De qué bases históricas parte el debate sobre la validez.
Pbro. Miguel Zavala-Múgica+
Izquierda.- El Papa León XIII (reinante: 1878-1903): Su visión crítica sobre el Protestantismo liberal, el liberalismo en sus diversos aspectos, el socialismo y otros temas, determinó su postura ante el Anglicanismo y la validez como Iglesia.
En la década de 1880, los obispos de las colonias y ex-colonias británicas, reunidos en la Conferencia de Lambeth, acordaron la conformación de la Comunión Anglicana, una familia eclesiástica que permitiría a las diversas iglesias anglicanas (también llamadas episcopales), regionales o nacionales existentes desde tiempo atrás, organizarse autónomamente y mantener una comunión (y federación) entre sí y con el Arzobispo de Canterbury, esto es, con la sede en Inglaterra. Ambiente político en la Iglesia Católica Romana en Inglaterra. Todos los anteriores factores toman cuerpo en algunas líneas importantes. La Iglesia Católica Romana había iniciado un proceso de “romanización” de sus propias iglesias nacionales, sujetándolas a un control más directo desde el Vaticano, especialmente en lo referente a la formación de nuevos sacerdotes; además, enfrentaba las presiones del Liberalismo (en todas sus expresiones), especialmente a través de la labor de la Masonería y de la instauración del laicismo político y su avance social, y la consolidación de los movimientos socialistas.
(El proceso de romanización en México está muy documentado, un detalle interesante de la resistencia de los obispos locales a las indicaciones de Roma, fue el completo ocultamiento de los fardos que contenían los ejemplares de la encíclica Rerum Novarum, de León XIII, destinada a ser leída y estudiada en todo el mundo católico. La alianza con el liberalismo positivista porfiriano, resulta obvia).
El Arzobispo Rowan Williams, de Canterbury (izq.), junto con el Deán catedralicio, recibe al Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla y primado de honor de la Iglesia Ortodoxa. (Foto: Archivo ACNS) .
La Iglesia Ortodoxa considera las órdenes anglicanas al mismo nivel en que consideran a las órdenes católicas romanas, las armenias, y otras orientales. No hay consenso entre los ortodoxos, unos se muestran más bien favorables (Patriarcado de Antioquía), otros no; esto es consecuente: la Ortodoxia no es, en modo alguno, una entidad monolítica, amén de que esta iglesia se caracteriza por un énfasis teológico y místico, y no por el énfasis jurídico –típico del Catolicismo Romano. La Ortodoxia considera la validez de los sacramentos o del ministerio de individuos únicamente en el marco de su comunión con la Iglesia total, que –conforme a su enseñanza-, se expresa únicamente en la Iglesia Ortodoxa.
Otro aspecto de la visita del Patriarca Ecuménico a Inglaterra, y de su recepción por el Arzobispo Williams. (Foto: ACNS).
Las relaciones ecuménicas entre la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica Romana se han desarrollado en el marco de la Comisión Internacional Anglicano-Romana (ARCIC, por sus siglas inglesas). Se trata de una organización que trabaja por el progreso ecuménico entre ambas comuniones; sus patrocinadores son el Consejo Consultivo Anglicano y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (anteriormente Secretariado).
ARCIC se propone identificar las áreas comunes de diálogo. Ya se ha llegado a áreas comunes de diálogo en los temas sobre la Eucaristía y el papel de la Virgen María en la Iglesia, sin embargo, el tema de la Autoridad en la Iglesia sigue en compleja discusión.
Las relaciones ecuménicas han entrado en un receso debido a la negativa católica romana a continuar (bajo Juan Pablo II), en tanto se mantenga la práctica de la ordenación de las mujeres dentro de la Comunión Anglicana y –en años más recientes-, las controversias anglicanas sobre la homosexualidad, y la consagración episcopal del Obispo de New Hampshire Gene Robinson.
Histórico encuentro entre un Arzobispo de Canterbury y un Papa, desde la ruptura entre anglicanos y católicos romanos, Arthur Michael Ramsay visita en Roma a Paulo VI en 1966, sólo precedido por la breve relación entre Pío XII y Geoffrey Francis Fisher.
Actualidad:
En la búsqueda de poder y legitimación que, de tiempo en tiempo, buscan las entidades sociales, hemos visualizado someramente el marco histórico e ideológico que rodeó la controversia anglicano-romana sobre el presunto problema de la validez de las órdenes sagradas conferidas con el rito anglicano. En el fondo, lo que estaba en juego era la competencia política por la legitimidad de las Iglesias, y de su respaldo a unas determinadas propuestas ideológicas, políticas y sociales. El debate teológico -desventuradamente-, se condiciona a necesidades de partido.A casi cien años exactos de la bula Apostolicae Curae, aparece la Encíclica Dominus Iesus, una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, signada por su Prefecto, el Cardenal Joseph Ratzinger (después Papa Benedicto XVI), y por su Secretario, el Arzobispo Tarcisio Bertone, después Cardenal Secretario de Estado. Aprobada por el Papa Juan Pablo II, fue publicada el 06 de agosto de 2000 --104 años después de la bula de León XIII. Su título oficial es: Acerca de la Unidad y la Universalidad Salvífica de Jesucristo y de la Iglesia.
En sus variadas situaciones de crisis a lo largo de los siglos, la Iglesia Católica Romana ha sabido ceder al cambio, absorbiendo e incluyendo las nuevas propuestas en su propia agenda --como cuando permitió la fundación del proyecto Franciscano en el siglo XII, o cuando generó el catolicismo social de principios del siglo XX--, pero también, en cada caso, ha tenido la mano muy firme -cuando no muy dura-, al recurrir a sus propias fuentes y apostar por un integrismo que exige una militancia leal.Con la Dominus Iesus, la Curia romana -que no la totalidad de la Iglesia Católica Romana-, recurre al discurso antiquísimo que plantea a esa Iglesia como la sola Iglesia verdadera, y echa atrás toda la construcción ecuménica del Concilio Vaticano II, que había llegado a considerar como Iglesias hermanas y parte del Cuerpo Místico de Cristo a muchas de las otras cristiandades, reduciéndolas a "comunidades eclesiales".
Si en 1896, Frederick Temple respondió -con la Saepius Officio a León XIII y a la Apostolicae Curae, en el 2000 no faltó un George Carey que respondiera firmemente, al Cardenal Ratzinger y a Juan Pablo II, en la Dominus Iesus, lamentando que parecieran quedar borradas de un plumazo las expectativas y compromisos creados a partir del Concilio Vaticano II, y advirtiendo que la Comunión Anglicana seguiría haciendo ecumenismo con las entidades eclesiales que estuviesen dispuestas al diálogo.
¿Qué clase de Anglicanismo queremos?
En estos años iniciales del siglo XXI, muchas instituciones, así como la humanidad misma, están en crisis, y ante un replanteamiento de su ser y misión en el mundo. En una reunión oficial en una diócesis anglicana en México. Uno de los planteamientos versó sobre ser una iglesia rural, confinada a pueblos y gente pobre, o aspirar a abarcar espacios urbanos, especialmente en vecindarios de gente acomodada: El planteamiento -a fe mía-, apostaba por lo segundo.Indudablemente, el Evangelio es para toda persona que esté dispuesta a aceptar sus exigencias, lo cual incluye a pobres y ricos. Sin embargo, es terrible que una visión como la del planteamiento anterior, pueda congelarse en una adopción cómoda del Evangelio y de la Iglesia, y no plantearse –por ningún lado-, la posibilidad de ser una Iglesia que le apueste a la Razón y la experiencia humanas como expresión de la Razón misma de Dios que discierna la Biblia y la Tradición eclesiástica. Para ello, creo que no se puede menos que acompañar a la gente en sus procesos de cambio y maduración social y económica, y no sólo en capellanías para personas económicamente solventes, sin –además-, alimentar en ellas el deseo de crecimiento y de cambios, y sin un compromiso social que vaya un algo más allá de la dinámica social "filantrópica".
Pareciera que a poca gente le interesara con seriedad –en el cristianismo tradicional-, constituirse en una Iglesia que enseñe a la gente a 1. razonar su fe, 2. hacerse preguntas y 3. aceptar el riesgo de no siempre tener respuestas seguras para todo: y –muy especialmente-, 4. aceptar la cruz de que eso, precisamente, es una de las implicaciones de seguir a Dios mediante las enseñanzas de Cristo -dicho de otro modo: de tener fe. Esta falta de interés, de un modo u otro afecta a las Iglesias de la Comunión Anglicana que se enfrentan a una terrible crisis económica mundial e intestina, así como a una tensión que YA -hoy-, está enfrentándola a resquebrajaduras cismáticas por parte de los conservadores.
La tejedura de alianzas políticas desde la actual administración del Vaticano, se ha ido ganando a importantes sectores de la Iglesia Ortodoxa, y -si en el siglo XIX pretendía aliarse con los eclesiásticos y académicos del Movimiento de Oxford, es decir, con el énfasis puesto en el ritualismo, así como en el apoyo a los sectores obreros, hoy las tintas se cargan en los asuntos concernientes a la sexualidad humana: mujeres ordenadas y personas homosexuales, aunque también la apertura para debatir sobre el aborto, la constitución de la familia y la equidad de género.
De modo que actualmente se aparece el fantasma de una reconformación de la Comunión Anglicana a partir de sectores conservadores como la Iglesia Anglicana del Cono Sur -que parece estar presente hasta en los rincones más insospechados del Anglicanismo-, así como la Coalición Anglicana en Canadá, la Convocación de Anglicanos en Norte América y otras sociedades eclesiásticas que podrían ser candidatas a un reconocimiento -al menos para un diálogo "ecuménico" de parte de la actual Curia en Roma.
La pregunta sobre qué clase de Anglicanismo queremos, ha tenido siempre su resonancia ecuménica, y tiene que ver con “hacia qué lado nos inclinamos”. Los anglicanos somos una Via Media –al menos eso dijo alguien a quien yo llamaría “nuestro verdadero padre fundador”, el Dr. Richard Hooker, teólogo y sacerdote del siglo XVI; pero esto de ser “vía media” no consiste tan sólo en saber mezclar estéticamente un poco de todo (catolicismo romano y protestantismo, especialmente), sino en saber ser asertivos para hallar la verdad de Dios por la vía de la razón y la experiencia que armoniza Biblia y Tradición allí donde los extremos se fanatizan y se convierten en fundamentalismos o integrismos y se alejan desesperados en su búsqueda de respuestas. Tiene que ver con enseñar a la gente a pensar, pero parece que eso es el más tremendo tabú para la mayoría de las comunidades religiosas grandes y pequeñas.
El Arzobispo Rowan Williams y el Papa Benedicto XVI se encuentran en el Vaticano: Pese a los diversos avances en lo teológico durante el papado de Juan Pablo II y el episcopado de George Carey, y en el ecumenismo práctico entre diócesis y otras pequeñas iglesias, la agenda conjunta de ambas comuniones se ha visto estancada por las crisis de las tensiones entre liberales y conservadores que vive cada una en sus propias circunstancias. (Foto: ACNS).
En el asunto de la validez de las órdenes anglicanas, a veces pareciera como si la agenda consistiera en cubrir los requisitos para parecernos lo más posible -o al menos resultar agradables-, no a la Iglesia Católica Romana (lo cual incluye a sus infanterías: monjas, clérigos rurales, laicos comprometidos), sino a la jerarquía de turno –y además a una determinada visión de esa Iglesia.
Ante las ideas de Sucesión Apostólica y Episcopado Histórico que tradicionalmente hemos sostenido los anglicanos para validar nuestras órdenes sagradas, se levanta la exigencia que hace la sociedad laica de una validez ética, (“demasiados símbolos y poco servicio”, comentaba hace poco un lector), por no decir que el propio Jesús mantenía una guerra declarada contra la hipocresía y –no siendo él mismo miembro de ninguna “sucesión” sacerdotal, se supo ubicar en el papel de Pastor compasivo e interesado por su gente, mientras que el único sacerdocio que ejerció fue el de su propia pasión y muerte, en el incómodo altar de la Cruz.
Tiene gran importancia –por desgracia-, el que la agenda ecuménica se determine –en gran parte-, por preocupaciones polìticas mejor que por la búsqueda de hacer madurar al ser humano y hacer de la Iglesia una comunidad solidaria y fraterna.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.-
1. http://www.mercaba.org/DicEC/O/ordenes_anglicanas.htm. Este enlace refiere los antecedentes y el estado actual de las relaciones anglicano-romanas:
2. La Bula Apostolicae Curae se puede hallar en:
Denzinger, Enrique; El Magisterio de la Iglesia (Enchiridion Symbolorum de rebus fidei et morum), Ed. Herder, Sección de Teología y Filosofía. Vol. 22; Barcelona, 1963.
3. La revista jesuita mexicana Actualidad Litúrgica, en un ejemplar del año 1984 u 85 en su serie "Lo que piensan los cristianos sobre los sacramentos", menciona la falta de consenso de los estudios que condujeron a la bula Apostolicae Curae.
4. Para los movimientos anglicanos socialistas, recomendamos el sitio: Anglo-Catholic Socialism
U.I.O.G.D.
Para que en todas las cosas sea Dios glorificado…