domingo, 3 de agosto de 2008

HOMILÍA DOMINICAL
03 de agosto, A.D. 2008
Léanse las lecturas del artículo siguiente:
Propios de la Santa Eucaristía…
¡Denles ustedes de comer...!
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Conversando con un par de sacerdotes compañeros míos -dos de los más trabajadores de mi Diócesis-, que atienden más de una congregación, organizan retiros; se buscan mucho para apoyarse entre sí, y están siempre al pendiente de sus feligreses, además se trata de personas de carácter sencillo y afable.
Nuestra pláticase fue hacia el estado que guarda la fe cristiana en Europa, y comentábamos que en ciudades como Madrid, la gente sencillamente no va a la iglesia; los templos tienen gente hasta adelante (los más comprometidos de la comunidad, quizá), y hasta atrás (tal vez los que van de paso), en medio, nada, vacío...
Los curas le echan la culpa de eso, a un monstruo... una cosa gelatinosa y amorfa, mítica y que nadie ha logrado ver bien aún, a la que llamamos "secularismo", y que quién sabe qué será ("por vida'e Dió"), unos dicen que una adicción al trabajo, otros que el interés desmedido por el dinero, otros que la rapidez de las comunicaciones (celulares, internet, etc.), otros más que dizque la "cultura de la muerte" (que el aborto, que la eutanasia), que el sexo desmedido, que los homosexuales, y un montón de cosas que pueden variar según quien haga la listita... Que conste... no digo si esta lista que acabo de hacer es correcta, sólo enumero algo de lo que se suele meter en el costal a la hora de quejarse (curas y pastores), acerca de la cosa esa a la que llaman "secularismo".
Se inventan términos imprecisos para que luego sirvan de costal a donde aventar todo con lo que no se puede lidiar o que frustra en su ministerio.
En México los templos aún lucen llenos, atiborrados de gente que "va a misa", pero que no se queda, que no hace comunidad; es masa de gentes "que van a la iglesia", mas no "personas que sean Iglesia", personas que se queden a formar la Iglesia.
No hay duda que hemos devaluado mucho la vida y la persona humanas. Es cierto también que la gente busca la Iglesia o la religión en general para satisfacer su ego con bodas pomposas, con escenarios de ensoñación (en iglesia de lujo o en la playa...), o unos "quinceaños" a todo lo alto. Muchos van al templo sólo a pedir bendiciones de carros, de casas o a que la Primera Comunión de sus hijos les salga baratita, o que cuánto han de pagar para que no los hagan ir a las catequesis...
Sí, es cierto que la gente busca caminos fáciles y con frecuencia es frívola, vana y vulgar... Basta asomarnos un poco al mundo de los chats o conversaciones por internet... : se busca ávidamente satisfacer apetitos inmediatos, casi únicamente sexuales, igual que la porquería de comida rápida a la que nos estamos acostumbrando. Interesan los encuentros breves y "productivos" con cuerpos hermosos y jóvenes, y no el conocimiento profundo y comprometido de PERSONAS con un alma, con sentimientos y pensamientos propios.
A todo esto, me asalta la preocupación... ¿No será que SÍ tenemos -todas las personas-, un hambre y una sed intensas de satisfacernos interiormente? ¿No será que esa avidez también busca valores profundos que quisiéramos obtener para nosotros en lo individual y en lo familiar? ¡Ya lo creo que sí! Queremos cuidar y proteger a alguien; queremos que alguien nos cuide y proteja; buscamos quien nos haga compañía en la vida; requerimos de quien guarde nuestras confidencias; nos urge a quién mirar a los ojos; necesitamos saber que nuestro trabajo le sirve a alguien; necesitamos que lo que trabajamos sea bien remunerado, con justicia... ¡todo esto es justo!
Y... bien importante... ¡Necesitamos comer y beber de verdad! Decía el dramaturgo Bertold Brecht que primero está comer y luego la moralina... Pero qué importante se nos ha vuelto la ética y la moral cuando lo que empezamos a vivir en este mundo tan lleno de riqueza y de comida, es una pésima, injusta y desproporcionada distribución del alimento real. Ahí sí que no nos queda más remedio que anteponer la ética a la comida, ¡porque si no, no comemos!

Negativa a aceptar los riesgos y responsabilidades de ser libres.

La primera lectura (Nehemías), está tomada de una larga oración que el sacerdote Ezra hizo a Dios en presencia del pueblo al volver del Exilio a Babilonia, me impresiona que diga:

"(Nuestros antepasados) fueron tan testarudos que nombraron un jefe que los llevara de nuevo a su esclavitud en Egipto..."
"Aun cuando se hicieron un becerro de metal fundido, no los abandonaste en el desierto."
Esto es: que Dios te libera -como ha acompañado la lucha de tantos pueblos por liberarse de tiranías, hambres y opresiones-, y tú mismo te encargas de buscarte quien te domine y te tiranice... Eso nos pasa en la historia de los pueblos, y en nuestras historias familiares; incluso puede pasarnos cuando nos liberamos de una relación familiar o marital viciada, pero -como nos agobia la falta de dinero o de casa u otros satisfactores-, sacrificamos nuestra libertad para irnos a vivir (a veces con todo e hijos), a la casa de aquél abuelo, mamá o ex-esposo, que deberían ser ciclo cerrado en nuestras vidas. Ahí hay miedo a crecer... reticencia ante la necesidad de madurar en libertad.
Creo que la palabra clave de la primera lectura y de la segunda es fe: confianza. No la fe como un abandono ciego e irreflexivo en manos de las personas o las situaciones, sino una aceptación evaluada de las cosas que no podemos cambiar, y un enfrentamiento decidido con aquello que está en nuestras manos cambiar.
"Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman..."
otras versiones dicen que:
"Para quienes aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien..."
Es muy valiente quien se echa a cuestas esta afrimación de fe y trata de vivirla, porque nos exige evaluarnos a diario y sacar de nuestro interior lo que Dios mismo nos ha dado para superar la prueba de vivir la vida; porque no es fácil ver la intervención de Dios en las cosas que no nos gustan de la vida. Puede ser legítimo enojarnos con Dios -al fin y al cabo es nuestro Padre (nuestra Madre también...)-, ante una crisis, ante la insatisfacción de nuestra hambre y sed internas, podemos enfadarnos y hablarle a Dios con cierto enojo -sí, yo no lo niego-, ...aaaaahhh, pero no se trata de un simple permiso para ser irreverentes.
Preguntémonos: ¿De qué es nuestra hambre?
Jesús dice:
"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados"
En otras palabras, ¿hemos evaluado si nuestras instisfacciones y enojos con la vida son puro capricho, o si pasan por encima de la vida y necesidades de los demás?; ¿valoramos la enseñanza que podemos sacar a situaciones adversas? Eso es algo que vale la pena hacer todos los días. Eso, y cultivar la confianza que propone San Pablo, que está para aprendérsela de memoria:
"Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo que ahora nos está pasando, ni lo que haya de pasarnos después, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!"
La enseñanza de Jesús nos entrena para darlo todo... ¡Todo aunque sea poco!, y al ponerlo en sus manos, confiar en las maravillas que Él es capaz de hacer.
Jesús busca un merecido rato de soledad -necesita meditar, estar a solas, y se aleja en barca para cortar camino; la gente se entera y lo sigue.
Jesús sintió compasión... y los atendió. Importante: no fue lástima, sino compasión; es decir, el sentimiento de tener (o cuando menos imaginarse) y comprender los padecimientos de otros (vaya, ponerse en lugar de...).
Los discípulos -a su modo-, también se preocupan por la gente, ven la hora, saben que es tarde, la gente requerirá de alimento, quieren que Jesús les despida... porque no se sienten capaces de proveerlo ellos. Jesús ya ha dado el alimento principal -por cierto.
Me encantan las palabras del Señor:
"No tienen necesidad de irse; denles ustedes de comer".
Como que Jesús sabe algo... hay algo, una capacidad interna que los discípulos tienen y de la cual no se han percatado, y el Maestro quiere que la descubran.
"No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados."
Expresiones como ésta son típicas de los evangelios. Las personas creen no tener nada; como en otro pasaje donde Pedro -a quien Jesús le preguntaba si lo amaba-, se avergüenza, pero no dice que no le ama, sino que "le quiere"... ¡Vaya, eso ya es algo siquiera! Y eso poco Jesús lo toma, como ahora estos panes y peces. ¡Y qué cosa hace con eso poco!: "Tomó, bendijo, partió los panes, y los dio..." las cuatro cosas que hacemos en la Eucaristía. Por eso la Eucaristía es más que el mero ritual y ceremonial de la "misa", es mucho más, es toooda la vida de la Iglesia, Jesús se pasó su vida entera en un ambiente "eucarístico".
No quiero echarle a nadie a perder su ilusión de que el Señor haya "multiplicado los panes"; ¿que si podía?, ¡claro que sí!, pero hasta los monopolios de panificadoras con ositos simpáticos lo saben hacer (claro que más bien multiplican el migajón y no el pan). Me atengo a que el Señor alimentó a cinco mil, independientemente de cómo lo hizo... Pero sí que es importante el cómo lo hizo: ¡Movió corazones!, ¡enseñó a los discípulos a descubrir su propia capacidad para organizar a las personas y -a la vez-, ayudarlas a descubrir su capacidad de organizarse y compartir!
¿Qué necesitamos quienes conducimos al pueblo de Dios?: Pues ni más ni menos que eso... Acoger con amor, escuchar, comprender, sonreír a quienes Jesús ha acogido, sonreído, escuchado y comprendido como nuestro Maestro. ¿Qué necesita el pueblo de Dios? Pues buscar, buscar esa guía que las actuales clerecías estamos tan mal administrando gracias a nuestra falta de fe y nuestra pasión por la administración SIN pastoral, la gente puede que sea ignorante... pero no es tonta, y se va de donde no ve que se preocupen por ella...
Tal vez las iglesias madrileñas con las que comencé esta homilía, se llenaran un poco más (y también las mexicanas, y las de los Estados Unidos...), y las de cualquier parte donde el desaliento y la ausencia hagan presa tanto de clérigos como de laicos, el día que nos decidamos a crecer. Los laicos a dejar de buscar un pan gratuito en el que no tengan que poner nada de su parte, "...buscando sólo consuelo y no fortaleza... sólo perdón y no enmienda de vida", a comprometerse más en el interés común y no sólo en sus gustos y fiestas de lujo; y el clero... ¿a ver qué día comenzamos a predicarle a la gente no sólo lo que le apetezca oír, sino también lo que necesita oír, no sólo a reconvenirla, sino también a apoyarla y fortalecerla... en una palabra: ¡A pasarles un mensaje creíble, sostenido por nuestro testimonio de santidad de vida!

U.I.O.G.D.