martes, 3 de junio de 2008

Selección de Noticias eclesiásticas.
Por Javier Aviña.

Hoy añadimos aquí -por primera vez-, una breve parte de los envíos que generosamente hace nuestro hermano Javier Aviña.


+ El 30 de mayo la Dra. Patricia Galeana, en su programa Temas de Nuestra Historia (Radio UNAM, 860 khz de AM, se transmite los viernes a las 9:30 AM) abordó el tema del laicismo y entre otras cosas trató el asunto de las dos espadas en el papa Gelasio I, informó sobre la posición que tenía el teólogo Ives Congar sobre este tema y recordó la decisión que tomó el presidente francés Valery Giscard d’Estaing cuando se tuvo que enfrentar, como católico, al tema del aborto. El programa se puede oír o descargar enhttp://www.radiounam.unam.mx/htm/temas.htm El programa se actualiza cada viernes y lo más probable es que esté sólo hasta el viernes 6 de junio.


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Domingo, mayo 18, 2008

PROCESO

La humillación de la Iglesia

Javier Sicilia.

Nada ha sido más pernicioso para la Iglesia que sus pactos con el poder. Desde que Constantino la colocó en el siglo IV al lado del Estado, el carácter gratuito, pobre, libre de Cristo se convirtió en una forma perversa del control mediante el poder.El que se vació de su divinidad para nacer en un pesebre y morir como un delincuente peligroso para el Imperio y el Estado de su tiempo; el que durante los tres primeros siglos fue un peligro para el Imperio porque los cristianos rechazaban las alcaldías, las gubernaturas y los magisterios militares, y sus mentes más lúcidas, como Tertuliano, señalaban que Estado e Imperio son necesariamente anticristianos, perdió parte de su fuerza cuando la mayoría de las autoridades eclesiales cayeron en la trampa de hacer del cristianismo una religión oficial. Con ello, la pobreza evangélica, el no sometimiento a ninguna autoridad y la libertad del amor, fueron humillados por el boato, los privilegios y la corrupción. Desde entonces, la historia de la Iglesia se volvió compleja y difícil. Frente a una alta jerarquía corrompida, administrativa y controladora al servicio del Estado y sus poderes, un sinnúmero de movimientos que aún mantienen vivo el espíritu evangélico se han debatido bajo esas aguas turbias. Desde los padres del Desierto, que le dieron la espalda al pacto con Constantino, hasta los movimientos de la Teología de la Liberación y los más espirituales, como los de El Arca de Lanza del Vasto, la vida de la Iglesia ha sido una lucha entre la humillación por el poder y la vuelta al espíritu evangélico.En México no ha sido distinto. Las mismas pugnas la han desgarrado: Junto a los grandes obispos –esos que, como lo señaló Cortés cuando pidió al rey el envío de franciscanos, “dan mal ejemplo”– y sus pactos con los encomenderos, los virreyes, los nostálgicos del Imperio, los que hacen componendas con el Estado laico y, actualmente, con el capital financiero, han estado hombres como Pedro Lorenzo de la Nada, Las Casas, extraños obispos como Méndez Arceo, Lona, Ruiz y Vera, e incontables seres anónimos que –ajenos a la prensa y a la historia que confunden Iglesia (Pueblo de Dios) con jerarquía y poder– revientan en los arrabales dando testimonio del amor de Cristo.Estos últimos obispos sólo fueron posibles gracias a un hombre del poder que por las peores razones le devolvió su función a la Iglesia: Benito Juárez. Al apartarla del poder, con las Leyes de Reforma, la obligó a volverse evangélica, a buscar su rostro en el Cristo pobre, a ser una Iglesia antiestatista, antimilitarista y, diría yo, contemplando a Cristo desafiar al Sanedrín y al Imperio, anarquista. Sólo la derecha, aquella que, decía François Mauriac, “tiene los ojos reventados”, no pudo comprender y, nostálgica de los privilegios que su alianza innatural con Constantino le trajo, quiso continuar corrompiendo el Evangelio.La derecha está ciega. Obnubilada por el dominio y un retorno al orden cristiano –que sólo puede volver al precio de sus pactos con un poder mucho más corrompido que el de la época de los grandes emperadores y de los grandes reyes: el del capital, el de Mammón, tan señalado por Cristo–, se ha vuelto, como los saduceos de la época de Jesús, moralina hacia afuera y corrupta por dentro. Los rostros más claros en el ámbito secular son Felipe Calderón –no he visto a nadie traicionar más los ideales cristianos que a este hombre que antes de caer en el poder hablaba del personalismo de Mounier y exaltaba la subsidiaridad–, Santiago Creel, Emilio González Márquez, Juan Camilo Mouriño y los empresarios que han creído poder hacer convivir a Cristo con Mammón. Del lado de la jerarquía de la Iglesia están nuestros más altos prelados: los cardenales Norberto Rivera y Sandoval Íñiguez, y esas congregaciones que llevan extravagantes nombres como Opus Dei o Legionarios de Cristo.Si en sus inicios el Estado comenzó a dominar a la Iglesia y a obtener de ella lo contrario de su pensamiento de origen hasta llevarla al fascismo, hoy es la alianza con el dinero la que, en una vuelta de perversión mayor, domina también al Estado; el dinero, esa monstruosidad que un par de grandes católicos modernos –León Bloy y Giovanni Papini—, haciéndose eco de Cristo y de los primeros Padres de la Iglesia, definieron como “la sangre del pobre” y “el excremento del diablo”.Con los ojos reventados, la derecha, hija de la alianza innatural que hace siglos la Iglesia hizo con el Imperio, ha generado un mal sin precedentes en la historia humana: el del dinero y sus obras como bien. Este mal que los primeros cristianos llamaron el Anticristo –el que pervierte los dones de Dios haciéndolos pasar por obras de Dios– es el resultado de la corrupción de lo mejor que vino con el cristianismo. El resultado de un recurso al poder del dinero, a la organización, a la gestión, a las manipulaciones de todo tipo y a la ley para asegurar la presencia de lo que sólo puede llegar por la gratuidad, la libertad y la pobreza del amor; de aquello que sólo puede venir de quien, contra todo y pudiéndolo todo, renunció y se opuso al poder para vivir dentro de los límites de la libertad y de la confianza no en Mammón ni en El Estado, sino en la pobreza del Padre.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
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EL PAIS
El Vaticano establece la excomunión automática para las mujeres sacerdotes.
También serán expulsados de la Iglesia quienes lleven a cabo tales ordenaciones.
EFE - Ciudad del Vaticano - 29/05/2008

"Tanto quien confiere el Orden Sagrado (ordena sacerdote) a una mujer como la mujer ordenada incurren en la excomunión latae sententiae (de manera automática)". Es lo que establece un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) hecho público hoy por el Vaticano.

Se trata del decreto general Sobre el delito de ordenación sagrada de una mujer, firmado por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal William Levada.
Esa disposición es válida también para todos los ritos en comunión con Roma, es decir, las iglesias de rito oriental que reconocen la autoridad del Papa, precisa el documento.
El texto aparece publicado en la edición de L'Osservatore Romano, el diario vespertino de la Santa Sede, que subraya que entra en vigor desde el momento de su publicación.
En años pasados mujeres de Suiza, Canadá, Estados Unidos, Austria y Alemania desafiaron al Vaticano y fueron ordenadas sacerdotes, ordenaciones que carecen de validez para la Iglesia Católica y sobre las que ahora pesa la excomunión.
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LA JORNADA, 28 MAYO
Bernardo Barranco V.
La asechanza laicista en México.
La tempestad provocada en Jalisco a raíz de la llamada “megalimosna” ha generado una ola de cuestionamientos sociales y mediáticos que ha desembocado en una posible auditoría solicitada por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión que analiza solicitar a la Auditoría Superior de la Federación (ASF) investigar las finanzas del gobierno de Jalisco, para determinar si existió un desvío de recursos públicos en favor de la Iglesia católica; no sólo se trata del donativo para el templo cristero sino apoyos a organizaciones sociales e iniciativas católicas (La Jornada, 25 de mayo de 2008). Sin que exista aún dictamen alguno, en días pasados la Secretaría de Gobernación se declaró “incompetente” para abrir una investigación, porque, según la subsecretaria Teresa Aranda: “En este caso no es un recurso federal”. Y efectivamente ni en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público ni en su reglamento figura sanción alguna para todo funcionario público que quebrante el carácter laico del Estado.
Sobre los apoyos económicos de los gobiernos a la Iglesia católica no hay nada nuevo en el hecho, sin embargo las repercusiones sociales, especialmente en el propio estado de Jalisco, han colocado al gobernador en situación crítica. Desde siempre ha reinado la discrecionalidad en los diversos donativos destinados a la Iglesia católica y lo legal se ha “acomodado” para facilitar transferencias de recursos financieros. Basta evocar cómo se construyó la actual Basílica de Guadalupe, el mismo Guillermo Schulenburg ha reconocido en sus memorias el apoyo determinante del gobierno de José López Portillo, el presidente que sólo creía en Hegel. Recordemos la transferencias de recursos en la época de Salinas de Gortari, por conducto del Pronasol, para mantener y reconstruir atrios y templos en diferentes plazas del país. La autorización para la conversión de deuda externa, los millonarios Swaps, para una fundación católica manejada por el jesuita José González Torres. Desempolvemos nuestra memoria para evocar que entre los regentes Óscar Espinosa Villarreal, por quien el cardenal Rivera “metió las manos al fuego”, y Manuel Camacho Solís entregaron el Nacional Monte de Piedad a una organización de laicos comprometidos y cercanos a la Iglesia para desarrollar y financiar obras altruistas con lo que se robusteció la red y las instituciones de asistencia privadas. No nos sorprendamos, existe una práctica concurrente en cada diócesis de apoyos, exoneraciones y estímulos de la mayor parte de los gobiernos locales en particular a la Iglesia católica. Son tan sólo unos ejemplos de dominio público. Mire usted, acaba de aparecer una nota en la que el obispo de Aguascalientes, monseñor José María de la Torre, se queja ante el gobierno de que un terreno de 500 metros cuadrados donado es insuficiente para construir ahí una iglesia, ¡qué se cree el gobernador!: “si no se trata de casitas del Infonavit”, dijo el prelado con enojo (Milenio, 27 de mayo de 2008).
Lo novedoso en el caso del donativo al santuario cristero en Jalisco es la repercusión y oposición de numerosas organizaciones de la sociedad civil, de intelectuales, círculos académicos y medios de comunicación. Hay más de 6 mil demandas ante la comisión estatal de los derechos humanos, manifestaciones callejeras e irritación social en un estado donde ha imperado tradicionalmente la religión católica. Paradójicamente la defensa del Estado laico se está dando en una región abrumadoramente católica; sin duda los excesos del cardenal Juan Sandoval Íñiguez han contribuido para catalizar la magnitud de la reacción.
Igualmente, esta situación ha desatado una torpe defensa desde algunos sectores de la Iglesia católica enfrentando una supuesta “conjura laicista anticlerical y anticatólica”; un ejemplo patético lo ofreció el último número Desde la Fe, el semanario de información católica, con un chapucero artículo titulado “5 mentiras sobre la megalimosna”. La ratificación del cardenal Juan Sandoval como arzobispo de Guadalajara por parte del papa Benedicto XVI puede enfervorizar dicha posición. Efectivamente el laicismo surge históricamente como reacción a un orden colonial, donde la Iglesia era parte central del Estado; en sus primeras etapas, dicho laicismo se nutrió del pensamiento liberal cientificista que pugnaba por la separación entre la Iglesia y el Estado. Juárez confecciona dicho proceso que provocará enconos, antagonismos y revanchas. El laicismo se fortalecerá con aportaciones de diferentes logias masónicas pujantes durante el siglo XIX; en cambio, la guerra cristera de 1926-1929 favorecerá la incorporación al laicismo de diferentes corrientes socialistas y anarquistas que fervorosamente se manifiestan contra toda forma de regresión clerical. El laicismo, el anticlericalismo y el anticatolicismo son esferas diferentes que han interactuado. El punto de equilibrio vino de la simulación, la hipocresía política, la discrecionalidad de los regímenes posrevolucionarios que dieron estabilidad y construyeron un sistema de contrapesos en que los actores, aun los religiosos, participan e inciden por sus intereses. Ese laicismo se convierte en muchos casos en jacobinismo o una forma de anticlericalismo extremo. Ese laicismo que invoca la actual defensa católica ya no existe de manera imperante. En cambio, se está formando una nueva laicidad que proviene de los grupos y asociaciones que defienden los derechos de sectores excluidos y de minorías como grupos de mujeres, homosexuales, nuevas formas de parejas, etnias, etcétera, que perciben en la defensa del Estado laico la libertad no sólo religiosa sino también la libertad de conciencia y la posibilidad de defender la alteridad y la diversidad, dichos sectores han sido despreciados con desaire por el propio cardenal Sandoval. Un nuevo entramado se construye en la interacción de los actores, entre lo viejo y lo nuevo se irán edificando nuevas síntesis.
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