15 de Junio de 2008.
“ 'Al magadân qabeltûn,
'al magadân qabûn…”
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Este título, que suena a ensalmo mágico, son algunas de las palabras más hermosas jamás pronunciadas sobre la tierra: “De gracia recibisteis, de gracia dad…”, es arameo –la lengua que hablaba Jesús, y es muy probable que fuera un refrán común en su época, para educar a los jóvenes enseñándoles a dar con generosidad de lo mismo que con generosidad, por parte de otros, habían recibido. Parece un refrán, dado que tiene una rima perfecta y una construcción muy simétrica. Y para los que les gusta emocionarse... la palabra qabeltún ("recibisteis"), es parienta del verbo hebreo qibêl, de donde proviene la palabra qabaláh ("tradición").
No existe ni un solo original en arameo de los Evangelios (Mateo, habría escrito en arameo), sólo se conocen algunas copias griegas muy antiguas. Sin embargo, también es muy probable que estas mismísimas palabras estuviesen en boca de Nuestro Señor, como se esforzó en demostrar el gran biblista y políglota del siglo XX, Joachim Jeremias, y eso es lo que las hace sagradas y más que mágicas para nosotros. Son palabras eficaces, que en labios de Jesús adquieren un sentido nuevo.
Jesús arenga a sus discípulos, animándoles a confiar en la sola bondad de Dios, a través (también), de la bondad de la gente. Dios no se deja ganar en generosidad y provee a aquellos que se dedican a extender su Reino en los corazones humildes y receptivos. Y Jesús asegura a sus discípulos aún cuando, en el lugar a donde llegaren, fueren mal recibidos, que su paz volvería a ellos, como si fuese algo que se gastase. Más bien, el Señor nos da la seguridad de su apoyo y su protección contra el desánimo, siempre que estemos dispuestos a emitir nuestra paz, desde nuestro corazón, independientemente de si el mundo exterior es digno o no de esa paz.
San Pablo nos ayuda a comprender mejor lo que significa la Gracia como bondad de Dios para nosotros. “Si cuando éramos enemigos, la muerte de su Hijo nos reconcilió con Dios, con más razón, ya reconciliados, seremos salvos por su vida”. Dios no espera nunca a que seamos buenos ni dignos, para concedernos su perdón y su amor; más bien Él mismo es quien nos hace dignos y nos prepara para recibir los bienes que Jesús trae consigo.
Por eso jamás he entendido esa política de algunas iglesias de negar la comunión a los fieles que –a su juicio-, han cometido ciertos pecados (que habría que analizar si lo son de veras), como vivir sin estar casados por la Iglesia, o haberse enfrentado a un aborto. No me voy a poner a defender ni a unos ni a otros, porque ciertamente se dan conductas reprobables en ambos aspectos, pero antes habría que escuchar largamente a cada persona en cada caso, aver qué es lo que tiene que decir... y eso es precisamente lo que un montón de curas y pastores negligentes y prepotentes se niegan a hacer con ovejas (personas) a las que tratan como propiedad suya, y no de Dios…
“De gracia recibimos…”, claro, hay muchas cosas que hemos recibido sin que nos cuesten, como el amor de nuestra madre, las visitas a casa de los abuelos, las amistad de compañeros en la escuela, el apoyo de un maestro… y mil cosas máS. Especialmente, hemos recibido el amor y la misericordia de un Dios que hizo que su Hijo muriese por las personas y no por las instituciones, y hemos recibido –con ello-, la efusión del Espíritu Santo en nosotros y entre nosotros.
Tendríamos que ser conscientes de ello para poder, entonces, hacernos conscientes de la falta que le hace a tantas personas, ser tratadas como nosotros mismos hemos sido tratados, ser amadas, queridas, protegidas y respetadas como nosotros lo hemos sido. Entonces es que podríamos hacer el trabajo de Dios y completar el ciclo, “dando de Gracia, y no sólo de gratis (con la maravillosa y mística letra “G” mayúscula), lo que de Gracia recibimos”.
Me despido pues con estas palabras “mágicas” cuyo significado misterioso ahora conocéis-, y que espero que sean una bendición en la vida de vosotros, mis queridos lectores y también de aquellos que han sido o serán algún día mis feligreses… :
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Este título, que suena a ensalmo mágico, son algunas de las palabras más hermosas jamás pronunciadas sobre la tierra: “De gracia recibisteis, de gracia dad…”, es arameo –la lengua que hablaba Jesús, y es muy probable que fuera un refrán común en su época, para educar a los jóvenes enseñándoles a dar con generosidad de lo mismo que con generosidad, por parte de otros, habían recibido. Parece un refrán, dado que tiene una rima perfecta y una construcción muy simétrica. Y para los que les gusta emocionarse... la palabra qabeltún ("recibisteis"), es parienta del verbo hebreo qibêl, de donde proviene la palabra qabaláh ("tradición").
No existe ni un solo original en arameo de los Evangelios (Mateo, habría escrito en arameo), sólo se conocen algunas copias griegas muy antiguas. Sin embargo, también es muy probable que estas mismísimas palabras estuviesen en boca de Nuestro Señor, como se esforzó en demostrar el gran biblista y políglota del siglo XX, Joachim Jeremias, y eso es lo que las hace sagradas y más que mágicas para nosotros. Son palabras eficaces, que en labios de Jesús adquieren un sentido nuevo.
Jesús arenga a sus discípulos, animándoles a confiar en la sola bondad de Dios, a través (también), de la bondad de la gente. Dios no se deja ganar en generosidad y provee a aquellos que se dedican a extender su Reino en los corazones humildes y receptivos. Y Jesús asegura a sus discípulos aún cuando, en el lugar a donde llegaren, fueren mal recibidos, que su paz volvería a ellos, como si fuese algo que se gastase. Más bien, el Señor nos da la seguridad de su apoyo y su protección contra el desánimo, siempre que estemos dispuestos a emitir nuestra paz, desde nuestro corazón, independientemente de si el mundo exterior es digno o no de esa paz.
San Pablo nos ayuda a comprender mejor lo que significa la Gracia como bondad de Dios para nosotros. “Si cuando éramos enemigos, la muerte de su Hijo nos reconcilió con Dios, con más razón, ya reconciliados, seremos salvos por su vida”. Dios no espera nunca a que seamos buenos ni dignos, para concedernos su perdón y su amor; más bien Él mismo es quien nos hace dignos y nos prepara para recibir los bienes que Jesús trae consigo.
Por eso jamás he entendido esa política de algunas iglesias de negar la comunión a los fieles que –a su juicio-, han cometido ciertos pecados (que habría que analizar si lo son de veras), como vivir sin estar casados por la Iglesia, o haberse enfrentado a un aborto. No me voy a poner a defender ni a unos ni a otros, porque ciertamente se dan conductas reprobables en ambos aspectos, pero antes habría que escuchar largamente a cada persona en cada caso, aver qué es lo que tiene que decir... y eso es precisamente lo que un montón de curas y pastores negligentes y prepotentes se niegan a hacer con ovejas (personas) a las que tratan como propiedad suya, y no de Dios…
“De gracia recibimos…”, claro, hay muchas cosas que hemos recibido sin que nos cuesten, como el amor de nuestra madre, las visitas a casa de los abuelos, las amistad de compañeros en la escuela, el apoyo de un maestro… y mil cosas máS. Especialmente, hemos recibido el amor y la misericordia de un Dios que hizo que su Hijo muriese por las personas y no por las instituciones, y hemos recibido –con ello-, la efusión del Espíritu Santo en nosotros y entre nosotros.
Tendríamos que ser conscientes de ello para poder, entonces, hacernos conscientes de la falta que le hace a tantas personas, ser tratadas como nosotros mismos hemos sido tratados, ser amadas, queridas, protegidas y respetadas como nosotros lo hemos sido. Entonces es que podríamos hacer el trabajo de Dios y completar el ciclo, “dando de Gracia, y no sólo de gratis (con la maravillosa y mística letra “G” mayúscula), lo que de Gracia recibimos”.
Me despido pues con estas palabras “mágicas” cuyo significado misterioso ahora conocéis-, y que espero que sean una bendición en la vida de vosotros, mis queridos lectores y también de aquellos que han sido o serán algún día mis feligreses… :
“Al magadân qabeltûn, al magadân qabûn!”
U.I.O.G.D.
U.I.O.G.D.