miércoles, 16 de junio de 2010

Quién es mayor en el Reino,
y el escándalo...
Una lectura exegética y simbólica de Mateo 18: 1-9



Padre Miguel Zavala-Múgica+
La Iglesia nos invita hoy --miércoles de esta III semana después de Pentecostés--, a la meditación de San Mateo 18: 1-9. Os ofrezco aquí mi propia reflexión para la Lectio Divina en el Oficio de Maitines (Oración Matutina) del día de hoy.

Evangelio según
San Mateo
(18: 1-9).


+En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús diciendo:--¿Quién será el más grande en el Reino de los Cielos?
Él --llamando consigo un niño--, le puso en medio de ellos y dijo:
--En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos.
Quien se humillare hasta hacerse como uno de estos niños, ése será el más grande en el Reino de los Cielos; quien --por causa mía--, recibiere a un niño como éste, es a mí a quien recibe; y a quien ocasionare obstáculo a uno de estos pequeños que en mí creen, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de moler, de asno, y le hundiesen en el fondo del mar.
¡Pobre del mundo por los obstáculos que --de por sí-- tiene que haber en él!; pero ¡pobre de aquél que fuere causa de obstáculo!


Palabra del Señor.
--Demos gracias a Dios.



"Él -llamando consigo a un niño-, le puso en medio de ellos y dijo: --En verdad les digo que -si no se convierten y se hacen como niños-, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos."

UNA EXÉGESIS PARA LA LECTIO DIVINA...

El contexto de este fragmento del Evangelio de Mateo, es una vil y vulgar riña de poder entre los discípulos de Jesús.

Como Mateo escribe para judíos conversos, no habla de "Reino de Dios", sino que emplea la expresión "Reino de los Cielos", que significa lo mismo. El Reino --o la soberanía de Dios en el ser humano y en el mundo: (maljut en arameo y basilía en el texto griego que conocemos), no era un mero concepto "etéreo" de una realidad para después de la muerte en la que lo ha convertido cierta mojigatería posterior.
Sin embargo, los discípulos conciben el "Reino" como el judaísmo de su tiempo lo hacía, refiriéndolo a los tiempos mesiánicos de los que ellos se sienten ya protagonistas y cuyo reparto de cargos y prebendas políticos parecen ya listos a devorar, de aquí la preocupación por "quién será el mayor".
El Reino de Dios es --junto con la tierna paternidad universal de Dios, a quien Jesús enseña a llamar sencillamente: 'Aba', con el típico balbuceo del niño--, es el tema esencial de toda su predicación y de su vida pública. Tan importante es --en el mensaje de Jesús-- esa forma infantil de hablar a Dios, que la forma aramea 'Aba', permanece en arameo, sin traducirse, aún en los escritos griegos de Pablo.
Jesús pone como modelo de actitud --tanto para recibir el Reino como para entrar en él-- a un niño; esto no significa ni justifica que el creyente tenga ante sí un modelo de inmadurez, ni que deba permitir que se le manipule, ni que deba guardar una actitud acrítica, ni tampoco es una sugerencia para no crecer ni madurar en conocimiento, fe y amor. El niño simboliza aquí tres cosas principalmente: humildad, sencillez y receptividad a los valores del Reino que Jesús anuncia en su vida pública, pero que después sellará, afirmará e inaugurará cabalmente en su pasión, muerte y resurrección.
La lectura más "fácil" y "cómoda" de encontrar en este pasaje, es la de corte moral, y pareciera venir al dedillo como una invectiva contra los escándalos, tal como esa palabra se entiende hoy, como un gran griterío y desorden violento de murmuraciones y reprobaciones (la palabra griega para "tropiezo" u "obstáculo" es skandálon), especialmente los escándalos de pederastia o cualesquiera otros malos ejemplos y motivos de confusión para los fieles menos avanzados, por parte de sus guías en la fe, ya se trate de clérigos o laicos. E incluso, parecería poner en boca de Jesús la declaratoria de una pena capital para los culpables.
Sin embargo --aunque Jesús defendió de manera resuelta, pública y positiva a los niños durante su ministerio--, Jesús mismo no abandona el tono simbólico en su enseñanza, lo mismo al tomar a un niño como ejemplo, que al señalar la pena simbólica.
La enseñanza es más profunda y comprometedora: 'Tú --creyente--, eres ese mismo niño, ése es tu modelo de cómo ser un ciudadano del Reino; no puedes confundir, obstaculizar ni matar a ése niño interior que está comenzando a descubrirse en ti...' De hecho, éste niño que establece Jesús aquí, es el germen del Nuevo Ser Humano", el "Nuevo Adán" del que después hablará extensamente San Pablo.
'Si tú --creyente-- das ocasión de tropiezo u obstáculo a ese niño interior que está gestándose en ti --vale decir: al Cristo interno que vive en ti--, tú mismo te estás aplicando la pena simbólica: el descenso a las aguas del caos (un Bautismo frustrado), acompañado de la piedra que no supiste trabajar ni tallar para la edificación del Reino.' La piedra que --según otro pasaje que refiere al Salmo 119-- "desecharon los edificadores" y que "cae" sobre quienes la han desechado. No en balde se habla en este pasaje de una piedra de trabajo, pero del trabajo de molienda de un asno, no de la labor constructiva de un ser humano.
Nuestro Señor --entonces--, nos propone una lectura de este ejemplo, en los términos de una parábola sumamente práctica, y en términos de la propia iniciación cristiana: no nos basta una lectura moralista; de hecho, como siempre--, debemos ubicar la moral o el establecimiento de una ética cristiana, no en el primer nivel de interpretación de la Sagrada Escritura, sino sólo hasta después de haber explorado la dimensión profunda del misterio de Cristo.
U.I.O.G.D.
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martes, 15 de junio de 2010

Los Anglicanos y el Aborto...
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+ *


No estoy seguro de que alguna provincia de la Comunión Anglicana se haya pronunciado oficialmente acerca de este asunto tan delicado y controvertido; sin embargo, creo que el peor error que podríamos cometer los miembros de cualquier Iglesia, sería adoptar posturas dogmáticas --como de "callejón sin salida"-- tomadas desde el miedo y el autoritarismo.
Menos aún deberíamos asumirnos como jueces de la conciencia de las personas o de la reflexión de la sociedad y las comunidades científica y académica, y --peor todavía-- suponer que un reducido grupo de personas en un sínodo, o en un conjunto de clérigos o laicos, tengamos la suficiente ciencia y criterio como para "dictar sentencias" en un asunto tan amplio y tan lleno de agudas aristas.
De manera que mi propuesta aquí sería --principalmente-- aportar algunas pistas de discernimiento, algunos ejemplos de cuestionamientos que deberíamos plantearnos al momento de sentarnos a discernir un asunto que --ciertamente-- a todos nos importa y atañe de un modo u otro, pero que no podemos --como ya dije--: "fallar" o "sentenciar" como si fuésemos dueños de una pretendida verdad absoluta. Somos siervos del Espíritu Santo, no sus captores ni sus controladores.
Mi párrafo anterior presupone que los anglicanos no tenemos más opción que la obligación de discernir y ofrecer --no un posicionamiento tajante--, sino un conjunto de reflexiones teológicas y pastorales, he aquí las que puedo proponer desde mi propia reflexión como creyente, como sacerdote y como persona pensante y preocupada.
Albergo la esperanza de que este texto --en su pobreza y reconocida ignorancia-- sirva a mis hermanos sacerdotes y obispos para instrumentar sus propios diálogos y para animarse a crear cursos para el clero y los agentes laicos de pastoral, donde se busque la ayuda de médicos y filósofos seculares e imparciales.
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Diez propuestas de reflexión cristiana en torno al Aborto
1. La Iglesia --puesto que es familia, comunidad y compañerismo y no una "empresa" que cuide ávidamente sus negocios, ni un "club" que acolite la comodidad de sus miembros, ni un "tribunal" que juzgue y condene a su sazón-- tiene la primordial obligación de ESCUCHAR con respeto --y sin efectuar juicios por adelantado--, las experiencias, pensamientos y sentimientos de las mujeres respecto de su propia vivencia de la sexualidad como tales, y muy particularmente de aquellas que han tenido que enfrentar el aborto como opción elegida de cara a la terrible experiencia de haber sido violadas.
A este respecto, la Iglesia tiene que preocuparse solícitamente por distinguir quiénes y por qué razones desean abortar (o ya han efectuado un aborto) en cada caso en que puede aportar su entendimiento de la Palabra de Dios, y brindar --lo mismo a mujeres que a hombres--, su atención, su apoyo y acompañamiento.
El aborto --tomado como opción de planificación familiar, toda vez que existen otros recursos--, me parece inadecuado y éticamente condenable.
2. En segundo lugar, la Iglesia debe disponer adecuadamente de los recursos de la Sagrada Escritura y de la Tradición, de manera analítica y racional, tomando en cuenta que las condiciones históricas y sociales son muy diferentes en nuestros días respecto de los siglos en que los documentos de la Biblia fueron elaborados --en tanto que reflejan una historia-- así como del desarrollo de la historia misma de la Iglesia.
En este punto, el diálogo con el magisterio de la Comunidad Israelita es esencial para conocer la experiencia de su discernimiento de la Escritura en la formación de la ética judía.
El diálogo ecuménico e interreligioso --como bien sabemos-- enriquece la búsqueda de la Iglesia y le permite participar de la forma misteriosa, pero eficaz, en que el Espíritu Santo se expresa en otras comunidades de fe.
3. La Iglesia --humildemente sabedora de que cuenta con el amor y la ayuda de Dios--, debe por ello mismo mantenerse consciente de sus limitaciones como comunidad humana, y --por lo tanto--, ha de prestar oídos atentos y respetuosos a las comunidades científica y académica --especialmente en los campos de la biología y la medicina, la filosofía, la ética y la axiología.
4. Al respecto de la ciencia, una buena pregunta que me parece que cabe hacer, no es tanto aquella usual de cuándo comienza a haber vida en el proceso de gestación, sino cuándo es científicamente posible establecer que un ser humano está formado, y qué sistemas y órganos deberían estar ya formados y funcionando para poder dar por sentado que un individuo gestante es capaz de percibir y reaccionar a estímulos externos, particularmente el dolor.
La capacidad del producto para sentir dolor --en cualquiera de sus fases--, me parece que es un elemento que se opone éticamente a la ejecución de un aborto, pues al ser sensible el embrión, opino que le condicionaría positivamente para ser ya una Persona humana.
5. Al escuchar la aportación de la Filosofía secular, debe prestarse especial atención a la elaboración de una definición lo más completa posible de lo que es la Persona Humana, y --en esta forma-- determinar cuándo el producto de la concepción --en cualquiera de las fases de la gestación-- puede ser definido como una Persona.
6. En la elaboración de una definición integral de Persona Humana, la tarea de la Teología sistemática es, asimismo, ardua, ya que debe explorar la Sagrada Escritura y la Tradición (retomando el punto 2. ). En este trabajo, un magisterio teológico competente debe asesorar a los obispos en su tarea --como maestros de la fe-- de exponer una antropología que clarifique los conceptos de alma y espíritu.
7. A este respecto, me parece esencial reflexionar sobre cuándo --durante la gestación--, es posible establecer que el alma y/o el espíritu se hacen presentes, constituyendo así a la Persona en cuanto tal. Por supuesto, no se trata de una cuestión sencilla, puesto que la Sagrada Escritura --especialmente en el Antiguo Testamento--, así como algunas doctrinas teológicas clásicas, brindan elementos que llevan a la conclusión de que no habría alma ni espíritu desde el principio de la gestación, sino hasta el momento del nacimiento. Esto choca con otras interpretacionas --clásicas también-- que declaran que Dios crea el alma de modo inmediato a la concepción.
8. Personalmente, no concuerdo con ninguna de las interpretaciones anteriores, y --como he ido mostrando--, me declaro partidario de la idea de que no existen momentos específicamente determinantes para establecer la condición de Persona del producto gestante, sino que esto ocurre a lo largo de un proceso complejo, pero del que sí podríamos formarnos una idea clara.
9. Sin embargo --aunque cualquier conclusión debería tomarse con extremo cuidado--, me parece que las conclusiones científicas son determinantes para establecer la eticidad del aborto en específicos tiempos y formas, como ya algunas legislaciones civiles han tomado la iniciativa de establecer.
10. No puede dejar de tomarse en consideración que ciertas propagandas "ultra-conservadoras", manipulan la información concerniente a todo este asunto. En algunas poblaciones (de México y otros países), lucen enormes anuncios espectaculares con imágenes de cadáveres infantiles que se pretenden derivadas de abortos; y algunas iglesias quisieran tomar el lugar del sector médico para brindar una supuesta información concerniente al aborto que --a mi modo de ver--, luce más como una mera propaganda para infundir miedo, que como auténtica información médica acerca del proceso de gestación intrauterina.
Con mis mejores deseos para una reflexión serena y provechosa.
* El Padre Miguel Zavala-Múgica es Vicario (titular) de la Iglesia de San Juan Apóstol, en Ensenada, Baja California, y presbítero de la Diócesis del Occidente, en la Iglesia Anglicana de México.
U.I.O.G.D.
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sábado, 12 de junio de 2010

Anglicanos y "milagros" eucarísticos.


Miguel Zavala-Múgica+
Hace tiempo que recibo --de tanto en tanto-- un archivo PowerPoint acerca de "milagros" eucarísticos en los que se supone se "comprueba" la Real Presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía: que si hostias que se transmutan en tejido humano, que si vino que se licua en tejido hemático... y que si además viene la NASA --o "la ciencia"-- y lo "comprueba", y que, según eso, "ahora sí hay que creer..." .
Nuestra propuesta diferente como anglicanos, no está tanto en lo que creemos, sino en la actitud madura y razonante --a la vez que abierta al misticismo y la espiritualidad--, que buscamos tener al aproximarnos a las convicciones de nuestra fe común: cristiana y católica.

¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es --ante todo--, la celebración de acción de gracias por la Gracia, de ahí el origen de su noimbre en griego: evjaristeía -- "buena gracia": en ella damos gracias (en minúscula y en plural) a Dios, por La Gracia (en mayúscula y singular) que Dios nos brinda y regala al hacerse humano para compartir también, con nosotros, su divinidad.
La Eucaristía es --también-- un resumen celebrativo y simbólico de toda la Historia de Nuestra Salvación, enfocada en el triple Misterio Pascual de la pasión, muerte y resurrección del Maestro, es decir: de Nuestro Señor Jesucristo.
En la Eucaristía se resume de un modo sacramental y místico la Historia de Salvación anterior a Jesús, pero también celebramos nuestro presente como comunidad cristiana; celebramos, asimismo, nuestra comunión con vivos y difuntos, y anticipamos su Segunda Venida y la fiesta eterna en la casa del Padre: por eso decimos que es el "banquete escatológico"; porque anticipa lo que ha de ocurrir al final de la historia y en la plenitud del Reino.
Jesús no tan sólo instituyó la Eucaristía en la Última Cena, sino que se pasó la vida instituyéndola cada vez que comia con prostitutas, publicanos y pecadores --esto es--, cada vez que se hacía presente, conviviendo con el ser humano y nos hacía disfrutar la presencia de Dios-con-nosotros (Emanuel).

Presencia Real de Cristo...

Los anglicanos creemos en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía; sin embargo, "Real" no significa --en modo alguno-- "física"; no hay por qué buscar el modo de tal presencia; por eso, los supuestos "milagros" relacionados a la Eucaristía, lo único que hacen es levantar una cortina de humo basada en fenómenos de sangre, que --con todo respeto para los que creen en ellos-- más parecen imágenes de nota roja, para distraer nuestra atención de lo que realmente importa.
La Presencia Real de Cristo es Espiritual; mas no quiere ello decir que sea una presencia meramente metafórica o emblemática (como quizá propongan algunas iglesias evangélicas). La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía se llama "Espiritual" (con "E" mayúscula) porque es motivada y activada por el Espíritu Santo: por eso muchos teólogos la llaman "pneumática": porque la ocasiona e impulsa el Pnevma 'Ágion, el Ruaj ha-Kadosh: el Espíritu Santo.


Presencia alegre, viva y eficaz.

Entonces, antes que buscar la Presencia Real de Cristo --de manera localista-- en el trozo de pan que partimos y el trago de vino que bendecimos, primero que nada hay que buscarla en la reunión misma de los hermanos. La Eucaristía es --antes que nada--, la reunión, el encuentro feliz y comprometido de los cristianos con objeto de 1. leer y responder a la Palabra de Dios y 2. partir el Pan y bendecir la Copa.


La Presencia real, viva y eficaz de Cristo, comienza por el encuentro de la comunidad cristiana que le celebra. (Congregación de San Esteban: Río Bravo, Tamaulipas, Diócesis del Norte de México, Iglesia Anglicana)


De esta Presencia Real, viva y eficaz de Cristo en la comunidad, viene la convicción de su Presencia en las especies eucarísticas. Pero justo es por eso que los anglicanos no damos adoración alguna a las especies eucarísticas; ni tampoco los ortodoxos lo hacen!, para que no se piense que esto es una argumentación desde el protestantismo.
Adorar el pan y el vino consagrados para la comunión, sugiere encarcelar la Gracia, cosificar el Espíritu Santo y remitir la realidad y el ministerio eucarístico de la Iglesia a únicamente el altar y el sagrario. Es cierto que los anglicanos reservamos con reverencia las especies o elementos consagrados, pero no es menos cierto que los destinamos para la comunión de los enfermos, encarcelados o personas de cualquier modo impedidas para asistir a la eucaristía parroquial.
De ahí que se sugiera que --en el diseño de un templo anglicano--, el sagrario no compita con el altar, colocándolo ostentosamente en el mismo plano, sino --bello y discreto-- a un lado (tradicionalmente al lado litúrgico Norte --izquierda mirando de frente--, de la Santa Mesa), iluminado con la luz perpetua o "lámpara del Santísimo".
Ya es bastante que algunos fieles católicos romanos publiquen sus historias de milagros de sangre licuada y otros sucesos paranormales, como para que los anglicanos nos sintamos atraídos por esa clase de "comprobaciones" y las promovamos. Estos fenómenos podrán ser muy ciertos e interesantes en el plano parapsicológico (¡por supuesto!, y siempre que no se trate de un fraude); pero su condición de milagros promovidos por la Gracia de Dios es cuestionable, amén de que no tienen por qué ser el eje de la fe de un cristiano que razona sus convicciones religiosas.
Esta clase de supuestas "pruebas" de la verdad eucarística, en vez de fortalecer la fe, atizan el incendio del fanatismo (que no es fe, sino fideísmo). Lo que se cree por fe, no requiere de pruebas, porque la fe no compite con la ciencia: cada cosa va en su sitio.
Sugiero buscar otros estímulos a la fe eucarística: como meditaciones sobre textos de la Sagrada Escritura como aquellos que hablan de Jesús aceptando --a la mesa--, la hospitalidad de personas consideradas pecadoras, como Zaqueo, o la mujer llamada "de mala vida", o publicar fotos y videos de nuestras congregaciones durante la Eucaristía y la convivencia al final de ella, o bien, emprender alguna obra social que lleve alimento a los hambrientos o --mejor aún--, que enseñe y apoye la labor en pro de personas humildes en busca de trabajo.



La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía de la comunidad, se entiende también en la inclusión --en una misma familia--, de muchos hermanos que son diferentes entre sí: Aquí, la congregación de El Espíritu Santo, en Tlalpan, México, D.F. (2004), en una eucaristía especial con personas homosexuales, sus padres y familiares.

Pienso que estas últimas, son extensiones válidas de la Eucaristía, y auténticas experiencias de la Presencia Real, viva y eficaz no sólo en su Cuerpo Sacramental, sino en su Cuerpo Místico, que somos nosotros, los miembros de la Iglesia.


U.I.O.G.D.
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