relaciones judeo-cristianas
La “limpieza de sangre”
tratada por Américo Castro.
Miguel Zavala-Múgica+
Sugerimos la lectura del texto que
aparece en el siguiente enlace:
Con frecuencia caen, en manos del público, libros de historia o novelas históricas sobre la Edad Media española, en estas últimas, los temas más atractivos son los que tienen que ver con tramas policíacas de intriga, conspiraciones y esoterismo, como suele ser lo relacionado con los judíos y la Inquisición. Por hoy, nuestro campo es la historia, en perspectiva filológica. El tema es “el estatuto de limpieza de sangre”, conjunto de mecanismos legales de discriminación social, contra cristianos descendientes de judíos y moros, en tiempos de los Reyes Católicos, hacia fines del siglo XV.
Arriba derecha: Portada de España en su Historia:
Judíos, cristianos y musulmanes,
Los temas implicados son: los judíos (sefaradíes o españoles) y el racismo en España. Estos temas, en su vasta complejidad histórica, psicológica y cultural, nos tocan a los latinoamericanos, porque, al estar –para bien o para mal--, en la base de la hispanidad, están también en la base de nuestro ser.
Izq.: Pablo de Santa María (1351-1435):
Ex-rabino judío converso (Shlomo Ha-Leví), Obispo de Burgos. Su erudición hebrea y cristiana fue sólocomparable a su furia de converso en contra de sus antiguos correligionarios.
Grabado en Retratos de Españoles Ilustres, de Alonso Tostado 1791.
Origen del tema de la “limpieza de sangre”
Al invadir España en el siglo V, el grupo germánico de los godos (visigodos en este caso), conquistó a la población hispano-romana compuesta de: romanos, descendientes de celtas e iberos, y algunos judíos. Los godos ya eran cristianos -aunque arrianos- y tenían un código social de mutua exclusión de los unos en las actividades de los otros: los campesinos no debían guerrear y los guerreros no debían trabajar la tierra ni el ganado.
Como en casi todas las culturas, pronto la clase social se reflejó en el color y la textura de la piel, más oscura y curtida en las clases trabajadoras (campesinas) y más delicada y clara en las clases aristocráticas y burguesas de los guerreros y comerciantes. Godos, moros y judíos –aunque constituían tres grandes grupos políticos y religiosos-, tenían cada uno sus clases sociales. En el medioevo, la antigua provincia romana de Hispania, fue un conjunto de diversos reinos y señoríos feudales. Hubo intercambios matrimoniales sobre todo en los estamentos aristocráticos, y las “conversiones” religiosas de un lado a otro se daban a título de conveniencia (la conversión de uno de los cónyuges, previa al matrimonio sí que era requisito sine qua non). En ese sentido, la “limpieza de sangre”, no era aún un tema de auténtico interés para nadie, ni siquiera para la Iglesia que -aun a despecho de sus reglas-, traficó también, relativamente, a su conveniencia, y ora prohibió, ora permitió; pero sí que lo fue, de una manera desmesurada, para la España absolutista y nacionalista desde el siglo XV, con Isabel y Fernando. Américo Castro –de quien hablaremos más adelante-, sale de la dinámica simplista de víctimas y victimarios, y muestra cómo el sentimiento de hidalguía era común a cristianos y judíos hasta el siglo XV, señala que la presión del establecimiento político de Isabel y Fernando, hizo “convertirse” al cristianismo a muchísimos judíos –sobre todo a los ya adinerados y socialmente encumbrados, por ejemplo, a muchos rabinos que luego llegaron a ser obispos y cardenales--, a fin de conservar su status económico y social.
Como en casi todas las culturas, pronto la clase social se reflejó en el color y la textura de la piel, más oscura y curtida en las clases trabajadoras (campesinas) y más delicada y clara en las clases aristocráticas y burguesas de los guerreros y comerciantes. Godos, moros y judíos –aunque constituían tres grandes grupos políticos y religiosos-, tenían cada uno sus clases sociales. En el medioevo, la antigua provincia romana de Hispania, fue un conjunto de diversos reinos y señoríos feudales. Hubo intercambios matrimoniales sobre todo en los estamentos aristocráticos, y las “conversiones” religiosas de un lado a otro se daban a título de conveniencia (la conversión de uno de los cónyuges, previa al matrimonio sí que era requisito sine qua non). En ese sentido, la “limpieza de sangre”, no era aún un tema de auténtico interés para nadie, ni siquiera para la Iglesia que -aun a despecho de sus reglas-, traficó también, relativamente, a su conveniencia, y ora prohibió, ora permitió; pero sí que lo fue, de una manera desmesurada, para la España absolutista y nacionalista desde el siglo XV, con Isabel y Fernando. Américo Castro –de quien hablaremos más adelante-, sale de la dinámica simplista de víctimas y victimarios, y muestra cómo el sentimiento de hidalguía era común a cristianos y judíos hasta el siglo XV, señala que la presión del establecimiento político de Isabel y Fernando, hizo “convertirse” al cristianismo a muchísimos judíos –sobre todo a los ya adinerados y socialmente encumbrados, por ejemplo, a muchos rabinos que luego llegaron a ser obispos y cardenales--, a fin de conservar su status económico y social.
Los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón 1452-1516--, (izq.) e Isabel de Trastamara (der.), Reina de Castilla:
Su unión matrimonial sentó las bases de un estado nacional moderno que --siendo en realidad, cultural, religiosa y étnicamente plural-, se caracterizaba por la monarquía absoluta y la unidad religiosa forzada.Izq.: Óleo de Michel Sittow, Museo de Historia del Arte de Viena. Der.: Óleo de Juan de Flandes --ca. 1496-1503-- Real Academia de la Historia, Madrid.
Esta migración social tan importante ya había tenido ejemplos anteriores –aunque más aislados-, como el del Rabino Abner de Burgos, que a principios del Siglo XIV se convirtió al cristianismo, se ordenó de sacerdote y se convirtió en un agrio, feroz y erudito polemista antijudío, convencido –como estaba--, de que las desgracias de los judíos les venían de haber sido abandonados por Dios. Esa actitud entre algunos judíos –desde mi punto de vista-, tiene origen en la filosofía política de Agustín de Hipona en su obra La Ciudad de Dios, donde aconseja a los príncipes estorbar y segregar a los judíos de la sociedad cristiana de sus dominios, mas no matarles, a fin de que sirvieran de “ejemplo de la justicia de Dios” a sus súbditos cristianos. (Véase cita al calce). Américo Castro –basado en documentación histórica y en investigaciones del historiador Abraham A. Neuman-, muestra que la obsesión por la “limpieza de sangre” deriva –paradójicamente-, de los procedimientos jurídicos del tribunal sinagogal o Bet-Din ("casa de juicio") –sin negar la presión externa ejercida por los cristianos-, y que estos procedimientos, y esta obsesión, acompañada de un miedo espantoso, fueron llevados hasta los círculos del alto clero y la aristocracia cristianas españolas por algunos conversos -llamados "cristianos nuevos"-, deseosos de encajar en el nuevo régimen nacionalista y absolutista, y preocupados por distanciarse de sus antiguos correligionarios. (No es el tema, pero me parece que algo similar se podría decir de la actitud de los primeros cristianos palestinenses ante los romanos, en el siglo I. Hay que notar la preocupación por atenuar la culpa de Pilato –en el proceso contra Jesús-, en comparación con la manera como se pinta a los judíos, sobre todo en el Evangelio de San Juan).
Tomás de Torquemada (1420-1498): Retrato idealizado.
Inquisidor General de Castilla y Aragón desde 1482, y confesor de Isabel la Católica. Fue el artífice del Edicto de Granada, que expulsó a los judíos de España el 2 de agosto de 1492. Murió en 1493 se en su retiro del Convento de Santo Tomás en Ávila. Su figura histórica ha sido poco tratada con imparcialidad historiográfica y manipulada como figura de la leyenda negra española y de la propaganda anticatólica. Existe –desde luego-, evidencia documental de su origen judío, así como de su amplia responsabilidad en el uso de tortura, denuncia anónima y ejecución como vías de represión y persecución religiosa por parte del estado.
La creación de la Inquisición española por los Reyes Católicos (1478), tiene que ver con el origen y organización de un estado nacional monárquico absolutista en España, que hizo de un conjunto de pueblos, una sola nación-estado. Ciertamente la Inquisición española tiene muy antiguos antecedentes. Inocencio III creó la Inquisición pontificia hacia el siglo XII, basada en otra más antigua de tribunales episcopales o diocesanos; pero, la compleja ingeniería judicial de policía secreta y política, cárceles, tortura y toda clase de archivos y oficialías, es una auténtica creación española que fue una novedad de fines del siglo XV al unirse las coronas de Castilla y Aragón en el matrimonio de Isabel y Fernando, eso quiere mostrar Américo Castro en el fragmento que sugerimos. ¿Se habrían beneficiado astuta e inteligentemente, Isabel y Fernando, de los servicios de los judíos conversos que circulaban por el alto clero y que participaban en la organización de la Inquisición? (Abner de Burgos y Pablo de Santa María como antecedentes y Tomás de Torquemada, participando directamente, para ejemplificar).
Américo Castro
El texto sugerido es excelente para una lectura sosegada. Nuestro autor es Américo Castro (1885-1972), español nacido en Brasil; gran filólogo, crítico literario e historiador de la cultura, republicano convencido y –en diversos modos-, sufridor de la represión franquista, sobre todo –aún en vida suya-, en la persona de su hija Carmen.
Es un gusto contribuir a que grandes autores de nuestra lengua se divulguen y salgan del olvido en que se les tiene –merced a las diversas crisis actuales (económicas y de valores), cuando deberíamos conservarles como clásicos de constante referencia.
Un terrible texto que cambió la historia de las relaciones judeo-cristianas:
“…Hay una profecía en los Salmos (los cuales igualmente leen ellos), donde dice: “La misericordia de mi Dios me dispondrá, mi Dios me la manifestará en mis enemigos; no los mates ni acabes, para que no olviden tu ley; derrámalos y espárcelos en tu virtud” (1). Mostró, pues, Dios a la Iglesia en sus enemigos, los judíos, la gracia de su misericordia; pues como declara el Apóstol (2): “La caída de ellos fue ocasión que proporcionó la salvación de las naciones”. Y por eso no los acabó de matar, esto es, no destruyó en ellos lo que tienen de judíos, aunque quedaron sojuzgados y oprimidos por los romanos, para que no olvidasen la ley de Dios y pudiesen servir para el testimonio de que tratamos. Por lo mismo fue poco decir “no los mates, porque no olviden en algún tiempo tu Ley”, si no añadiera también, “derrámalos y espárcelos”, puesto que, si con el irrefragable testimonio que tienen en sus Escrituras, se encerraran solamente en el rincón de su tierra, y no se hallaran en todas partes del mundo; sin duda la Iglesia –que está en todas ellas-, no pudiera tenerlos entre todas las gentes y naciones, como testigos de las profecías que hay de Cristo.”
(1) Salmo 58: 11 y ss.
(2) Romanos 11: 11
“…Hay una profecía en los Salmos (los cuales igualmente leen ellos), donde dice: “La misericordia de mi Dios me dispondrá, mi Dios me la manifestará en mis enemigos; no los mates ni acabes, para que no olviden tu ley; derrámalos y espárcelos en tu virtud” (1). Mostró, pues, Dios a la Iglesia en sus enemigos, los judíos, la gracia de su misericordia; pues como declara el Apóstol (2): “La caída de ellos fue ocasión que proporcionó la salvación de las naciones”. Y por eso no los acabó de matar, esto es, no destruyó en ellos lo que tienen de judíos, aunque quedaron sojuzgados y oprimidos por los romanos, para que no olvidasen la ley de Dios y pudiesen servir para el testimonio de que tratamos. Por lo mismo fue poco decir “no los mates, porque no olviden en algún tiempo tu Ley”, si no añadiera también, “derrámalos y espárcelos”, puesto que, si con el irrefragable testimonio que tienen en sus Escrituras, se encerraran solamente en el rincón de su tierra, y no se hallaran en todas partes del mundo; sin duda la Iglesia –que está en todas ellas-, no pudiera tenerlos entre todas las gentes y naciones, como testigos de las profecías que hay de Cristo.”
(1) Salmo 58: 11 y ss.
(2) Romanos 11: 11
(San Agustín: La Ciudad de Dios Libro 18: Cap. 46)
U.I.O.G.D.
“…Para que en todas las cosas sea Dios glorificado."