lunes, 4 de agosto de 2008

La Metamorfôsis del Salvador.
“Imagen viva de Dios invisible…”
Editorial del Mes de Agosto
Padre Miguel
Zavala-Múgica+
Hemos llegado al mes de agosto; despedimos el mes de julio -dedicado a San Benito-, con un hermoso relato de su visión gloriosa del mundo "como condensado en un rayo de sol" -que tuviera poco antes de su bendita y apacible muerte.
Este mes de agosto se enlaza de maravilla con este tema de la visión de gloria. La primera gran solemnidad, el primer misterio de la Vida de Jesús que contemplamos, es la Transfiguración, el momento en que tres de sus apóstoles: Pedro, Santiago y Juan, tuvieron --ellos--, una especial transformación en su mirada, percibiendo al Señor en el esplendor increado de su divinidad, en el destello luminoso de su Ser Eterno como Verbo de Dios.

Arriba: Transfiguración.-- Anónimo de Nicea o Nicomedia, s.XI.
Miniatura al temple con hoja de oro sobre pergamino
8.1/8 x 5.7/8 Manuscrito Ludwig II 5, folio 45 v.
En este mes vamos a hablar de esa visión con la que Dios quisiera que viésemos el mundo y a nuestros prójimos, tal y como él nos ve a nosotros. La visión de gloria no es sólo un misterio reservado a nuestra existencia después de la muerte, sino que comienza con una transformación en esta vida. San Pablo dice -en su himno al Amor (I Corintios 13)-, que en esta vida vemos las cosas "como en un espejo borroso" ("como en enygma"), pero que al fin, "conoceremos de la misma manera como Dios nos conoce a nosotros".
"...Entonces conoceré como soy conocido."
También dice:
"Si alguno está en Cristo, nueva creatura es; las cosas viejas pasaron, y he aquí que todas se hacen nuevas; y todo esto proviene de Dios, quien nos ha reconciliado consigo mismo mediante Cristo y nos ha encomendado el servicio de reconciliarnos los unos con los otros..."

(II Corintios 5: 17).

Agosto será el mes de la Transfiguración, y vamos a publicar fragmentos de obras de la literatura teológica cristiana ortodoxa -que tiene mucho qué decirnos sobre este misterio-, así como partes de algunos textos míos sobre este tema. Hablaremos sobre la visión mística y la Imagen de Dios.
El Señor se manifestó a sus discípulos en el monte (Tabor, o quizá Hermón) para que --contemplando por un breve destello su humanidad transfigurada en su naturaleza divina--, pudiesen luego reconocer al transfigurado en el rostro del desfigurado: en la cruz, en el suplicio, en el aniquilamiento, en la pobreza, en el rostro de la guerra, del hambre, del desastre, en la adicción, en el enemigo... y en otro monte: el Gólgota.
Entre las primeras líneas de la Carta de San Pablo a los Colosenses, el Apóstol propone la supremacía universal de Cristo, dice que:
Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible; es su Hijo primogénito, anterior a todo lo creado. En él, Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio, autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él.
(Colosenses 1: 15, 16)
¡Del cielo al suelo!: La fealdad de Cristo.
No hay testimonio alguno del verdadero rostro del Jesús histórico. Un Padre de la Iglesia –San Policarpo de Esmirna, mártir en el siglo II-, fue el primero en tratar de demostrar la fealdad de Jesús, aduciendo dos fuentes; en primer lugar: el testimonio del Profeta Isaías:

“…No era un tipo bien parecido, ni hermoso; le veremos, pero no le hallaremos atractivo como para estimarlo. Despreciado y corrido de entre la gente, varón de dolores, experimentado en el quebranto; como que escondíamos la cara ante él, fue menospreciado, y no lo apreciamos.”
(Isaías 53:2)

Pero, además, Policarpo --como otros escritores cristianos primitivos--, trataba de conciliar el Antiguo Testamento y la filosofía griega clásica, haciéndolos coincidir en Jesucristo; por ello, acude a una fuente pagana clásica, el filósofo Platón, quien en su diálogo El Banquete, hace decir a sus personajes que su maestro Sócrates, era extremadamente contrahecho en su exterior como un Sileno, y tan aparentemente estúpido como estos, pero que –a semejanza de Sócrates-, Jesús, en su interior guardaba una sabiduría divina. Policarpo señala que Platón hablaba inspiradamente, sin saber que sus palabras se referían a Jesús, como complemento al profeta Isaías.
“…Sus discursos son muy semejantes a los de los silenos que se abren; pues si uno se decidiera a oír los discursos de Sócrates, al principio podrían parecer totalmente ridículos ¡Tales son las palabras y expresiones con las que están revestidos por fuera, la piel –por así decir-, de un sátiro insolente! Se dedica a hablar de burros de carga, de herreros, de zapateros y curtidores, y siempre parece decir lo mismo con las mismas palabras, de manera que todo hombre inexperto y estúpido, se burlaría de sus discursos. Pero si uno los ve cuando están abiertos y penetra en ellos, encontrará, en primer lugar, que son los únicos discursos que tienen sentido por dentro; en segundo lugar, que son los más di­vinos, que tienen en sí mismos el mayor número de imáge­nes de virtud y que abarcan la mayor cantidad de temas, o más bien, todo cuanto le conviene examinar al que pien­sa llegar a ser noble y bueno.”

(Platón: El Banquete 4, 19)

Además de justificar su tema sobre la fealdad de Jesús, San Policarpo se refiere a que las imágenes del lenguaje empleadas por Sócrates para ilustrar sus enseñanzas, son igualmente sencillas que las de Jesús en sus parábolas, pues se refieren a ejemplos que tienen relación con la vida cotidiana de las personas sencillas.
Por siglos, el arte hecho por cristianos –o para cristianos-, ha grabado, dibujado, pintado, esculpido o edificado lo que los artistas han visto en sus corazones. En diversos momentos, la Iglesia –especialmente los jerarcas-, han tratado de delimitar los alcances del arte cristiano, considerándose los auténticos y legítimos autores de los íconos de todo tipo, y a los artistas como meros instrumentos. Esta visión –particularmente creída en las Iglesias orientales-, ha sido útil y benéfica, aunque no siempre, y no es la única válida.
Diversas imágenes de Jesús han sido usadas como medio de manipulación y control sobre las personas. La imagen de Cristo se fue aderezando al paso de varios siglos con una mezcla de elementos del Mediterráneo oriental, tanto hebraicos como del Zeus olímpico, transferidos a la apariencia de los emperadores bizantinos, y hasta se han revestido con los atributos de poder del sacerdocio, como el episcopado o con descarada parafernalia pontificia. Pero las imágenes de Jesús también han sido usadas como reclamo de justicia, y como inagotable y fecunda fuente de esperanza y amor.
U.I.O.G.D.

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