I.O.G.D., ó V.I.O.G.D. : VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS (“Para que en todo sea Dios glorificado”). Esta frase aparece en el capítulo 57 de la Regla, que habla sobre los artesanos en el monasterio, la ha tomado Benito de la Biblia, de I Pedro 4: 11, pero leamos el contexto de la cita bíblica:

”Cada uno de ustedes ha recibido un don especial, úsenlo sirviéndose –los unos a los otros-, como buenos administradores de la gracia de Dios que se manifiesta en muchas formas. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos.”

(I San Pedro 4: 10 y 11).

Benito pide que nadie se envanezca por prestar un servicio especial a la comunidad, sino que incluso los precios a los que se venda el trabajo de los monjes-artesanos (una silla, una cesta, una pieza de alfarería…), se den más bajos que en la calle, para que no sólo por la oración, sino por el trabajo también, se glorifique a Dios. De aquí que toda obra de monjes benedictinos, lleve grabada o inscrita de cualquier otra forma, la sigla: U.I.O.G.D.

Cuando en la medalla aparecen juntos los dos lemas benedictinos, la lectura es bellísima: ORA ET LABORA VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS (“Ora y labora, para que en todo sea Dios glorificado).
La medalla fue acuñada por primera vez en 1880 para conmemorar el decimocuarto centenario del nacimiento de San Benito; se le llamó por ello, “Medalla del Jubileo”; su origen exacto, sin embargo, es desconocido, y quizá haya que reconocer un ingrediente de superstición en él.
En 1647, durante un juicio por brujería en Natternberg, cerca de la Abadía de Metten, en Bavaria, las mujeres acusadas, testificaron que no tenían poder alguno sobre Metten, ya que estaba bajo la protección de la cruz. Durante una investigación se halló un cierto número de cruces pintadas en los muros de la abadía, con las letras que ahora vemos en las medallas de San Benito; sin embargo, su significado se había perdido.
Eventualmente, fue hallado un manuscrito del año 1415, que contenía una imagen de San Benito que sostenía un rollo en una mano, y un báculo con un remate de cruz en la otra. Ambos objetos llevaban escritas las palabras correspondientes a las iniciales de las cruces. Comenzaron entonces a acuñarse medallas en Alemania, que se difundieron por toda Europa. La medalla fue aprobada –primero-, por el Papa Benedicto XIV en los Breves del 23 de Diciembre de 1741, y del 12 de Marzo de 1742.
















Notas:
1. ^ Llamada a la existencia por el Papa León XIII's, mediante el Breve Apostólico Summum semper, del 12 de julio de 1893. Véase: OSB-International website.2. ^ Ver: Life and Miracles of St. Benedict (Book II, Dialogues), traducido por Odo John Zimmerman, O.S.B. y Benedict R. Avery, O.S.B. (Westport, CT: Greenwood Press, 1980), p. iv.3. ^ Ver: Schuster, Ildephonso Saint Benedict and His Times, Gregory J. Roettger, trans. (London: B. Herder, 1951), p. 2.4. ^ Ver: Mauskopf Deliyannis, Deborah, editor, Historiography in the Middle Ages (Boston: Brill, 2003), pp. 1-2.5. ^ Calendarium Romanum (Libreria Editrice Vaticana), p. 1196. ^ Catholic World News: “St. Benedict and the key to European unity”.Further reading
Bibliografía:
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ii. Canham, Elizabeth. Heart whispers: Benedictine wisdom for today. Nashville: Upper Room Books, 1999. Explica como vivir hoy las líneas de espiritualidad benedictina. Popular entre grupos de studio femeninos.
iii. Chittister, Joan, O.S.B. The Rule of Benedict: Insights for the Ages. New York: Crossroad Publishing Company, 1992. Comentario contemporáneo sobre la Regla de San Benito por una prominente comentarista y conferencista benedictina. Disponible en castellano.
iv. Cornell, Tim. The Beginnings of Rome: Italy and Rome from the Bronze Age to the Punic. London: Routledge, 1995.
v. Davis, Henry, S.J., trans. St. Gregory the Great: Pastoral Care. NY: Newman Press, 1978. Traducción de esta clásica explicación de los deberes pastorales.
vi. Deferrari, Roy J., trans. Saint Basil: The letters. 4 vols. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1970-1988. Buena traducción inglesa de una de las fuentes de inspiración directas de Benito.
vii. Deliyannis, Deborah Mauskopf, ed. Historiography in the Middle Ages. Boston: Brill, 2003. Colección de ensayos.
viii. Doyle, Leonard J., trans. The Rule of St. Benedict. Collegeville, MN.: The Liturgical Press, 2001. Retiene el género masculino del original, una de las traducciones inglesas más completas y útiles de la Regla. Aparecida en 1948, ha seguido reimprimiéndose cada año.
ix. de Dreuille, Mayeul, O.S.B. The Rule of St. Benedict: A Commentary in Light of World Ascetic Traditions. New York: Paulist Press, 2002. Texto que coloca la Regla, inteligentemente, en un contexto global.
x. Eberle, Luke and Charles Philippi, trans. The Rule of the Master. Kalamazoo, MI: Cistercian Publications, 1977. Primera traducción inglesa de la versión italiana de la RM.
xi. Evans, G. R. The Thought of Gregory the Great: Cambridge Studies in Medieval Life and Thought. Fourth Series. Cambridge: Cambridge University Press, 1986. Revisión anotada del pensamiento de este Padre eclesiástico.
xii. Fry, Timothy, O.S.B., ed. RB1980: The Rule of St. Benedict in English: In Latin and English with Notes. Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1981. Frecuentemente referida como: “RB80” o “RB1980,” la versión masculina standard.
xiii. Gregg, Robert C. Athanasius: The Life of Antony and the Letter to Marcellinus. Mahwah, NJ: Paulist Press, Inc., 1980.
xiv. Gregory the Great. Dialogues. Odo John Zimmerman, O.S.B. NY: Fathers of the Church, Inc., 1959.
xv. The Life of St. Benedict (Book II, Dialogues). Hilary Costello y Eoin de Bhaldraithe, traductores. Comentario de Adalbert de Vogüé, O.S.B. Petersham: St. Bede’s Publications, 1993.
xvi. Life and Miracles of St. Benedict (Book II, Dialogues). Odo John Zimmerman, O.S.B. y Benedict R. Avery, O.S.B., traductores. Westport, CT: Reprint. Greenwood Press, publicantes, 1980. Reimpresión de una excelente, traducción erudita publicada por St. John’s Abbey Press, (Collegeville, MN, 1949).
xvii. Life and Miracles of St. Benedict (Book II, Dialogues). Traducción auspiciada por la Orden de San Benito, en línea. http://www.osb.org/gen/greg (adaptada para hipertexto por el H. Richard, julio 2001, e ilustrada).
xviii. Life and Miracles of St. Benedict (Book II, Dialogues). Trad. de Edmund G. Gardner, 1911.
xix. Patrologia Latina. Ed. Jacques-Paul Migne. Volumes 75-79. Paris: Imprimerie Catholique, 1841-1864. Textos latinos del siglo XIX de la obra de Gregorio, el II Libro de los Diálogos se halla en el volumen 66). Ediciones del s. XX de éstos, se hallan en Corpus Christianorum, Series Latina. Vols. 140-144. Turnhout, Belgium: Typographi Brepols, 1953-.
xx. Halsall, Paul, ed. Internet Medieval Sourcebook. NY: Fordham University Center for Medieval Studies.
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xxii. Heffernan, Thomas J. “Christian Biography: Foundation to Maturity.” En Historiography in the Middle Ages. Ed. Deborah Mauskopf Deliyannis. Boston: Brill, 2003. 115-154.
xxiii. Hodgkin, Thomas. Italy and Her Invaders. VIII vols. Oxford: Clarendon Press, 1892-1899. Por un historiador, arqueólogo y cronista que trata de complementar la obra de Edward Gibbon’s.
xxiv. Kardong, Terrence G., O.S.B. Benedict’s Rule: A Translation and Commentary. Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1996. Primera traducción inglesa –comentada-, de línea-exegética de toda la Regla.
xxv. Markus, R. A. Gregory the Great and His World. Cambridge: Cambridge University Press, 1997.
xxvi. McCann, Justin, O.S.B. Saint Benedict. London: Sheed and Ward, Ltd., 1979. Una vida de Benito, escrita por un monje del siglo XX, maestro de Literatura Clásica educado en Oxford.
xxvii. Mork, Wulstan, O.S.B. The Benedictine Way. Petersham: St. Bede’s Publications, 1987. Disponible en castellano.
xxviii. O’Donovan, Patrick. Benedict of Nursia. New York: HarperCollins Publishers, 1984.
xxix. Schuster, Ildephonso. Saint Benedict and His Times. Gregory J. Roettger, traductor. London: B. Herder, 1951. Ayuda a recrear el ambiente histórico y cultural de San Benito.
xxx. Srubas, Rachel. Oblation: Meditations on St. Benedict's Rule. Brewster, MA: Paraclete Press, 2006.
xxxi. Straw, Carole. Gregory the Great. Berkeley: University of California Press, 1991.
xxxii. Swan, Laura. The Benedictine Tradition. Spirituality in History Series. Collegeville, MN: The Liturgical Press, 2007. Antología de benedictinos famosos y no tan famosos.
xxxiii. de Waal, Esther. A Life-Giving Way: A Commentary on the Rule of St. Benedict. Collegeville, MN: Liturgical Press, 1981. Por una aterrizada erudita que vive en una pequeña cabaña en los límites entre Gales e Inglaterra (antigua historiadora conferencista en Cambridge, y experta en Cristianismo celta). Un clásico.
U.I.O.G.D.

1 comentario:

Argeseth dijo...

Estaba de vacaciones pero he vuelto a "conectrame".
Un poco larga la entrada de hoy, pero muy ilustrativa.
Un abrazo.