lunes, 17 de agosto de 2009

Lo que piensan los cristianos sobre...
El Infierno
Paul Evdokímov

(1901-1970)


Nació el 2 de agosto de 1901 en Petrogrado (San Petersburgo), en una familia de la aristocracia rusa. Llegó a Paris en 1923 y fue alumno del Instituto San Sergio. Casado en 1927 con una francesa de madre rusa, enviudó en 1945, y casó de nuevo en 1954 con una joven japonesa. Hospitalario artista organizó jornadas teológicas para jóvenes griegos. Ha sido uno de los más grandes teólogos modernos, y pertenece a la venerable tradición de teólogos laicos de la Iglesia Ortodoxa. Entre muchas otras obras, escribió La Mujer y la Salvación del mundo (1958), Gogol y Dostoievsky o el Descenso a los Infiernos (1961), Sacramento del Amor (1962), El Conocimiento de Dios en la Tradición Oriental (1965), Ortodoxia (1968), El Arte del Icono: Teología de la Belleza (1970). Murió el 16 de septiembre de 1970.



El infierno...
La concepción corriente de los sufrimientos eternos es sólo una opinión escolar una teología simplista de tipo "penitencial", que descuida la profundidad de textos como Juan 3:17 y 12:47. Lo que es inadmisible es imaginar que –junto al Reino eterno-, Dios prepara un infierno eterno, es decir, un fracaso del designio divino y una victoria parcial del mal. (...)
El V Concilio Ecuménico (Constantinopla II, 553) no examinó el problema de la duración de los sufrimientos infernales. El emperador Justiniano (que, en este caso, se parece a Jonás, decepcionado porque el castigo no tocó a las culpables), presentó al Patriarca su doctrina personal. A partir de ella, el Patriarca elaboró las tesis contra Orígenes, quien negaba los sufrimientos eternos. El Papa Virgilio las confirmó y, por error, se las atribuyó al V Concilio Ecuménico. Pero esta doctrina es sólo una opinión personal y la de San Gregorio de Nisa –que le es opuesta-, no fue jamás condenada.
El problema queda abierto, quizá suspendido de la caridad humana. San Gregorio de Nisa habla de la redención del diablo y San Gregorio Nacianceno, el Teólogo, habla de la apocatástasis (el retorno final y eterno de todo al Reino). San Antonio decía que la apocatástasis no era una doctrina, sino la plegaria para la salvación de todos. El que bajó a las regiones inferiores (infernales) de la tierra es el mismo que subió por encima de todos los cielos “para llenarlo todo" (Efesios 4: 9-10).
Mi actitud es luchar contra mi infierno, que me amenaza si no amo para salvar a los demás. La caridad de la Iglesia es ilimitada, ella porta y entrega el destino de los "rebeldes" entre las manos del Padre, y estas Manos, según San Ireneo, son el Cristo y el Espíritu Santo.
(Evdokìmov, Paul: Le Buisson Ardent Cap. IX, “L'eschatologie”. Paris: Lethie Ueux. 1961. (La Zarza ardiente Cap. IX “Escatología”).




U.I.O.G.D.


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