Pbro. Miguel Zavala-Múgica+ El presente texto NO ES UN SERMÓN, está pensado para leer en lo personal durante la semana, o bien para que los clérigos o maestros organicen material para un estudio con la comunidad. También, si se desea, se puede usar para resumir un Sermón u Homilía. Léanse las lecturas del artículo siguiente:
Propios de la Santa Eucaristía. Propio 16, Año A
Éxodo 1: 8-2: 10
--“Miren que los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no vaya a suceder que –si estalla una guerra-, se una a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país.” Les pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros trabajos.”
“Los egipcios trataron con brutalidad a los Israelitas y los redujeron a esclavitud; les amargaron la vida con duros trabajos de arcilla y ladrillos, y con toda clase de labores campesinas y toda clase de servidumbres que les imponían por la fuerza.”
“…Cuando tuvieron que abandonarlo, la hija del faraón lo recogió y lo crió como si fuera su propio hijo. De esa manera Moisés fue iniciado en la sabiduría de los egipcios, y fue un hombre poderoso en palabras y en hechos.”
(Hechos de los Apóstoles 7: 21, 22).
El origen del nombre de Moisés –según el texto-, significa en hebreo “salvado de las aguas”:
“Ella lo llamó Moisés, pues, dijo: “lo he sacado de las aguas.”
"Nos habrían sumergido las aguas, hasta el cuello habría subido el torrente; Hasta el cuello habrían subido las aguas furiosas."
(Salmo 124: 4, 5)
Un culto racional, lógico… Adorar a Dios con discernimiento. El Dios que se revela en la Biblia, no es un tirano que exija sacrificios de sangre, por ello San Pablo (en la segunda lectura), invoca “la gran ternura de Dios”, para pedirnos el máximo de lo que un ser humano puede ofrecer: su propia persona. Pero usa una expresión griega muy docta y clara την λογικην λατρειαν logikê latría (“culto racional”, “adoración lógica”): “el culto conviene a criaturas que tienen juicio”. Invita también a un empeño por “transformarnos mediante la renovación de la mente”
“…transfórmense a partir de una renovación interior.”
En otras palabras, lo más importante que Dios quiere de nosotros es que –al entregarnos a Él y vivir en su comunión-, iniciemos un camino de discernimiento, de ser conscientes de nosotros mismos, de nuestros propios procesos y cambios en la vida, y de lo que quiere Dios para nuestras vidas. Esto incluye el saber valorarnos a nosotros mismos en nuestros talentos y bendiciones propios, a eso se refiere cuando habla de “el carisma que Dios le ha entregado a cada uno”. El Bautismo incluye también –entre los beneficios que obtenemos de él-, el injertarnos en un solo Cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo… somos miembros suyos en la diversidad de nuestros dones, aunque en la unidad del vínculo común en Él.
“Miren cuántas partes tiene nuestro cuerpo, y es Uno, aunque las distintas partes no desempeñan la misma función. Así también nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo; dependemos unos de otros y tenemos carismas diferentes según el don que hemos recibido.”
Entonces, cuando enlazamos esta segunda lectura con la primera, vamos encontrando que nuestro proceso de liberación –según la voluntad de Dios-, toma en cuenta las injusticias sociales y políticas del mundo, se arraiga en un proceso de cambio interno basado en el discernimiento y pasa por nuestras crisis y angustias más terribles. Pero el proyecto de Dios para nosotros es llevarnos a una realización de la comunión, de la comunidad humana; para ello propone la unidad “por Cristo, con él y en él…”, y nuestra realización personal, aportando nuestras propias bendiciones y talentos, las cosas que mejor sabemos hacer, decir y pensar: nuestros carismas. ¿Ves por qué culminamos la ofrenda eucarística cantando o proclamando estas palabras?: "Por Él con Él y en Él..." Esto no quiere decir que las personas no-cristianas no estén invitadas al proyecto de Dios para la humanidad, o –peor aún-, que haya que forzarlas a entrar en los planes de Dios obligándoles a hacerse cristianos o presionándolos imponiendo medidas “cristianas” obligatorias en la sociedad o en el gobierno. Significa que la comunión es el proyecto de Dios, que toma en cuenta a cada persona en particular, y que Cristo lo realizó en su propia persona, haciéndose ofrenda para Dios, lo mismo que nos propone a nosotros. El vicio y el pecado humanos pueden hacer que esa ofrenda se convierta en un sacrificio cruento –como el de Jesús-, que por cierto, es más que suficiente para nuestra salvación; pero Dios nos pide un “culto racional, juicioso…”, cuando nuestra fe y amor llegan al heroísmo, estamos en libertad para llegar hasta la ofrenda de nuestra propia vida, pero Dios no nos presiona, ni nos exige volvernos “kamikazes” a nadie, ni menos aún ser “kamikazes” contra nadie. Dar sentido a lo que vivimos y a lo que creemos. Al platicar sobre la primera lectura, vimos lo importante que es construir lo que creemos acerca de las cosas en nuestra vida; es esencial el significado que damos a las cosas. La ciencia histórica y la psicológica, permitieron a Freud descubrir que –con muchas probabilidades-, Moisés no fue un israelita, sino un egipcio a quien la mente colectiva de Israel adoptó como suyo… Muy bien…, la ciencia es la ciencia, tiene sus propias reglas y exigencias y no hay que escabullirse, hasta el clero tenemos que entrarle a esto (aunque haya “mentes brillantes” que digan que no…); pero, muy bien, Dr. Freud ¿y luego? Freud se dio cuenta lo importante que es no detenernos en los datos fríos y austeros de la ciencia y el pensamiento racionalista. Valdría la pena darnos cuenta que lo que falta es dar sentido a la vida, ese es el hermoso fruto del discernimiento que nos propone Pablo en la segunda lectura: “el culto racional”, digno de personas juiciosas, “la renovación interior”… Para seguir poniendo ejemplos de psicólogos judíos famosos, creo que aquí entraría maravillosamente Víktor Frankl, con su obra: El Hombre en búsqueda de Sentido. Si Freud vio iniciarse el horror de la sin-razón nazi, Frankl –un ser humano maravilloso-, lo vivió en carne propia; pero, además, lo superó con rostro encantadoramente alegre, su secreto, fue poner en primer lugar la afanosa búsqueda de sentido para todo en la vida, incluso las más terribles tragedias, la crueldad, la saña, el odio más profundo. En el Evangelio, Jesús muestra su preocupación por lo que se dice de su persona. Aunque –más bien se trata de su preocupación por aquellos que dicen algo sobre él.
--“Según el parecer de la gente, ¿quién es este Hijo del Hombre?”
Hijo del Hombre es una expresión con la que Jesús parece referirse a él mismo… Mmm, no es tan simple. Ben Adam, en hebreo, significa “hijo del ser humano”, puede leerse poéticamente como “hijo de Adán”, pero –en resumidas cuentas- se refiere a un simple ser humano, ni más ni menos. Parece que desde el Libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, la expresión Hijo de Hombre se usó para hablar del Mesías, y es en ese sentido que la usa Jesús. Los discípulos –en este relato-, de inmediato se la aplican a Jesús, y responden reportando las opiniones que la gente tiene… Entonces, a Jesús le interesaba que sus discípulos estuviesen conscientes de las opiniones de los demás; el texto no condena a nadie por sus opiniones… Actualmente, las personas –en las sociedades-, tenemos opiniones muy diversas sobre Jesús, aún dentro de la propia Iglesia, podríamos señalar unas cuantas: “un maestro de religión”; “un iniciado”; “un reformador social”; “un profeta”; “un judío”; “un maestro ascendido”; “un gran gurú”; “un avatar”; “un ser de luz”; “DIOS”; “un tipo a todo dar”; “mi Amigo”; “una víctima del imperialismo”; “el hijo de la Virgencita”, “Jesús es ‘cool’, lo gacho son los curas”, etc. etc. No las inventé yo… simplemente es “el parecer de la gente sobre el Hijo del Hombre”. Si Jesús no vino a descalificar, me parece que no es tampoco chamba o trabajo nuestro el hacerlo, sin embargo, Jesús tiene una preocupación por sus discípulos:
Jesús les preguntó: --“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Pedro contestó: --“Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.”
De la prudencia del discernimiento a la fuerza de la resuelta convicción. Todo lo que sigue a continuación que le dijo Jesús a Pedro es motivo de enmarañado y prolongado pleito de todas las demás Iglesias Cristianas con la Iglesia Católica Romana, y se ha usado también (un tanto cuanto miserablemente), para discutir ambiciones de poder y control. Vamos a dejarlo a un lado. Para empezar, el buen Pedro tiene un excelente retrato de carácter en los evangelios; era un tipo visceral, resuelto (yo diría: “machín”), no se andaba con medias tintas; probablemente valoraba mucho la lealtad y él mismo era capaz de ofrecerla; cometía enormes “metidas de pata” con aquello de la prudencia (lo que sí… hipócrita no era). Así que Jesús pregunta y Pedro dispara (¡perdón!), Pedro responde: no analiza, no elabora… (eso se lo deja al culto y educado Pablo), Pedro es el hombre del “¡Esto es así y así! ¡PUNTO! No significa este texto, que Jesús no valore el discernimiento, pero sí que –llegado el momento-, entre un grupo inicial (los Doce), tiene que haber un elemento de decisión, de concreción y de seguridad en uno mismo. Me recuerda mucho a un compañero mío del Seminario, y sacerdote muy activo: un tipo capaz para: 1. Saber lo que quiere (objetivos concretos); 2. Reunir en torno suyo a un buen equipo y 3. Trazar métodos prácticos para lograrlo. ¡Cuánta necesidad hay de eso en la Iglesia y en cualquier parte!, ahora le llaman “liderazgo”… Pero el Señor no propone esto únicamente para el perfil de un sacerdote o de un obispo; nos lo está proponiendo a todos y a cada uno. ¡Una parte –en el interior de nosotros mismos, por indecisos y tímidos que seamos-… tiene que saber qué quiere, saber reunir sus propios recursos y ponerse en camino!
--“Dichoso tú, Simón Bar Iona, porque esto no te lo ha revelado la naturaleza humana, sino mi Padre que está en los Cielos. Y ahora Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la Muerte jamás la podrán vencer.”
Jesús quiere despertar en nosotros la capacidad de resolución para dar sentido a las cosas de la vida. ¿Qué opina la demás gente?, es importante, pero NO es TU opinión ni convicción… Aquí importa qué dices tú. Y Jesús honra a Simón… diciéndole que es una “piedra” (¡y lo era!): Una “piedra fundamental” para iniciar una construcción, una “piedra clave” para rematar un arco o un edificio… una “piedra bruta” para empezar a trabajarla, a pulirla “desde cero”, todo eso implica ser “piedra”, y todo eso le cargaron al buen Pedro…, por eso me admira que algunos solamente le vean el aspecto de “base sólida”, y no todo el conjunto completo de lo que la persona de Pedro mostró en su vida, en relación a eso de “ser piedra”. Edificar la Iglesia significa: “levantar la comunidad”, “construir la comunión”. Por aquí le vamos tomando el hilo conductor a lo que hasta aquí hemos leído. Dios mira nuestras necesidades, crisis, tragedias y situaciones de vida, en general, y se interesa por nosotros, nos libera; levanta guías y conductores para su pueblo y –en un momento determinado-, a todos nos toca serlo de un modo u otro, aún para sólo nuestra propia vida. Dios busca construirnos en la comunión del Cuerpo del Hijo del Hombre, y por eso nos quiere decididos a usar la “clave” (clavis = “llave”, en latín) del discernimiento interior para construir algo concreto en nuestras vidas, de aquí que entre la imagen pesada y grave de una piedra, Jesús pase a la delicadeza y finura de una llave (“llaves pequeñas abren grandes puertas”).
“ -‘Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.’ Entonces Jesús les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías”.
En primer término, esto significa que Dios acompaña nuestras decisiones –independientemente de lo acertadas o erráticas que resulten (“infalible” no hay nadie en este mundo). No se trata de que Dios apruebe nuestra maldad, ni nuestras malas intenciones deliberadas, sino que –del mismo modo en que nuestros padres nos respetan y apoyan en las decisiones que tomamos en nuestra vida adulta, sin que necesariamente compartan nuestras opiniones, así también Dios está presente en nuestro caminar. ¿Por qué el secreto? ¿Por qué el silencio? ¿Por qué Jesús manda callar a sus discípulos? Ya convirtió a Pedro en piedra, ya le prometió –más adelante-, entregarle un nuevo instrumento de trabajo (las llaves), ¿por qué ahora calla a todos? Los comentaristas bíblicos hablan del “Secreto Mesiánico”; Jesús no se revela como Mesías por lo que hace en su vida pública. El SENTIDO de su misión e identidad lo dará el TRIPLE Misterio Pascual de: su pasión, su muerte y su resurrección. Pero además, se trata de dejar que cada uno vaya llegando al descubrimiento de Jesús como el Cristo. El secreto es esencial para no interferir –con nuestras propias apreciaciones-, en el proceso que otros van llevando de su propio discernimiento interior para: 1. razonar la situación de su entorno (como en la primera lectura), 2. el descubrimiento de sus carismas, 3. encontrar su lugar –como obrero-, en el Cuerpo de Comunión en Cristo (como en la segunda), y 4. colaborar en él para iniciar los cimientos del Reino que Dios –verdadero Arquitecto-, quiere construir en nosotros y entre nosotros.
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U.I.O.G.D.