domingo, 9 de noviembre de 2008

Qué hacer con nuestros muertos...


Consejos de la Antigua Alianza.

Hijo mío, derrama lágrimas por un muerto y entona la lamentación que exprese tu dolor; luego entierra su cuerpo como se debe, no descuides nada referente a su sepultura.
Gime amargamente, golpéate el pecho, haz el duelo como conviene por uno o dos días, para marcar la separación; luego consuélate de tu tristeza, porque la tristeza lleva a la muerte, y la pena interior consume las energías.
Que la tristeza se acabe con los funerales: no puedes vivir siempre afligido.
¡No abandones tu corazón a la tristeza, échala y piensa en tu propio fin! No lo olvides: no hay regreso. Tu te perjudicarías y a él no le harías ningún bien.
Acuérdate de mi sentencia que un día podrás repetir: ¡ayer fue yo, hoy serás tú! Desde el momento que el muerto reposa, haz que también repose su recuerdo; consuélate desde el momento que haya expirado.

(Eclesiástico 38: 16-23).
ARRIBA:
William A. Bouguereau: Día de Fieles Difuntos, 1859.


Esperanza de la Nueva Alianza...
Hermanos, no queremos que se queden sin saber lo que pasa con los muertos, para que ustedes no se entristezcan como los que no tienen esperanza.
Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él. Por esto les decimos a ustedes, como enseñanza del Señor, que nosotros, los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron.
Se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en los aires; y así estaremos con el Señor para siempre.
Anímense, pues, unos a otros con estas palabras.
(I Tesalonicenses 4:13-18).
ARRIBA:
Doménikos Theotokópoulos, El Greco:
Resurrección de Cristo, s. XVII.
U.I.O.G.D.
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¿Qué haces de tu vida?
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Que la vida se va...
’Olam ha-zéh, ’olam ha-báh…
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HOMILÍA DOMINICAL
XXVI Domingo después de Pentecostés,

09 de Noviembre, A.D. 2008.

Por el Padre Miguel Zavala-Múgica+

Léanse los Propios de la Santa Eucaristía, artículo que aparece
inmediatamente debajo de éste.

No..., no es precisamente la letra de un movido vallenato colombiano, ni de una rumba flamenca, pero sí, claro que te puedes parar a bailar de alegría y de emoción, porque el Señor está cerca, anda entre nosotros y algo grande está planeando, ¡que se va acercando, y olé!, ¡que se va acercandooo...!
Está cercano el fin del año civil, pero también el fin del año litúrgico. Y acabamos de pasar por las conmemoraciones de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, que nos conectan con la vida que se va y otra forma de vida que continúa para nosotros en las manos de Dios. Fíjate cómo se tiñen las celebraciones subsecuentes, con el color de las que acaban de pasar en el calendario de la Iglesia.
Ya se oyen los ecos del Adviento (que por cierto, empieza este 30 de noviembre), que hace la antesala de la Navidad, pero también de ese Adviento es-ca-to-ló-gi-co (pufff... parece nombre de medicina cara), es decir, de esa Segunda Venida de Nuestro Señor que San Pablo nos propone lleno de esperanza: “...Estaremos para siempre con el Señor”.
El cristianismo –hijo del judaísmo-, parece que contempla la historia como un proceso lineal, con un principio y un fin, lo mismo que vemos en la Biblia: con un Génesis que hace brotar la tranquila creación del Dios único, y un Apocalipsis que –en medio de cataclismos ocasionados por la crueldad del pecado y la tiranía-, también inaugura una creación, nueva y definitiva.
El que una vez nos creó, nos destinó, nos preparó a un fin glorioso, a una vida perenne y feliz. Pero –a pesar de esta visión lineal de la historia, con el nuevo inicio de cada año, esta historia se vuelve cíclica, circular, y en su avance, se hace como una espiral.
Un profeta que opta por los pobres...
Si el profeta Amós hubiese vivido en el siglo XX, creo que habría sido un convencido de la “opción preferencial por los pobres”. Cómo tira piedras contra los ricos irresponsables; con qué dureza condena la religiosidad comodona de los que están muy a gusto creyendo que el culto que Dios exige son suntuosas vestiduras en la liturgia, tumultuarios sacrificios de cientos de víctimas, y nada más que música y coros bonitos.
“¡Ay de los que ansían que llegue el Día de Yahvéh!”
¿Qué es este “Día de Yahvéh”?; en la Biblia hay evidencia de que se trata del día de la revancha de Dios, el día en que el Dios de Israel “se cobre” las ofensas históricas a su pueblo. El día en que –como ambicionarían, más tarde algunos discípulos de Jesús-, se restaurara el Reino (seguramente con alguna buena oferta de trabajo y honores para ellos. ¿Pero puede ser Dios vengativo como nosotros?
Qué terrible pensar que “nuestro día” –el día en que se cumplan nuestros objetivos en la vida (si acaso los tenemos)-, tenga que ser un día de ambiciones sólo para provecho propio. Qué pena que seamos tan mezquinos los seres humanos que visualicemos un triunfo que no incluya lo colectivo, lo comunitario; quizá esa actitud tan individualista y excluyente, sea lo que nos ha traído a esta crisis económica y ética mundial.
Pero parece que a Dios no le gustan (es más..., le repugnan), algunas de nuestras ceremonias litúrgicas y devociones (y ambiciones) personales. No..., no es que Dios desprecie nuestro “buen gusto litúrgico”, sino que parece que no sabemos hacer otra cosa, y que nuestra fe, amor y esperanza se centran en un culto externo, y dejamos muy por fuera nuestra sensibilidad por los pobres, los marginados, las personas que viven crisis angustiantes.
--"Odio y desprecio las fiestas religiosas que ustedes celebran; me disgustan sus reuniones solemnes... ¡Alejen de mí el ruido de sus cantos! ¡No quiero oir el sonido de sus arpas! ¡¡Pero sí que fluya como agua la justicia, y la honradez como un manantial inagotable!!”

Por ahí se ve el culto que Dios exige de nosotros; pero se nos antoja que toda esa gente necesitada requiere de especialistas y profesionales que se hagan cargo de ellos; no hemos sido educados para ser sensibles a la necesidad y el dolor humanos, y cuando parece que lo somos, parece que las únicas soluciones las encontramos en una caridad cuestionable, de lástimas (como los “teletones”, las “caridades” publicadas a bombo y platillo y que –de paso-, le proporcionan pingûes ganacias a algunos empresarios listos.
Y ese “Día de Yahvéh” no llegaba para Israel, y se va convirtiendo en una expectativa que se va relegando cada vez más a futuro, hacia la espera de un Mesías, de la restauración polìtica de una nación, a veces, la espera de la felicidad humana y la armonía entre los pueblos es tan lejana, que se deja para una vida después de ésta... claro, ¿por qué no?, algo tiene qué haber detrás del negro telón de nuestra muerte... ‘olam ha-zéh: ‘olam ha-báh (literalmente: "este mundo, el mundo venidero"), se dice en hebreo para subrayar la finitud de nuestras expectativas materiales y terrenales en contraste con la trascendencia de otra clase de expectativas en nuestras vidas.
Esperanza cristiana..., lo que resumió San Pablo.
Los primeros cristianos –como San Pablo-, tenían muy claro que el fin estaba encima. Jesús volvería, como había prometido, para cerrar la historia humana “con broche de oro”, para llevar a su Iglesia consigo a su gloria.
Pero el tiempo pasaba, y la generación de los apóstoles se iba muriendo –el mismo Pablo escribe esta Primera Carta a los Tesalonicenses en edad ciertamente avanzada, por ello dice:
“No queremos que se queden –hermanos-, sin saber lo que pasa con los muertos, para que ustedes no se entristezcan como los que no tienen esperanza.”

“...los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no
nos adelantaremos a los que murieron.”

Pablo toma dos líneas de tradición y las conjunta en la enseñanza cristiana

“...los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en los aires; y así estaremos con el Señor para siempre.”

Por un lado, al enseñar la resurrección general, sigue Pablo la tradición farisea del judaísmo, que siguiera el propio Jesús. No habla él aún de un juicio universal, porque para Pablo es claro que todos los creyentes bautizado, se han alejado del pecado, son ellos la Comunión de los Santos –como ya hemos visto hace una semana al celebrar la Fiesta de Todos los Santos.
Es muy importante que también a nosotros nos quede claro que nuestra vida tiene un sentido y no se acaba en nuestros logros y frustraciones durante esta vida mortal. Nuestra vida da para más y tiene un sentido trascendente.
La enseñanza de Jesús para HOY.
El Maestro predica hoy una parábola que nos deja un poco confundidos a la primera. Algunos la llaman “las Diez Vírgenes”, otros “Las Diez Muchachas”, cinco de ellas despreocupadas y cinco previsoras. Quizá se tratara de una especie de “damas de honor” en una boda, o de las esposas de un magnate en los tiempos de la poligamia...; un tanto difícil de comprender también aquello de que estuvieran de madrugada esperando al novio, en fin... costumbres orientales muy antiguas, un poco exóticas para nosotros.
“Como el novio tardaba en llegar, les dio sueño a todas, y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche, se oyó gritar: --'¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!' ”

Lo importante del mensaje es la necesidad de ser previsor y estar vigilante. Hoy quizá tomaríamos el ejemplo de personas que esperaran muy de madrugada a la entrada de una embajada para obtener una visa. Unos llegan listos con los documentos requeridos, fotos y todo; y otros –descuidados-, piden que les guarden el lugar, y mientras van a proveerse lo que les falta, la oficina se cierra... ¡qué frustrante!
Siempre resulta un poco chocante ver esa especie de egoísmo o falta de generosidad en aquellas muchachas que no quisieron prestar de su aceite, para llenar las lámparas de las imprudentes:
“Las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: 'Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.' Pero las muchachas previsoras contestaron: 'No, porque así no alcanzará ni para nosotras ni para ustedes.”

¡Pero qué malas!, ¿no?; es que la parábola es altamente simbólica, y es allí donde hay que entender. Nadie puede vivir tu vida por ti; hay cosas que -por más que se quiera-, no se pueden compartir-; la madre más amorosa, o los hijos o cónyuges más entrañables no pueden quitar ni poner un minuto más a la vida de sus seres queridos. Hay cosas que se refieren a nuestra única y exclusiva responsabilidad, como el tiempo, la vida, el aprovechamiento de las oportunidades, y -además-, se trata de recursos-vitales-no-renovables.
Jesús dio pocos detalles sobre la forma de vida que nos espera después de la muerte. Pero sí abundó muchísimo en lo que necesitamos hacer para preparar esa experiencia.
"Manténganse ustedes despiertos --añadió Jesús--, porque no saben ni el día ni la hora...”
En otras palabras, que la vida presente, mortal y material, por supuesto que sí tiene un sentido, una orientación y hay que valorar cada instante: carpe diem, “atrapa el día” (o el momento), decían los antiguos romanos.
Por eso..., ¿y mientras?, ¿qué haces de tu vida?, ¿todo para mañana?, ¿estará todo siempre disponible para nosotros? La vida pasa y las oportunidades se van: no sólo las de un progreso material, como los estudios o las empresas que dejan dinero, o las oportunidades para casarse y tener hijos, sino también las oportunidades de Gracia.
Gracia es Gracia, y es bondad de Dios, pero también responsabilidad es responsabilidad, y ésta significa nuestra capacidad humana de respuesta a la Gracia de Dios. ¿Cuál es tu nivel de responsabilidad ante las oportunidades de Dios? La Gracia de Dios se manifiesta en todos los dones que recibimos: nuestros padres y hermanos, nuestra escuela, los amigos, nuestra pareja y compañeros de trabajo o ministerio. Muy especialmente la Gracia se manifiesta en lo que Nuestro Señor Jesucristo vino a hacer por nosotros en su Vida y en su Muerte... en su Resurrección.
Medita hoy si aprovechas el tiempo, si has correspondido con amor al amor que has recibido, y con amor y justicia ante las injusticias que ha estado en tus manos remediar. ¿Acaso las penas y molestias que hoy padecemos –bien miradas, en oración, más que un obstáculo y una prueba-, podrán ser una oportunidad que Dios nos brinda? Dice un antiguo himno de la tradición anglicana del ala evangélica:
Su voz escucha sin vacilar
Y grato acepta lo que hoy te da;
Tal vez mañana no habrá lugar:
No te detengas, ¡ven!

Oh cuán grata nuestra reunión,
Cuando allá, Señor en tu mansión,
Contigo estemos en comunión,
Gozando eterno bien.

U.I.O.G.D.