sábado, 12 de junio de 2010

Anglicanos y "milagros" eucarísticos.


Miguel Zavala-Múgica+
Hace tiempo que recibo --de tanto en tanto-- un archivo PowerPoint acerca de "milagros" eucarísticos en los que se supone se "comprueba" la Real Presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía: que si hostias que se transmutan en tejido humano, que si vino que se licua en tejido hemático... y que si además viene la NASA --o "la ciencia"-- y lo "comprueba", y que, según eso, "ahora sí hay que creer..." .
Nuestra propuesta diferente como anglicanos, no está tanto en lo que creemos, sino en la actitud madura y razonante --a la vez que abierta al misticismo y la espiritualidad--, que buscamos tener al aproximarnos a las convicciones de nuestra fe común: cristiana y católica.

¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es --ante todo--, la celebración de acción de gracias por la Gracia, de ahí el origen de su noimbre en griego: evjaristeía -- "buena gracia": en ella damos gracias (en minúscula y en plural) a Dios, por La Gracia (en mayúscula y singular) que Dios nos brinda y regala al hacerse humano para compartir también, con nosotros, su divinidad.
La Eucaristía es --también-- un resumen celebrativo y simbólico de toda la Historia de Nuestra Salvación, enfocada en el triple Misterio Pascual de la pasión, muerte y resurrección del Maestro, es decir: de Nuestro Señor Jesucristo.
En la Eucaristía se resume de un modo sacramental y místico la Historia de Salvación anterior a Jesús, pero también celebramos nuestro presente como comunidad cristiana; celebramos, asimismo, nuestra comunión con vivos y difuntos, y anticipamos su Segunda Venida y la fiesta eterna en la casa del Padre: por eso decimos que es el "banquete escatológico"; porque anticipa lo que ha de ocurrir al final de la historia y en la plenitud del Reino.
Jesús no tan sólo instituyó la Eucaristía en la Última Cena, sino que se pasó la vida instituyéndola cada vez que comia con prostitutas, publicanos y pecadores --esto es--, cada vez que se hacía presente, conviviendo con el ser humano y nos hacía disfrutar la presencia de Dios-con-nosotros (Emanuel).

Presencia Real de Cristo...

Los anglicanos creemos en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía; sin embargo, "Real" no significa --en modo alguno-- "física"; no hay por qué buscar el modo de tal presencia; por eso, los supuestos "milagros" relacionados a la Eucaristía, lo único que hacen es levantar una cortina de humo basada en fenómenos de sangre, que --con todo respeto para los que creen en ellos-- más parecen imágenes de nota roja, para distraer nuestra atención de lo que realmente importa.
La Presencia Real de Cristo es Espiritual; mas no quiere ello decir que sea una presencia meramente metafórica o emblemática (como quizá propongan algunas iglesias evangélicas). La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía se llama "Espiritual" (con "E" mayúscula) porque es motivada y activada por el Espíritu Santo: por eso muchos teólogos la llaman "pneumática": porque la ocasiona e impulsa el Pnevma 'Ágion, el Ruaj ha-Kadosh: el Espíritu Santo.


Presencia alegre, viva y eficaz.

Entonces, antes que buscar la Presencia Real de Cristo --de manera localista-- en el trozo de pan que partimos y el trago de vino que bendecimos, primero que nada hay que buscarla en la reunión misma de los hermanos. La Eucaristía es --antes que nada--, la reunión, el encuentro feliz y comprometido de los cristianos con objeto de 1. leer y responder a la Palabra de Dios y 2. partir el Pan y bendecir la Copa.


La Presencia real, viva y eficaz de Cristo, comienza por el encuentro de la comunidad cristiana que le celebra. (Congregación de San Esteban: Río Bravo, Tamaulipas, Diócesis del Norte de México, Iglesia Anglicana)


De esta Presencia Real, viva y eficaz de Cristo en la comunidad, viene la convicción de su Presencia en las especies eucarísticas. Pero justo es por eso que los anglicanos no damos adoración alguna a las especies eucarísticas; ni tampoco los ortodoxos lo hacen!, para que no se piense que esto es una argumentación desde el protestantismo.
Adorar el pan y el vino consagrados para la comunión, sugiere encarcelar la Gracia, cosificar el Espíritu Santo y remitir la realidad y el ministerio eucarístico de la Iglesia a únicamente el altar y el sagrario. Es cierto que los anglicanos reservamos con reverencia las especies o elementos consagrados, pero no es menos cierto que los destinamos para la comunión de los enfermos, encarcelados o personas de cualquier modo impedidas para asistir a la eucaristía parroquial.
De ahí que se sugiera que --en el diseño de un templo anglicano--, el sagrario no compita con el altar, colocándolo ostentosamente en el mismo plano, sino --bello y discreto-- a un lado (tradicionalmente al lado litúrgico Norte --izquierda mirando de frente--, de la Santa Mesa), iluminado con la luz perpetua o "lámpara del Santísimo".
Ya es bastante que algunos fieles católicos romanos publiquen sus historias de milagros de sangre licuada y otros sucesos paranormales, como para que los anglicanos nos sintamos atraídos por esa clase de "comprobaciones" y las promovamos. Estos fenómenos podrán ser muy ciertos e interesantes en el plano parapsicológico (¡por supuesto!, y siempre que no se trate de un fraude); pero su condición de milagros promovidos por la Gracia de Dios es cuestionable, amén de que no tienen por qué ser el eje de la fe de un cristiano que razona sus convicciones religiosas.
Esta clase de supuestas "pruebas" de la verdad eucarística, en vez de fortalecer la fe, atizan el incendio del fanatismo (que no es fe, sino fideísmo). Lo que se cree por fe, no requiere de pruebas, porque la fe no compite con la ciencia: cada cosa va en su sitio.
Sugiero buscar otros estímulos a la fe eucarística: como meditaciones sobre textos de la Sagrada Escritura como aquellos que hablan de Jesús aceptando --a la mesa--, la hospitalidad de personas consideradas pecadoras, como Zaqueo, o la mujer llamada "de mala vida", o publicar fotos y videos de nuestras congregaciones durante la Eucaristía y la convivencia al final de ella, o bien, emprender alguna obra social que lleve alimento a los hambrientos o --mejor aún--, que enseñe y apoye la labor en pro de personas humildes en busca de trabajo.



La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía de la comunidad, se entiende también en la inclusión --en una misma familia--, de muchos hermanos que son diferentes entre sí: Aquí, la congregación de El Espíritu Santo, en Tlalpan, México, D.F. (2004), en una eucaristía especial con personas homosexuales, sus padres y familiares.

Pienso que estas últimas, son extensiones válidas de la Eucaristía, y auténticas experiencias de la Presencia Real, viva y eficaz no sólo en su Cuerpo Sacramental, sino en su Cuerpo Místico, que somos nosotros, los miembros de la Iglesia.


U.I.O.G.D.
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