jueves, 26 de agosto de 2010

Nosotros los Cristianos:
¿Sal de la Tierra?

El Señor nos mandó a ser la sal,
no a ser el caldo.
Nos mandó a preservar y a ser delicia,
mas no una "salación" que maleficia...











"Vosotros sois la sal de la tierra;
pero si la sal se tornare sosa,
¿con qué será salada?
...No sirve más para nada,
sino para ser echada fuera
a que la pise la gente."
--------------(San Mateo 5: 13).



Padre Miguel Zavala Múgica+.


Nuestro Señor aplica este símil a sus seguidores. Los cristianos somos --según esta imagen-- la sal de la tierra; hay que entender la tierra como el mundo, el planeta, las personas que lo habitan.


Eficacia de la sal como conservador...

¿Pero qué es la sal?: Para la gente de tiempos de Jesús, era algo más que un saborizante; a falta de sistemas de refrigeración, la sal servía (como hasta ahora), para desecar las carnes y otros alimentos, y conservarlos por un tiempo relativamente más prolongado del normal para esos materiales.

Tan importante era la sal en el mundo antiguo, que frecuentemente era usada como tipo de cambio: de ahí la palabra latina salarium (= "salario").

Si la sal perdiere --hipotéticamente-- su salinidad: su sabor y su virtud para preservar los alimentos de su natural corrupción, perdería su razón de ser y no sería más que si fuese arena o grava para rellenar caminos: "para que la pise la gente".

Pero resulta que Jesús habla de sus seguidores como sal del mundo, y exhorta a que no perdamos nuestra esencial eficacia como sal del mundo; pero entonces ¿qué significa que seamos sal del mundo?

Parece evidente que si la sal da sabor y preserva de corrupción un alimento, lo que el Señor ha querido decirnos es que estamos los cristianos para dar sabor a algo, y para ser agentes de conservación y preservación de algo contra su corrupción.

Si ese algo es la tierra, el mundo, la sociedad (sociedades, más bien) de los seres humanos; habría que entender que --lo mismo que esa sal--, los cristianos tendríamos que cubrir, rodear y rebosar perfectamente aquello que pretendemos preservar y saborizar.

¿Has visto cómo se sala el pescado?, antiguamente se apaleaba y picaba el pescado o las carnes para que la sal se les impregnase perfectamente.
¿No habremos picado y apaleado ya lo suficiente los cristianos en nuestro empeño por ser sal?


Los cristianos en el mundo...

Este pasaje evangélico me recuerda mucho otro de la Carta a Diogneto --una defensa de la Fe Cristiana tan temprana como del siglo II--, que dice, entre otras cosas:

"Lo que es el alma al cuerpo,
eso son los cristianos en el mundo".

Esa carta habla además de que los cristianos viven en el mundo presentando un ejemplo patente con sus propias vidas, aunque sin distinguirse del resto de la sociedad en la que viven por ninguna clase de vestidos, moneda, lengua o usos propios, sino bien integrados e impregnados en la sociedad.

Con los recientes escándalos mediáticos del clero en la política mexicana, me pongo a pensar que --indudablemente--, algunas personas creyentes intentan de buena fe ser "sal y luz del mundo", mientras algunos más se empeñan en la terquedad de ser la "salación" (en lenguaje supersticioso: "la mala suerte") de la sociedad en la que viven, y a la que pretenden impartir clases de pública moral.

¿Dónde somos los creyentes auténtica, sabrosa y preservante sal, y por dónde es que perdemos la eficacia y no servimos más que para pisoteo de la gente?

Ni quiero ni debo "enmendar la plana" de la enseñanza de Jesús; pero si razono mi fe, es mi obligación preguntarme algunas cosas...

--¿Habrá querido Jesús que su enseñanza, su Buena Nueva llegase a los corazones de las personas? Seguramente que sí.

--¿Habrá querido Jesús que su enseñanza llegase a esos corazones valiéndose de hegemonías y poderes controladores de la mente y la experiencia de las personas? Me parece que eso contradice TODO el contexto de fondo que Jesús dio a su manera de anunciar su Buena Nueva; Él habría querido llegar a los corazones mediante el testimonio, la persuasión feliz y compartida, pero jamás por medio de ninguna clase de chantaje, y menos del chantaje moral.

Si Jesús ha dicho que viene a traer un fuego a la tierra, y que desea que éste ya esté ardiendo, y si realmente ha querido que su mensaje llegue a todos los corazones, seguramente querrá que el mensaje llegue de corazón a corazón y no desde el "mangoneo" de báculo ni cetro alguno a modo de macanas policiales.


¿Qué habría dicho y hecho Jesús?

Siempre he creído que Jesús ha creído (confiado) más en nosotros de lo que nosotros somos capaces de confiar en él. Hay un pasaje de San Juan (14), donde Jesús señala:

"Aquel que cree en mí, hará las mismas cosas que Yo hago,
y las hará mayores aún, porque Yo me voy al Padre..."

Es una muestra clara de que Jesús pone en manos nuestras (nuestras de todos los miembros de la comunidad cristiana --¡halé!: ¡que no sólo de las clerecías!), el discernimiento de su voluntad y el planteamiento de nuevos retos y de nuevas soluciones, y así poner un granito... de sal... al caldo social.

Así que en esa fe mía en Él, creo que Jesús --si físicamente le tuviésemos--, nos recordaría su propia parábola de la "levadura de los fariseos"... Nos advertiría --como lo hace en esa parábola--, de cuidarnos de la soterrada manera como los hipócritas levantan la masa (¡y mira que levantan las masas!).

Le caerían en gracia nuestras modernas percepciones y conocimientos médicos y nutricionales acerca de la sal, de cómo abusamos de ella en los ponzoñosos conservadores (tipo glutamato monosódico y demás porquerías), y cómo los cocineros y cocineras agregan alegremente feroces concentrados de caldo de pollo (atascado de sal) a la comida que ya tiene bastante sal de suyo...


Ser Sal HOY...

Haría Jesús nuevas parábolas acerca de nuestras obesidades, retención de líquidos, enfermedades cardiovasculares ocasionados ¿por...?:

EL ABUSO EN EL CONSUMO DE SAL.

"No, amigos; porque vosotros sois mis amigos --nos diría--, buena es la sal; pero esta clase de sal ha perdido su eficacia"

Creo que nos diría también:

---"Habéis oído que se dijo a los antiguos: 'estos son mis mandamientos para que por ellos tengáis vida'; pero Yo os digo: Vuestro modo de aplicar la sal que os encargué, acarrea muerte y dolor: de tales sales no he querido para vosotros... ¡Cuidado con esos cubitos de concentrado de caldo de pollo de vuestros nuevos fariseos (veo que nada cambiáis)!".

Pienso que los cristianos --ciertamente debemos estar presentes en el mundo--, hoy un feligrés mío me decía: ---"Padre, ¿qué piensa hacer para que crezca la Iglesia Anglicana en nuestra ciudad?", y yo respondo...:


---Lo mismo que pienso que debemos hacer todos los cristianos, o al menos todos los anglicanos: si el caldo es nuestra ciudad --o la sociedad de cualquier otra ciudad--, nosotros debemos estar presentes en proporciones adecuadas, llegar a todos lados, dar sabor y preservar de corrupción, pero siempre de manera alegre, humilde y sin pretender ser un montón: hoy la sal no se administra a puños; el daño de esa sal en grandes proporciones, ha sido descubierto y puesto en evidencia por la ciencia moderna--, buenas son las cantidades pequeñas pero eficaces.


El Señor nos mandó a ser la sal,
no a ser el caldo.
Nos mandó a preservar y a ser delicia,
mas no una salación que maleficia...






U.I.O.G.D.
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