martes, 4 de diciembre de 2012


El Día del Señor

HOMILÍA PARA EL
I DOMINGO DE ADVIENTO.

CICLO "C"
02 de Diciembre, A.D. 2012.


PROPIOS DE LA SANTA EUCARISTÍA
Zacarías  (14: 4-9).
Salmo 50 (1-6) Deus deorum.
R: Vendrá nuestro Dios y no callará. ¡Aleluya, aleluya!
I Tesalonicenses (3: 9-13)
San Lucas (21: 25-31).


Los textos de los profetas hablan del "Día de Yahvéh”  (Día del Señor), con tono de solemnidad impresionante y un doble sentido:  juicio terrible para los criminales, y  restauración, liberación y alegría para los “pobres del Señor”, tal es el doble sentido que tiene la expresión hebrea paqâd  ('visitación'), cuando Dios "visita" a su pueblo, puede hacerlo en este doble sentido de juicio o consolación.  El pueblo de Israel -zarandeado por las ambiciones de los imperios que le rodeaban-, desarrolló esta esperanza; sus profetas anunciaron, al mismo tiempo,  corrección y consuelo en ese Día “como no ha habido ningún otro, ni habrá”.

El “Día de Yahvéh” y el Mesías.
Los profetas asociaron el “Día de Yahvéh” con la llegada del Mesías,  la impartición de la justicia divina y la instauración del Reino de Dios.  No es otro el tema de Jesús en su predicación en el Evangelio: la “buena noticia del Reino de Dios”, Jesús mismo ES el “Día de Yahvéh”, sus actitudes de vida SON el Reino mismo de Dios; Él, como nuestro Maestro, pone la muestra de cómo SER y HACER ese Día, en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra propia patria, que acaba de iniciar una nueva etapa, zarandeada --ella misma-- por ambiciones criminales de todo tipo.

Cómo ir anticipando “el Día de Yahvéh” .
 Toda una mañana la hemos pasado angustiados o molestos y alguien nos saca de un gran apuro, o nos da un gran apoyo, solemos decir: “¡Me has alegrado el día!”, en inglés dicen: “You’ve made my day!” (“Me has hecho el día”).   San Bernardo habla, en un sermón suyo, de un “advenimiento intermedio” de nuestro Señor.   Ése mismo nos toca a nosotros efectuar, con el poder del Espíritu de Dios: con pequeños detalles, con esfuerzos quizá nada notorios para muchos, con  actitudes y actos sencillos de caridad, de trabajo familiar, escolar, empresarial o patriótico: ayudarnos mutuamente a “hacer el Día”, a alegrarnos y hacernos mutuamente solidarios en ese día cotidiano, para que se haga eficaz el "Día del Señor".  

El Domingo es también
el “Día del Señor”.
En él resucitó Jesús –que es el Señor-, y por ello es SU Día.   No es que los demás días no lo sean, sino que este día, en el que los cristianos nos reunimos como familia de Dios, debe colorear toda nuestra semana, con esa gozosa expectación de la diaria e insospechada llegada de nuestro Salvador a nuestras vidas. Que este “Día del Señor” no sea más ni el “primer día de la semana” –como en los tiempos bíblicos-, ni tampoco el “séptimo”, como resulta cuando sólo pensamos en descansar; que sea --más bien-- el “Octavo día”, el día eterno que no es fácilmente visible en este mundo con semanas de siete días; que sea ese Día “que es, que era y que ha de venir”, ese día visible --con el OJO de la fe-- para todos aquellos que acogen el Reino de Dios y su justicia.

Hablando de ese "Día del Señor",  los cristianos nos hemos esperanzado e ilusionado muchísimo, viendo anticipadamente --con los ojos de la fe-- reaparecer a Jesús entre nosotros, con una apariencia gloriosa, a la vez sutil y triunfante: así nos lo esbozan, con vivos colores, los Evangelios y el libro del Apocalipsis, haciéndose eco de los profetas del Antiguo Testamento.

El Hijo del Hombre...
Tomando una figura del libro de Daniel, referida al Mesías, Jesús --en los Evangelios-- se refiere, sesgadamente, a sí mismo, y habla de una serie de cataclismos que anuncian "el Día del Señor", con la venida de esta figura misteriosa: "El Hijo del Hombre" al cual, fácil y cómodamente, reducimos únicamente al propio Jesús; cataclismos que, igualmente fácil y cómodamente, olvidamos que se refieren a la crisis bélica y política de la ocupación y destrucción de Jerusalén por los romanos en el 70 d.C., y NO (al menos NO-directamente) a un "fin del mundo"; ?pero qué esperaría el propio Jesús que fuese NUESTRA propia actitud?.

Los primeros cristianos hicieron importantes retratos de Jesús en los Evangelios, en los que se reflejaban a sí mismos; puede sonar mal, pero eso era lo que hacían, y hacían bien, si hemos de creer en que el Espíritu Santo dirige la inspiración de la comunidad para hacer "las mismas cosas que Jesús hizo y hacerlas aún mayores". 

Así, estos cataclismos se renuevan una y otra vez en nuestras historias personales y colectivas, en los cambios particulares, nacionales y mundiales, como hoy, que México  inicia una nueva etapa de su vida como nación, con un nuevo gobierno.

Pero ya NO somos el mismo México de hace 18, ni 36, ni 70, ni 90 años..., en el mejor de los casos, vamos madurando, vamos creciendo, y así como esperamos a ese Jesús "que ha de venir", así también adviene este Hijo-del-Hombre que somos nosotros, ese Cristo-Cósmico cuyo Cuerpo Místico somos, y que madura, crece y busca encontrarse a sí mismo con el poder del Espíritu. Toda clase de madurez en nuestra vida --incluida la madurez política--, nos lleva al advenimiento del Hijo-del-Hombre, a crecer, a ser más humanos, y es una oportunidad de realizarnos en Cristo...


Quizá --al contemplar a aquel "Hijo del hombre" tan glorioso y triunfal --pintado por profetas, videntes y evangelistas--, hayamos olvidado las palabras del Espíritu Santo, expresadas por boca del Procurador romano Poncio Pilato:  "He aquí al Hombre", cuando presentaba a Jesús, azotado y coronado de espinas, ante la multitud. Allí se estaba identificando ese "Dios-con nosotros", el Emanuel, el Dios que YA NO aparece identificado con el poder y la gloria de esta mundo, sino que prefiere y se encarna en los pobres y sufrientes de este mundo, para infundirnos ánimo y valor, para hacernos creer decididamente en nosotros mismos, para inspirarnos a conocernos a nosotros mismos, al conocerle a Él y creer en Él...

Que advenga --pues-- ese Jesús que nos promete su segundo y glorioso advenimiento, que estemos listos al "adviento cotidiano" en cada hermana y hermano, pero estemos listos al advenimiento del Cristo que vive en nosotros por el Bautismo, del Cristo--Cósmico, del Cuerpo místico que formamos colectivamente, comunitariamente, y que vamos a estar ya listos para recibir, que está naciendo en nosotros y en el mundo...

...PARA QUE EN TODAS LAS COSAS SEA DIOS GLORIFICADO.

P. Miguel+
U.I.O.G.D.
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Recursos litúrgicos en Adviento.
ORACIÓN DE LOS FIELES
CON LAS ANTÍFONAS "O"

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Para usarse --con las licencias correspondientes-- en cada diócesis, durante el Tiempo de Adviento, en sustitución de la Oración de los Fieles, durante la Eucaristía, y en sustitución de los Sufragios, en el Oficio Diario, o bien, como devoción independiente, o como parte de otros formatos de oración.



O SAPIENTIA
Letanista:
Oh SabidurÍa, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín, ordenándolo todo con firmeza y suavidad...
Pueblo: 
¡Ven y muéstranos el camino de la prudencia que conduce a la gloria!


O ADONAÏ
Letanista:
Oh Adonay, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley...
Pueblo:
¡Ven a librarnos con el poder de tu brazo!


O RADIX IESSE
Letanista:
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones...
Pueblo:
¡Ven a librarnos, no tardes más!


O CLAVIS DAVID
Letanista:
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir...
Pueblo: 
¡Ven y libra los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!



O ORIENS
Letanista:
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia...
Pueblo: 
¡Ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!



O REX GENTIVM
Letanista:
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo...
Pueblo: 
¡Ven y salva al ser humano que formaste del barro de la tierra!


O EMMANVEL
Letanista:
Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos...
Pueblo: 
¡Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!



COLECTA CONCLUSIVA
Celebrante:
Dios todopoderoso, danos gracia para despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz, ahora en esta vida mortal, en la cual, Jesucristo –tu Hijo-, con gran humildad, vino a visitarnos; a fin de que en el día postrero, cuando vuelva con majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos, resucitemos a la vida inmortal; mediante Él, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre.
Pueblo: Amén.