Rescatando la Biblia de un manejo fundamentalista.
Por el Padre Miguel Zavala-Múgica+
Diócesis del Occidente de México.
(04.Enero.2008)
Debo advertir que escribo esto como un desacuerdo con un texto reenviado que pertenece a un autor evangélico: Jorge Galli (texto que reproduzco por entero –más abajo-, citándolo en negrita), mi punto no es que sea evangélico, sino la manera como explica un pasaje de la Biblia; y me parece que se trata de un ejemplo de lo que NO debe hacerse con la Santa Escritura. Ojalá nos sirva como un estudio bíblico eficaz.
Análisis del comentario: eiségesis y exégesis.
Para empezar, no se nos advierte que el texto sobre el que se medita es la Carta a Filemón. Lo que hace este autor se llama eiségesis, y es una manera de manipular un texto aplicándole (desde fuera hacia adentro) elementos referentes a valores o ideas que un maestro o predicador necesita destacar en un sermón o estudio bíblico; en otras palabras: “acarrea agua a su molino”, y hace decir al texto bíblico lo que él necesita que diga (o en casos peores, lo que al intérprete le conviene que diga).
Se trata de la misma mecánica que ejecutan los intérpretes fundamentalistas, y por eso es muy importante que nos percatemos de ella siempre que la veamos aparecer.
La eiségesis es lo contrario de la exégesis, que es el método interpretativo correcto, y que consiste en “dejar hablar al texto”, extrayendo (de dentro hacia afuera) los elementos importantes que nos permitirán saber cuál sea su significado.
A las personas que oyen o leen una reflexión bíblica, pueden no interesarles los detalles del análisis literario (idioma, giros del lenguaje, quién le habla a quién, quiénes son los personajes que participan, en qué circunstancias se desarrolla la historia, en qué género y/o estilo literario se habla, etc.), ni los del análisis histórico (de nuevo: el idioma, la época del escrito, la época de referencia, etc.).
Sin embargo, el pastor, sacerdote, teólogo o maestro que expone un texto para meditar o enseñar, sí está obligado a tener en cuenta todo lo anterior, independientemente de que lo haga explícito en su estudio, sermón o meditación.
Vamos a ver esto punto por punto en el texto de Galli:
1.- En este primer párrafo, el expositor muestra el problema (moral y abstracto, por cierto), del que le interesa hablar.
Hay días en los que nuestros niveles de susceptibilidad emocional parecen estar al borde de la crisis. Basta un mínimo incidente para producir un torrente de volcánicas agresiones. Tan pronto como pasa el momento del arrebato y de la furia loca, nos damos cuenta del daño causado. Se inicia entonces el costoso proceso de reparar lo que hemos destruido.
2.- Luego trae la Escritura (la Carta a Filemón) en apoyo del problema que a él le interesa; pero ¿el texto bíblico dice algo que permita afirmar que "Onésimo había obrado locamente"?
Onésimo había obrado locamente y ahora estaba sufriendo.
3.- En el siguiente párrafo -lo mismo que en el anterior-, el intérprete usa el texto bíblico para apoyar su interés moral. La reflexión de Galli es apropiada, sus valores son buenos, pero: ¿el texto de la Carta a Filemón significa lo mismo?, ¿apoya lo que él quiere decir? en otras palabras: ¿viene al caso? (los subrayados en el texto siguiente, son míos).
Cuando Pablo se hizo cargo de su discípulo, lo puso de cara frente a su falta. El cristianismo no está para que los creyentes escapen de su pecado, sino para enfrentarlo y superarlo. Pablo amaba a Onésimo como a un hijo, dio su cara por él, pero no cayó en la trampa del amiguismo, ocultando errores propios y ajenos.
Hasta aquí el texto de Galli. Parece que la Carta a Filemón no es el texto apropiado para sustentar el asunto que el hermano Galli se propone; pero para eso, es importante leer el texto bíblico antes, con todo cuidado. La Carta a Filemón pertenece al grupo conocido como “Epístolas de la Cautividad”, y que se suponen escritas por San Pablo en prisión; es una epístola de un único y breve capítulo, uno de los textos más breves de toda la Biblia. Leámosla entera, pues, en la versión Reina/Valera 1960 (muchas otras versiones pueden ser igualmente aceptables).
Filemón
Capítulo Único.
1 Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro, 2 y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa: 3 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
4 Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones, 5 porque oigo del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos; 6 para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús. 7 Pues tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos. 8 Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, 9 más bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo; 10 te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, 11 el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil, 12 el cual vuelvo a enviarte; tú, pues, recíbele como a mí mismo. 13 Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar tuyo me sirviese en mis prisiones por el evangelio; 14 pero nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario. 15 Porque quizás para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; 16 no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor. 17 Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. 18 Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta. 19 Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también. 20 Sí, hermano, tenga yo algún provecho de ti en el Señor; conforta mi corazón en el Señor. 21 Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo. 22 Prepárame también alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido. 23 Te saludan Epafras, mi compañero de prisiones por Cristo Jesús, 24 Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores. 25 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
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Breve comentario exegético.
Desde el inicio de la carta, Pablo muestra familiaridad con Filemón y con las personas a quienes envía saludos por medio suyo. Es posible que –a semejanza del Arquipo a quien menciona-, Filemón sea un creyente que hospeda una comunidad cristiana que se reúne en su casa. Pablo deja ver que Filemón es un hombre de bien porque “por ti... han sido confortados los corazones de los santos”, y a quien le tiene una confianza, casi absolutamente paternal.
En la cárcel Pablo ha convivido con Onésimo quien –a juzgar por lo que más adelante se dice-, parece ser un esclavo fugado de la casa de Filemón. Le ha engendrado “en cadenas”, según la traducción literal del griego, lo cual indica que –posiblemente-, aquél no era cristiano aún, o bien, le ha bautizado en la cárcel misma.
La frase: “...en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil”, es un juego de palabras con el nombre de Onésimo, que significa justamente: “útil”, y que permite percatarse de que Onésimo es -al menos-, un sirviente de Filemón, aunque -más adelante-, veremos que Pablo se refiere a él claramente como a un esclavo.
La esclavitud en el Imperio Romano.
Hay que situar la epístola en su tiempo (el siglo I d.C.), y recordar que la esclavitud era una institución del todo básica en el Imperio Romano, dentro del cual Jesús, los Apóstoles y –por ende-, Pablo mismo –junto con Onésimo, Filemón y sus amigos-, vivieron. Un esclavo fugitivo –como parece ser Onésimo-, era reo de alta traición, su delito amenazaba los fundamentos mismos del sistema imperial, sólo el amo “agraviado” era capaz de retirar los cargos, puesto que tenía –lo mismo que el paterfamilias-, plenos derechos de vida y muerte sobre su mujer, toda su descendencia y sus esclavos (salvo los empleados que fueran libres o libertos).
Por cierto, la palabra familia –tan querida para nosotros y asociada a valores de solidaridad, ternura y apoyo-, filológicamente procede del plural de la palabra latina fámulus / fámula (= “sirviente”), esto es: se refería al conjunto de sirvientes de un ciudadano romano casado y con hijos (paterfamilias).
La razón para establecer que Onésimo haya sido un esclavo fugitivo, es que la cárcel no parece que haya sido el lugar corriente de castigo para un esclavo que hubiera cometido faltas que, fácilmente, purgaría en la propia casa de su amo, o que lo enviarían a dos posibles destinos: el mercado de esclavos, o la muerte.
La cárcel podría ser dos cosas para Onésimo: o el medio por el cual fue interceptado en una fuga, o bien estaría sirviendo a Pablo por encargo del propio Onésimo, aunque esta última podría parecer menos factible.
¿Por qué podemos presumir que todo lo anterior fuese la situación del triángulo dramático: Filemón-Onésimo-Pablo? Porque, sencillamente, el propio Pablo protagoniza un incidente que pone muy de relieve el hecho de su ciudadanía romana (Hechos de los Apóstoles 22: 25-29). Resulta lógico que las relaciones sociales inmediatas de Pablo fuesen otros ciudadanos romanos, ya de origen judío o pagano; en todo caso, estos ciudadanos tenían el derecho a la posesión y propiedad de esclavos, y ese es –probablemente-, el caso de Filemón.
Conociendo ya la situación del esclavo en el mundo romano, podemos inferir que Pablo hace un verdadero escarceo diplomático (ejerce sus "buenos oficios"), recomendándole con Filemón a Onésimo, y poniendo de por medio –con la sobrada vehemencia que en estos casos caracterizaba a Pablo-, los favores recibidos por Filemón de Pablo mismo.
Este recurso a la historia no es una eiségesis, puesto que contribuye a “dejar hablar” al texto, puesto que nos lo sitúa en su tiempo y contexto, información que no está explícita, sino implícita en el texto que analizamos.
Pablo preparando el Reino de Dios antes que persiguiendo pecados.
Pablo es respetuoso de la decisión de Filemón; sabe que, legal y socialmente, todo obra en contra de Onésimo; además sabe que gana más estimulando a Filemón a que reciba a Onésimo de propia voluntad: “nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario”.
Veamos esta porción de la Carta a Filemón:
“...para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor”.
Tomemos ahora otro pasaje de San Pablo, como éste:
“...todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3: 27, 28),
Entonces podemos tener algo de luz sobre lo que Pablo se ha propuesto, y sobre el sentido más exacto de la Carta a Filemón.
Con una mente algo torcida y prostituida (la de muchos cristianos a lo largo de la historia), podría señalarse que la esclavitud está justificada, pues hasta el mismo Pablo la sanciona al ofrecerle a Filemón devolverle un esclavo fugitivo.
No estoy diciendo que Galli –autor del comentario que estoy criticando-, se sume a esa triste comparsa, pero sí creo que hay que establecer –primero-, que el sentido principal de las recomendaciones de Pablo a Filemón, es educarle en el sentido liberador (sí: liberador, aunque le pese a algunos) que tiene el pertenecer a Cristo, y el cambio de actitud interior que supone en los verdaderos creyentes.
El comentario del hermano Galli –que subraya “asumir el pecado” y señala la virtud de Pablo de no permitir “amiguismos”-, está enteramente fuera de lugar: precisamente lo que San Pablo está haciendo es interceder por Onésimo, y además ponerse en garantía suya ante Filemón; el centro temático de la epístola se interpreta correctamente a la luz de Gálatas 3: 27, 28.
Los únicos dos versículos que parecen apoyar el comentario del hermano Galli, son los siguientes:
“...si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta. Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también.” (18, 19).
Pero estas frases no son suficientes para hablar de alguna culpabilidad por parte de Onésimo; daños y deudas pueden reducirse a deudas no pagadas o a daños por trabajo no realizado, ni menos aún se justifica hablar aquí de “asumir pecados”, ni de que Onésimo fuese un pecador por el hecho de estar en la cárcel (caso que tampoco parece ser el de Pablo), menos aún si de verdad se trataba de un esclavo huido.
Más bien habría que colocarse en la perspectiva de Pablo en la Carta a los Gálatas y reconocer que el centro de la epístola (y que norma criterio ético cristiano) es el texto que dice:
"(...recíbele) para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado... ...tanto en la carne como en el Señor."
Como siempre, la primera regla que se debe seguir al intentar hacer exégesis de un texto (cualquiera que este sea), es no ceder a la tentación de respondernos la pregunta: “¿Qué me dice?” (eso nos pone a hablar a nosotros), sino preguntarse fielmente e intentar responder: “¿Qué dice?”, con lo cual dejamos hablar al texto mismo. Más adelante –sabiendo las posibilidades que el texto ofrece-, podremos discernir cómo se aplica esto a nuestra historia y a nuestras vidas.
U.I.O.G.D.
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