lunes, 30 de noviembre de 2009

La Mujer en la Iglesia
Una breve exploración por la Biblia,
la liturgia y las actitudes culturales.
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Hace poco hemos visto y oído magníficos ejemplos de la liturgia y la espiritualidad de la Iglesia Ortodoxa, analizando el significado del Himno de los Querubines y un vídeo del mismo.
Un detalle que para otros puede pasar desapercibido, no lo pasó para nuestra hermana y amiga Anita Del Águila, de la Diócesis de Cuernavaca: “¿Por qué hombres y mujeres en el Templo están sentados por separado?” Bueno, es que –en realidad-, tampoco están sentados, sino de pie; el culto en las iglesias orientales es de pie, y prácticamente no hay sitio en donde sentarse, salvo algunas sillas o bancas para los ancianos, las mujeres embarazadas y los enfermos; aún cuando esto ha cambiado mucho en las iglesias ortodoxas y otras orientales en Occidente.

ARRIBA, DERECHA:
Jesús sana a la Mujer con flujo de sangre:
Grabado al acero . Pintor.- B. West;
Grabador.- W. Holl.
Fisher, Son & Cº Londres y París, 1850.
16,2 cm X 11,4 cm.



Pero volvamos a la pregunta:
¿por qué separar hombres y mujeres en las iglesias?
Muchas iglesias –aunque cristianas, inconsciente, subconsciente, o convenencieramente, mantenemos de modo selectivo, algunas ideas del Antiguo Testamento que a veces ya ni los propios judíos estilan. Dado el estatuto de impureza legal de las mujeres en el judaísmo a causa de la sangre (por la menstruación, etc.), en general la mujer es --en el judaísmo ortodoxo--, considerada “impura”. (Véase el Libro del Levítico, todo el capitulo 15, pero especialmente los versículos 19 a 33).
Los cristianos ortodoxos –parte de cuya ceremonia eucarística hemos visto en el vídeo-, conservan muchas cosas de ese tipo, de hecho, una mujer ortodoxa “sabe” que no debe comulgar si está en los días de su periodo. Me frustra hablar de estas cosas que considero indignas, sin embargo, entiendo bien que hay que respetar la mentalidad y los procesos de madurez de las personas.
De hecho, la idea iba más lejos en la antigüedad cristiana, había que separar a las mujeres para evitar la “distracción” de los hombres en la iglesia (¡tan inmaduros los pobres!), de aquí viene que Santa Sofía de Constantinopla, y muchas iglesias construidas durante el periodo del Imperio Bizantino (sobre todo en el siglo VI), en lo que hoy es Turquía, en Siria, Grecia, los Balcanes y algunas partes de Italia, tengan un matronio o gineceo (= "lugar para mujeres"), que es una galería (una especie de "mezanine", o como los coros altos de las iglesias que conocemos en México, sólo que corrido por todo lo largo del templo).
Vistas del gineceo o matronio de Santa Sofía:
En la primera imagen, vemos dos columnatas, una a cada lado de la nave del templo, éstas sostienen la galería que se llama en griego: gynaikaios ("gineceo"), y en latín: matronium. En el plano del corte longitudinal que sigue, podemos apreciarlo con mayor cleridad estructural; y en la tercera imagen, los rayos del sol inundan una parte del gineceo ubicado bajo una exedra o media cúpula. Los tondos con inscripciones del Corán en lengua y escritura árabe son, desde luego, testimonios no del cristianismo ortodoxo, sino de la época de la dominación musulmana turca, posterior a 1453.

















Las iglesias anglicanas y protestantes del periodo georgiano (fines del XVIII y principios del XIX, conservaban esa galería alta, pero la usaban para amontonar allí a los pobres o a los negros y a otras “gentes despreciables” que no tenían derecho a adorar a Dios parejo con la “gente decente”... linda costumbre, ¡verdad?, como que un tipo de discriminación jamás viene sólo, sino que siempre implica otros más.
Hasta antes del Concilio Vaticano II, en la Iglesia Católica Romana, también se observaba la costumbre de separar mujeres y hombres. Basta preguntar a cualquier persona que pase los 70 años, si se acuerda que las mujeres se sentaban “del lado de la Epístola”, y los hombres “del lado del Evangelio”, es decir: al lado correspondiente al que el mismo sacerdote leía esas lecciones –no de cara al pueblo en el atril o en el ambón, sino en el mismo altar, de espaldas al pueblo, en latín, y sólo cambiando de lado el Misal donde éstas venían impresas (¡qué creativo!, ¿verdad?).
Los anglicanos también le hemos entrado
al juego machista y destructivo.
Otras formas de discriminación: Los anglicanos no nos quedamos atrás; apenas en 1979 quedó abolido el uso del Libro de Oración de 1928 que contenía la ceremonia de The Churching of a Woman... , esto es: la "Introducción en la Iglesia de una Mujer después de haber dado a luz". Esta ceremonia, supuestamente se basaba en el hecho de que la Siempre Bendita Virgen acudió, a sus cuarenta días de alumbramiento-, al Templo de Jerusalén a la ceremonia de Presentación del Niño Jesús, y a la suya propia de “purificación” (San Lucas 2: 22-24 y siguientes), en cumplimiento de la ley del Antiguo Testamento (Levítico 12: 1-8). Por cierto que la Iglesia Ortodoxa –y otras orientales-, conservan en sus eucologios o sacramentarios, ceremonias análogas.


"Esta" es mi vocación": La Revda. Gladys Elisa Vásquez -ecuatoriana, anteriormente miembro del clero de la Diócesis del Sureste de México, y hoy nuevamente en su tierra natal. La mujer tiene un llamado al sacerdocio, de lo cual Gladys ha sentado un precedente realizándose como clériga. El Obispo Luis Fernando Ruiz -de la Diócesis del Ecuador Central-, ha comentado que la verdadera unidad entre las iglesias "llegará cuando se acepte la igualdad de género." Foto: http://www.metrohoy.com.ec/2495-la-unidad-de-las-iglesias-no-sera-posible-sin-ellas.html


Pero no basta: en plena Conferencia de Lambeth 2008 –uno de los instrumentos de unidad de la Comunión Anglicana que consiste en una reunión de los obispos cada diez años-, las esposas y cónyuges varones de los obispos y obispas, han dado testimonio –en el proceso de diálogo denominado Indaba-, de la presencia de violencia intrafamiliar de parte de algunos sacerdotes y obispos anglicanos. Son dos noticias: la mala, que hay violencia y machismo incluso en el clero (especialmente entre algunos que más se preocupan de la “moralidad”), y la buena, que esta familia eclesial anglicana sabe que el diálogo abierto y dinámico es la base para enfrentar y resolver nuestros problemas.
Vamos pensándole: cuando en la Iglesia (anglicana) la gente suspira por la edición del Libro de Oración Común de 1928, ¿qué es lo que tienen en “su-cabecita”...?: o bien no conocen todo el contenido de esa liturgia, o ignoran lo que significa y contiene aún ese libro, o bien, sí lo saben y quieren regresar a ese horroroso estado mental y situacional de cosas donde la condición femenina es considerada algo: imperfecto, sucio, bajo, pecaminoso, y el hecho de menstruar o haber dado a luz hace impura a una mujer, cuando –bajo otro análisis-, habría que considerarlo signo de fecundidad, amor y vida… Figuraos nomás, mis hermanos: impura por 40 días si habías dado a luz un varón, y ¡por 80...!, si había sido una niña. Y además, el sacrificio del cordero o las tórtolas se hacía ¡por el pecado…! del flujo de sangre… un texto así no puede uno tragarlo de manera fundamentalista, sin discernimiento, sin análisis. (Favor de volver a revisar Levítico 12: 1-8).
El hecho de que la Biblia contenga cosas como ésa, no significa que haya que seguirlas, porque la Biblia no es ni ha de ser manual de moral; y hay que acordarse que en la Iglesia debemos balancear tres cosas: la Escritura, la Tradición, y la Experiencia de las personas del pueblo de Dios. Dicho de otra manera, que los vehículos de la Palabra de Dios son –en la Iglesia- al menos estos tres: Biblia Tradición, Experiencia del Pueblo de Dios. La propia Biblia es un ejemplo de esta dinámica, y de que lo que se dijo de un modo en una época, luego se superó en otro –en el mejor de los casos, en el amor.


"Con sólo tocar el borde de su manto, me salvaré..."

Nuestro Señor Jesucristo nos dio una muestra de su actitud liberadora (sí: dije “liberadora”) ante la Mujer, precisamente en el caso de aquella señora (San Lucas 8: 42b—48) que padecía un tremendo flujo de sangre (de esos previstos en Levítico 12), y que se le acercó queriendo tocarle siquiera el manto, ¿por qué el manto?, pues porque bien sabía la pobre que –de haberse acercado de frente-, habría sido muy probablemente rechazada con escándalo y violencia como impura y atrevida a tocar a un santo rabino y maestro de la Ley. Creo que basta leer el bellísimo pasaje evangélico para considerar la actitud compasiva, abierta y de franca comunión de Jesús hacia esta –ciertamente atrevida-, y valiente mujer.
Cuando leo: “La mujer, al ver que no podía esconderse, fue temblando a arrodillarse a los pies de Jesús…”, pienso en la desesperación de tantas mujeres que quisieran ocultarse, cubrirse la cara, aniquilarse a sí mismas, con tal de no seguir sufriendo el trato estúpido, “troglodita”, grosero y cruel que tantas estructuras machistas –como modelos familiares, modelos de sociedad, estado e iglesia, e incluso otras mujeres o bien cegadas y alienadas o sencillamente convenencieras-, les han dado.
San Pablo dice que “...en Cristo no hay: judío ni griego, esclavo ni libre, ni hombre ni mujer...” (Gálatas 3: 27 y 28), él no está negando las diferencias que nos enriquecen, sino declarando que las discriminaciones, maltratos y odios entre personas diferentes por sexo, raza, religión, clase social, etc., deben desaparecer cuando de veras has abrazado a Cristo y has elegido “seguirle y obedecerle como tu Señor”.
Hace unos días, otros amables amigos: la Dra. Celina Vázquez-Parada y su esposo el Dr. Wolfgang Vogt –catedráticos de la Universidad de Guadalajara-, me invitaron a exponer, como se nos ha hecho costumbre, la historia y las características de la Iglesia Anglicana y de la Iglesia Ortodoxa (esto último, a falta de una persona cristiana ortodoxa calificada que pueda hacerlo regularmente en esta ciudad). Hablando sobre la problemática del status de la Mujer en la Iglesia y en la sociedad, y de la cuestión homosexual en la religión –y a propósito de los problemas al interior de la Comunión Anglicana, la Dra. Vázquez-Parada señalaba que el problema de fondo es la situación de la mujer; yo, a mi vez, señalaba que parte esencial de la causa del rechazo hacia las personas homosexuales consiste en la falsa creencia machista de que el hombre homosexual sea un varón que ha abdicado o renunciado a su status (“honorable” y “superior”) de masculinidad y adoptado un papel “inferior”, el femenino, he ahí dos problemas: adoptar esa creencia simplista y falsa (por incompleta) sobre la homosexualidad, y ponerle como base una creencia igualmente falsa y todavía más inicua y destructiva: la inferioridad, impureza, suciedad, debilidad, etc. de la condición femenina.
Anita Del Águila nos envía un hermoso vídeo sobre la belleza del rostro femenino en el arte. Se comenta que ha sido visto por más de 5.3 millones de visitantes en You Tube y ha causado más de diez mil comentarios en dos meses. Creo que sería aún más hermoso si –a los jóvenes rostros de mujeres blancas-caucásicas- se añadieran otras asiáticas, indígenas americanas, negras, australes, y no sólo jóvenes, sino también ancianas, y también el rostro de mujeres humildes y pobres. Aquí va el enlace: http://www.artgallery.lu/digitalart/women_in_art.html, gracias Anita, por el envío, y por detenerte en detalles que nos ayudan a razonar tantas cosas importantes en nuestra fe y nuestra vida de creyentes.



U.I.O.G.D.
“…Para que en todas las cosas sea Dios glorificado”

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