sábado, 26 de julio de 2008

Reflexión sobre “Misterios Mayores y Menores” de
Arthur E. Waite, respecto de la
Iniciación Cristiana.
Pbro. Miguel Zavala Múgica+
(Se sugiere leer el texto Misterios Menores y Mayores, de Arthur Waite, que aparece inmediatamente debajo de este artículo).



Waite aborda el asunto de los Misterios de Eleusis (denominación que abarca dos clases de Misterios, los mayores, celebrados en Agra, y los menores, en la propia Eleusis. Una clase de ritos y ceremonias celebrados localmente en Atenas, en la Grecia antigua.
Para Waite, el interés fundamental está en derivar este estudio hacia su explicación del simbolismo y los rituales de la Francmasonería, que se concibe a sí misma como continuadora del Esoterismo de la tradición occidental, sin embargo, esto es interesante para los cristianos así como para los estudiosos del comparativismo religioso, porque –en el siglo I d.C.-, las religiones de misterio (o religiones mistéricas), fueron el caldo de cultivo del Cristianismo, el cual acabó por recibir en su seno muchas prácticas y conceptos aportados por estos sistemas de creencias, dado que la popularidad de estos misterios continuó hasta muy entrada la Era Cristiana.


Como en estas vesperales luces del Mediterráneo libanés: La Epopteía es la visión superior de uno mismo y de la realidad, objetivo espiritual de los Misterios de Eleusis, contemplación "del mundo, como condensado en un destello de sol", entre tinieblas. (FOTO: Sharif Bujanda).


Religiones mistéricas.
En las últimas centurias anteriores a la Era Cristiana, la afluencia de culturas del Oriente (Asia Menor, Egipto, Babilonia, etc.) hacia la Hélade (Grecia), y lo que vino a ser, después, el Imperio Romano, se hizo muy rica y variada, dado el tráfico comercial y militar hacia uno y otro lado del mundo conocido.
Así, algunas que en Oriente eran religiones populares y abiertas a todo el pueblo, al llegar a Grecia y el Imperio Romano, se convertían en asunto de unos cuantos –especie de clubes filosóficos y/o religiosos-, y convivían así con los cultos y religiones oficiales en Occidente. Se trataba de religiones personales, individualistas –exactamente como lo son ahora muchos cultos y religiones de la New Age-, alejadas, aunque no necesariamente contrapuestas al corporativismo o al carácter cívico de las religiones dominantes. A los adeptos a los misterios, rara vez se les exigió (como sí pasaba con el Judaísmo y el Cristianismo) que abjuraran o se alejaran de sus religiones familiares o convencionales.
Técnicamente, estaba prohibido que los ciudadanos romanos participaran en cultos de misterio, puesto que se les exigía la lealtad cívica y religiosa a la religión de Roma; quizá ello halla ayudado a que los festejos públicos –con frecuencia desenfrenados y lascivos-, asociados con estos cultos, haya sido –únicamente en algunos casos-, la manera como muchas de estas religiones llegaran a Roma. Es el caso de Baal-Hadad, Atargatis (ambos, deidades sirias o arameas), o el culto de Mâ , una diosa madre oriunda de Capadocia que más tarde compartiría elementos con la Cibeles, de Frigia, también una diosa madre muy importante.
Podemos comparar esto con los festejos sociales, rodeados de alcohol, vendimias comerciales, prostitución y delincuencia, que eventualmente se desarrollan en torno a las fiestas de algún santo cristiano… ni el mundo ni la humanidad han cambiado gran cosa.
Cuando en la Carta a los Efesios, el autor dice: “…un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos…”, postula la unicidad de opciones del Cristianismo, teniendo en cuenta su contraposición al clima religioso de la época, que permitía una multiplicidad de kýrioi (“señores”), theoí (“dioses”), e iniciaciones (baptísmata).
Vestigios de elementos mistéricos en las liturgias cristianas más antiguas.
Sin embargo, el Cristianismo fue parte –al menos en sus primeros dos siglos-, de aquel mosaico de religiones mistéricas, e incorporó en sí mismo, muchos ritos y ceremonias que caracterizaban a aquéllas. Muchos elementos de las liturgias más antiguas así lo demuestran, como veremos entre las ceremonias del Bautismo, pero también en algunas ceremonias durante la Eucaristía; por ejemplo, la no admisión de los no-bautizados (no-iniciados) a la comunión. En las liturgias ambrosiana y bizantina hay ritos para la exclusión de los no-bautizados después de la instrucción (hoy diríamos: Liturgia de la Palabra) y antes del sacramento o misterio, propiamente dicho, (hoy diríamos, la consagración, o la Liturgia de Comunión).
Rito ambrosiano, en latín (Milán, Italia):
Catechumeni recedant… iudaei, heretici,
pagani…
et omnes cuius cura non est, recedant!
“¡Salgan los catecúmenos…! ¡judíos, herejes, paganos…
y todos aquellos que no tengan asunto , salgan!”

Rito bizantino, en griego:

Oì kathêjouménoi, proélthete! …
’´Osoi kathêjouménoi proélthete!

“¡Catecúmenos, salid!...
¡Todos los catecúmenos salid!”
También podemos ver que en el Cristianismo primitivo –como en las religiones mistéricas-, existía una disciplina de arcano; esto es: no divulgar lo que se había aprendido o conocido, un ejemplo claro está en el koinonikón o himno de comunión de la liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo:

Toû deìpnou soû toû mystikoû,
sýmeron Yié Theoû,
koinonòn mé parálabai,
’où mê gàr toîs ’éjthrois soû
toû mystêrion ‘ypò,
’où fýlima soì dôso
-katapér ‘o ’Ioûdas,
’àl’os ‘o lystês ‘omologó soì:
--“Mnêsthiti moû, Kýrie,
’en tê Basileía soû!”
“Mnêsthiti moû, ‘Ágie,
’ótan ’èltheis
’en tê Basileía soû!”
“Mnêsthiti moû, Déspota,
’ótan ’èltheis
’en tê Basileía soû!”
……………………………………..

“A tu banquete místico,
hoy –oh Hijo de Dios-,
admíteme como partícipe,
Pues a tus enemigos
No revelaré tu misterio;
Ni te daré un beso,
como lo hizo Judas.
Sino –como el ladrón te confesaré:
--‘¡Acuérdate de mí, Señor,
en tu Reino!
¡Acuérdate de mí, Santo,
cuando vengas en tu Reino!”
¡Acuérdate de mí, mi Amo,
cuando vengas en tu Reino!’ ”
El nuevo nacimiento.
Volviendo al tema de las religiones mistéricas, es interesante subrayar que se trata –en general-, de religiones de fertilidad, que implican un mito de muerte y resurrección, y representan el ciclo anual de la naturaleza (como en las religiones de los países orientales de donde procedían); esta base común a muchísimas religiones primitivas, permitió la facilidad en compartir ritos y ceremonias entre estas religiones –el Cristianismo incluido-, como resulta evidente en el esquema del ciclo litúrgico y en el profundo sentido mítico que subyace a los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía.
Waite se pregunta si los Misterios de Eleusis habrán incluido acaso la revelación de la doctrina de un Dios único, la “caída” del ser humano, su inmortalidad y el modo de “retornar” a Dios. Menciona también los grados iniciáticos de: Mysta (místico) y Epopta (vidente).
La tradición monástica –tanto latina como bizantina-, heredará el tener un sistema de grados de diversas escuelas de misterios –como los de Eleusis. El contacto entre estos misterios y el Cristianismo está documentado –como señala Waite-, en el escritor cristiano del siglo II: Tertuliano, quien habla de la gradación y de los años que había que pasar el iniciado en un nivel, para poder pasar a otro.
Cuando Waite habla de “lustración”, se refiere al baño de regeneración (o “nuevo nacimiento”) que se ejecutaba en los Misterios Eleusinos, lo mismo que en otras muchas escuelas de misterios. El título “baño de la regeneración”, hasta hoy, sigue siendo la referencia aprobada al Bautismo Cristiano en la Iglesia. El ayuno solía ser parte –también-, de la misma preparación catecumenal al Bautismo, y de la disciplina de arcano hemos hablado ya.
El rito de ablución (inmersión, creo que sería más correcto), en agua salada de mar, se vio sustituido –durante siglos-, por la adición de sal al agua que había de consagrarse para el Bautismo, lo cual hace sentido también con el trasfondo hebreo de la Cristiandad, se recordamos que el agua representa el mar caótico precio a la Creación. El ceremonial del fuego, se concretó a la entrega al neófito, de la candela encendida (en el Cirio Pascual, ya en la Edad Media). Dice Waite: “se supone que las llamas de ciertas antorchas –que eran pasadas de mano en mano–, purificaban al grupo o cohorte de postulantes”. Esto recuerda la manera en que la luz del Cirio Pascual se transmite desde el Cirio, hacia todos los congregantes, en la Vigilia de Pascua.
El ex ópere operato y la decisión personal.
Al decir que: “No había nada ex opere operato”, Waite (como hace Oswald Wirth –otro teórico esoterista francmasón-, en su obra La Iniciación Masónica) se refiere a una expresión latina usada en la Iglesia medieval para referirse a la eficacia inmediata de los ritos y ceremonias sobre la persona que los recibe (recipendiario), doctrina muy discutida y cuestionada en la Iglesia Católica Romana después del Concilio Vaticano II, y desde luego, ausente del Protestantismo. Las Iglesias Anglicanas –fieles a su tradición de via media (muchas veces acusada de ambigua)-, y los sectores más liberales de la Iglesia Católica Romana, guardan una idea balanceada de los sacramentos como signos eficaces per se, en tanto que testimonian la Gracia o voluntad y disposición salvífica de Dios, pero que obligan al creyente a trabajar su propia respuesta a la Gracia. Cierta línea de tradición de la Iglesia Ortodoxa –en algunos Padres Orientales-, llega a señalar que un Bautismo recibido, pero no trabajado por el creyente, queda nulo.
Waite afirma que, para Platón las ceremonias de purificación –en los Misterios de Eleusis-, liberaban de culpa y consecuencias de crímenes, en esta vida y en la otra; añade que las comprendía sacramentalmente (signo exterior de una gracia interior), lo cual es correcto, pero sigue diciendo que “del mismo modo en que se entiende el sacramento de la confesión en la Iglesia Latina –supeditado a la adecuada disposición del penitente y a que haya vuelto su corazón hacia Dios…” Es posible, pero más bien habría que conectarlo directamente con el Bautismo, cuyo lavamiento de pecados queda atestiguado por San Cirilo de Jerusalén en sus Catequesis Mistagógicas o “guías de conducción a los misterios” (¡hasta el nombre resulta análogo a las escuelas mistéricas!), recuérdese que el Bautismo de creyentes (adultos) –quienes tenían que tomar una decisión ante la perspectiva de ser bautizados-, era la norma en la Iglesia Cristiana, aún hasta muy entrado el siglo VII.
Dice Waite que Aristóteles señala que la iniciación no era una enseñanza concreta doctrinal, sino un aprendizaje simbólico por impacto dirigido al entendimiento y a las emociones. ¿Cabría preguntarnos si el Cristianismo gozó de esta cualidad alegórica y simbólica en sus inicios? Parece que sí –a juzgar por el tipo de imágenes usadas en sus primeros tiempos: los graffiti de las catacumbas que representan conceptos, y no a personas propiamente dichas –por ejemplo Noé en el arca no es “Noé”, sino la salvación en la Iglesia, la madre con el niño –tomada de la Virgen María-, más que ser ésta, es la maternidad de la Iglesia respecto de los creyentes (¿la maternidad de Dios, acaso?). La de las catacumbas es una Cristiandad simbólica y pre-dogmática; la Iglesia posterior al Concilio de Nicea (325 d.C.), se define a través de dogmas que se ve obligada a establecer para definir ciertos enfoques doctrinales.
Iluminación o epopteía.
Muestra Waite que, en la iniciación mayor se presentan a la contemplación de los epoptas, mitos más complicados y ajenos a la religión pública, que proporcionaban un mayor conocimiento de la naturaleza interior de los dioses. Epopteía significa una “visión superior” (’epì = “sobre” / ’ópsis = “visión”), autopsía, es la observación de sí mismo (’autòs = “uno mismo” / ’ópsis). De los epoptas se decía que contemplaban a los dioses en su misma esencia.
Con frecuencia la acusación que se hace al Gnosticismo desde el Cristianismo tradicional ortodoxo, es el establecimiento de doctrinas públicas y de misterios reservados a los más conocedores o avanzados. Sin embargo, el propio Jesús hablaba en parábolas a la multitud y reservaba las explicaciones más complejas a sus discípulos, en enseñanza privada. No se trata tanto de una discriminación de personas, sino de una distinción lógica y natural de grados de avance en el conocimiento y el crecimiento espiritual.
Waite usa los términos tó ’on (en griego: “el ser”), y los términos latinos: entia y essentia para hablar del ser y la esencia, ésta no puede verse ‘cara a cara’, como a una persona, pero se trataba de representar –con esas palabras-, el paso de una ceguedad a la contemplación de una iluminación, que aquí la explicación de que al Hades o reino de la muerte, se le represente como una oscuridad profunda, mientras Zeus como fuego amorfo (la luz misma), se trata de lo que los místicos cristianos primitivos llamarían: fylokalía, la “contemplación de la belleza”.
Citando Waite a Apuleyo: “Vi al sol brillar en las altas horas de la noche con un esplendor luminoso”; ¿quién no recuerda aquí las palabras de San Juan en el prólogo de su Evangelio: “La Luz en las tinieblas resplandece”. No puedo menos que recordar el relato de San Gregorio Magno en el II Libro de los Diálogos, acerca de la visión de San Benito en la que éste contemplara el mundo entero “como condensado en un rayo de sol…” Benito también –en lo más oscuro de la noche-, contempla toda la enorme pequeñez del mundo, reducida a un purísimo rayo de luz de un fuego amorfo.
El Bautismo tiene su propio nexo con Jesucristo y su obra de salvación en el mundo; pero la experiencia de iluminación, en particular el alcanzar un nivel de contemplación de sí mismo y de la realidad como condensada en la pureza y la simplicidad de la luz, es algo a lo que está llamada la universa humanidad, desde sus diferentes ámbitos de vida.


U.I.O.G.D.
Misterios Menores y Mayores
Arthur Waite.
Para quienes se preocupan por profundizar en los lazos que unen al cristianismo con otras tradiciones religiosas y filosóficas, aquí hay un escrito muy culto e interesante sobre las religiones mistéricas en el mundo helenístico, que bien pueden mostrarnos el universo de ideas entre el cual nació el cristianismo. Este es un texto NO-religioso, tomado de un enlace de filosofía hermética (tampoco religioso), que recomendamos a los interesados:
http://www.geocities.com/antologia_hermes/095misterios.htm
Este texto (traducido aquí a partir de la edición de Wings Books, Random House, New York 1996) forma parte del acápite "Eleusinian Mysteries" de la obra A New Encyclopædia of Freemasonry, de Arthur E. Waite, destacado masón estadounidense (1857-1942). Una reseña de esta última puede leerse en:
(Traducción: Marc García).

He dado a entender que se celebraban Misterios Menores y Mayores en Eleusis, y ya que es obvio que los primeros eran en cierto sentido una introducción a los segundos, parece razonable suponer que juntos formaban una unidad, del mismo modo que el grado de Novicio en la alta Orden de Caballería conducía al título de Caballero y estaba incompleto sin él. No obstante, M. Ouvaroff, un escritor francés de principios del siglo diecinueve, afirmó como puntos altamente probables 1) que los Misterios Mayores eran completamente distintos de los Menores; 2) que no hay ninguna prueba de que todos los Mystae pudieran convertirse en Epoptae; 3) que si hubiese sido posible tal progreso indiscriminado, los Misterios Mayores habrían sido traicionados casi con certeza; 4) que había un principio de selección en el trabajo y un muro divisorio en forma de una doctrina doble; 5) que los Misterios Menores no enseñaban nada en conflicto directo con el politeísmo, pero que 6) los Misterios que venían a continuación impartían nociones justas con respecto a la Divinidad, la caída del hombre, su inmortalidad y el modo de retornar a Dios; 7) que –de acuerdo con Galeno–, los hierofantes entregaban ciertos libros secretos a los Epoptas que sólo ellos podían leer.
La hipótesis de Ouvaroff acerca de una puerta sellada entre los dos Ritos y de su apertura sólo a aquellos que eran favorecidos por una elección especial no está sostenida por ninguna evidencia. Unos veinticinco años antes, el Barón de Sainte-Croix afirmaba que la difusión del Cristianismo en Grecia hizo que los Guardianes de Eleusis fueran mucho más cuidadosos con las admisiones a los Misterios Mayores, y esta es la razón por la que –de acuerdo con Tertuliano–, había un intervalo de cinco años entre ambos Ritos, mientras que al parecer en los tiempos antiguos, según el testimonio autorizado de Plutarco, un Mysta podía convertirse en un Epopta un año después de su iniciación.
Preliminares de la Iniciación y la Elevación.
Habiendo visto como la Suggestive Enquiry interpreta las lustraciones de los Misterios y las experiencias trascendentales que se supone que seguían a continuación, hemos de explicar que los Candidatos a los Misterios Menores eran requeridos para bañarse en el río Iliso, tras lo cual el Dadoûjos, oficiante de la ceremonia, hacía que colocasen sus pies sobre las pieles de las víctimas que habían sido sacrificadas a Júpiter. Se trataba, pues, de una observancia simbólica sin una eficacia inherente. La lustración estaba precedida de un ayuno y continuaba con una promesa solemne de secreto. El Candidato a los Misterios Mayores también se preparaba con un ayuno, con un Rito de Ablución en el agua salada del mar, y finalmente, con el fuego; se supone que las llamas de ciertas antorchas –que eran pasadas de mano en mano–, purificaban al grupo o cohorte de postulantes. Éste era nuevamente un procedimiento convencional, al igual que la continencia sexual impuesta en ambos casos antes de la participación en los Ritos. No había nada ex opere operato, aunque hay que entender que la impresión que produjo en los espíritus de Platón o Proclo debió diferir genéricamente de lo que experimentó Alcibíades. Mientras que este último compuso una burla vergonzosa de los secretos procedimientos en estado de embriaguez durante una orgía, Platón afirma que las ceremonias de purificación liberaban a quienes pasaban por ellas de la culpa y las consecuencias de los crímenes, no sólo en la vida terrenal sino también tras la muerte. Por tanto, Platón las comprendió sacramentalmente, como el signo exterior de una gracia interior, o del mismo modo en que se entiende el sacramento de la confesión en la Iglesia Latina –supeditado a la adecuada disposición del penitente y a que haya vuelto su corazón hacia Dios–. Decir otra cosa es desvariar.
Los Ritos de Agra.
Los Misterios Menores tenían lugar en Agra, en las orillas del Iliso, y los Mayores, en Eleusis mismo, al lado del mar. Un comentario curioso acerca de las especulaciones de Ouvaroff es que en los recuerdos del pasado, en términos comparativos, hay bastantes menciones a aquellos Ritos que su hipótesis supone haber estado protegidos por un muro de doble doctrina y una ley estricta de selección, mientras que no hay prácticamente nada sobre el proceder de los Ritos introductorios. Obviamente, éstos eran de una modalidad preparatoria en relación con aquellos que venían a continuación, y de ahí que se los haya descrito en términos que sugieren que sólo implicaban ceremonias de purificación. Hemos visto, no obstante, que los Misterios Mayores estaban precedidos por purificaciones de un tipo mucho más elaborado. Cualesquiera que fuesen las distinciones entre unas y otras, todas estaban ligadas por el nexo de la Leyenda Eleusina, la cual estaba distribuida de manera tal que los Misterios Menores representaban el retorno de Perséfone a la tierra mientras que los Misterios Mayores reflejaban su descenso a las regiones infernales y su experiencia en ellas.
Según Clemente de Alejandría, los primeros constituyeron los cimientos de las doctrinas ocultas y su superestructura fue erigida mediante los segundos. Se ha supuesto que la base de los Misterios tenía que ver con la necesidad de la virtud frente a una Providencia Divina vista como algo situado por encima de la especie de 'esquema de provisión' que podría connotar el mito general del Panteón griego. También se ha dicho que las representaciones de los Misterios Menores estaban diseñadas con el fin de exhibir la condición de un alma impura investida de un cuerpo terrestre “e inmersa en una naturaleza material”. Hasta aquí, en tal caso, eran una instrucción moral, una recomendación de la vida de la razón en oposición a la vida de los simples sentidos y sus apetitos. De acuerdo con Warburton, “no se pretendía exigir al iniciado nada difícil que no se le ayudase a realizar”. Había sacrificios a Deméter y Perséfone, y parece que los neófitos recibían instrucciones que estaban destinadas a ser desarrolladas más completamente en el estadio siguiente. Pueden haber tenido que ver con esa “renovación de vida y nuevo nacimiento en el hombre” que –según Müller– estaba implícita en la leyenda de Perséfone, quien personificaba originalmente “la desaparición y el retorno de la vida vegetal en la sucesión de las estaciones” pero se convirtió en la reina de los muertos o de aquellos que eran introducidos en la tierra y regresaban de su interior. Las representaciones de Agra concluían con la entronización de los Candidatos y la celebración de una danza ritual a su alrededor, según el Barón de Sainte-Croix –aunque la autoridad es Dion Crisóstomo, cuya referencia directa eran, no obstante, los Misterios de Samotracia, y en particular, su escena final.
Los Misterios Mayores.
Los Misterios Menores y los Mayores eran precedidos y sucedidos por una tregua por parte de aquellos que estaban en guerra: se dice que era proclamada en todas las ciudades y que era aceptada y observada por todos. En una palabra, la Hélade externa era puesta en un estado de reposo simbólico que podía dar lugar a las actividades sacramentales de la Hélade mística escondidas en el corazón de su religión. Los Festivales de los Misterios Mayores comprendían un periodo de nueve días sin incluir los Juegos Eleusinos, que naturalmente no formaban parte de los Ritos y se celebraban a intervalos establecidos –aparentemente, cada tercero y quinto año–. Sólo puedo hablar del proceder ceremonial sucintamente.
1) El Primer Día estaba dedicado a las Purificaciones Rituales, y los Candidatos eran reunidos fuera del Templo.
2) El Segundo Día era el de la inmersión en las aguas limpiadoras del mar, en el periodo de luna llena o cerca de él; era contemplado como un Rito de Regeneración, y deduzco que es por ello que los participantes en los Misterios de Eleusis eran llamados Hijos Regenerados de la Luna.
3) El Tercer Día era el del Ayuno Negro del Rito, y –según Plutarco–, era también un día de luto y de observancia ceremonial triste. Proclo dice que esta observancia conmemoraba las lágrimas de Ceres y Proserpina. Además estaba consagrado a la continencia, y encontramos vagas alusiones a un ceremonial del pastos o lecho místico que presumiblemente involucraba alguna prueba de mérito a tal respecto: simbolizaba la resistencia de Proserpina en su noche de bodas en el Hades. Finalmente, cada Candidato sacrificaba un cerdo joven que había sido purificado el día anterior en las aguas del océano.
4) El Cuarto Día era de procesiones, y se infiere de los comentaristas de Aristófanes que también se realizaban danzas místicas en un prado cubierto de flores.
5) El Quinto Día estaba marcado por la ceremonia de las antorchas que ha sido mencionada en relación con el simbolismo de la purificación por el fuego. Los portadores de las antorchas eran, de manera más especial, los Candidatos, quienes entraban en el Templo de Ceres de dos en dos, y se dice que las llamas difundían un aroma inefable. Durante la ceremonia prevalecía un silencio de veneración puesto que se conmemoraba la búsqueda de Deméter, quien encendió una antorcha en la oscuridad sobre los fuegos del Etna y así buscó a Proserpina.
6) Parece que la procesión de antorchas del Quinto Día era una observancia que se cumplía con luz de día; el Sexto Día, no obstante, estaba consagrado a Yaco y se portaban antorchas en la oscuridad al traer su estatua de Atenas. Yaco forma parte de los Ritos de Eleusis siendo hijo de Zeus y Perséfone y habiendo asistido a Deméter en su búsqueda. Éste era el festival más popular de todos los que jalonaban el progreso del Rito. De Atenas a Eleusis, la multitud acudía de todas partes para tomar parte en los sacrificios, las libaciones y las danzas que se celebraban en los santuarios del camino. Todo el mundo llevaba coronas de mirto y los diferentes tipos de instrumentos musicales contribuían con su clamor a la procesión. Se advertirá que, pese a la reserva que caracterizaba a los Misterios en sí, no había ninguna con respecto a sus aspectos exteriores; del mismo modo que los Candidatos procedían de las cuatro partes del mundo conocido, resultaba que todo Atenas tomaba parte en la observancia, saludaba a aquéllos cuyas iniciaciones y elevaciones mantenían la conmemoración nacional y combinaba su bienvenida con burlas. No sé a qué hora salía la procesión de la ciudad –probablemente al despuntar el alba–, pero la media noche ya había caído sobre Eleusis antes de que la comitiva llegase allí, de modo que ésta se había convertido horas antes en una gran procesión de antorchas.
7) La Celebración de los Misterios comenzaba durante la sexta noche. Se ordenaba a los profanos e impuros apartarse del recinto, se abría el Templo de Deméter y los Candidatos entraban con la vista cubierta. También eran desnudados y revestidos con prendas de piel. Habiendo la mayor de las oscuridades, en medio de una furia sonora terrorífica, se mostraba a los Mystae la visión del Tártaro y de sus tormentos por medio de una representación; a continuación venía la visión del Elíseo. Se habla de (a) melodías celestes, (b) un cielo despejado, (c) perfumes fragantes y (d) prados floridos poblados por los Elegidos, quienes –como un escritor moderno se ha atrevido a decir– "danzaban y se divertían con juegos inocentes y pasatiempos". Tal era la vida bendita por venir que ofrecía la iniciación en Eleusis –la Better Land de la Sra. Hemans establecida con menor intensidad.
8) No está claro en los registros, pero es probable que la estatua de Yaco fuese transportada de vuelta a Atenas en el Séptimo Día con las mismas observancias. En cualquier caso, los Candidatos –o al menos, los que eran llamados a participar en el último Grado de los Misterios, el de los Epoptae– se quedaban alrededor del recinto del Templo. Entre esta elevación y la anterior pasaban doce meses completos. Tenía lugar en la Séptima Noche, y ha sido descrita por Hipólito –nuestra única y muy tardía autoridad– como el “Sagrado Matrimonio de Zeus y Deméter”. Estas divinidades eran personificadas por el Hierofante y la Alta Sacerdotisa –también llamada Hierophantide–, quienes se dice que se retiraban a la oscuridad durante un periodo que simbolizaba la noche de bodas y retornaban radiantes con esplendor, llevando el Hierofante una espiga de trigo, “el más perfecto misterio de los Epoptae” según Hipólito. Aquél proclamaba al presentarla el nacimiento de un niño sagrado. En una lectura espiritual de ello –de acuerdo con la ciencia de la Mística–, no cabe duda de que se trata de una simbólica muy alta y plena, pero queda como una cuestión abierta saber en qué modo era comprendida por el común de los Adeptos.
9) Los Misterios Menores se repetían en el Octavo Día, según nos informa Filóstrato, en beneficio de los Candidatos retrasados. Ello se justificaba por la leyenda de Asclepio, quien llegó de Epidauro después de la primera celebración siendo ésta repetida en favor suyo.
10) En el Día Noveno no había más observancia ceremonial que las libaciones de vino, el cual era vertido con dos aguamaniles, uno hacia el sol levante y otro hacia el sol poniente; el sacerdote que oficiaba miraba sucesivamente hacia el cielo y la tierra, el padre y la madre de todas las cosas. Esto está dicho con la autoridad de Proclo.
Una Conclusión General.
Estamos ahora en condiciones de enjuiciar la tesis relativa a los Misterios formulada con palabras de gran solemnidad en la Suggestive Enquiry. El místico no era unido a la Naturaleza Divina por medios divinos; no recibía la iluminación divina ni participaba en la substancia de la Deidad; no era liberado espiritualmente por las lustraciones practicadas en los Ritos; no pasaba por una muerte figurativa inducida por un trance magnético o de otro tipo; ni tampoco lo Divino en su interior era asimilado por lo Divino en el universo.
El encanto romántico de la iniciación es una cosa, pero los hechos recordados son otra y muy distinta, desafortunadamente. Si hubiese podido presentarlos como tales o hubiese podido hacerlo confiando en la visión de otro testigo, habría alcanzado antes y más simplemente la meta de mi investigación. Así, resulta que, en vez de una iluminación comunicada directamente por aquellos que estaban iluminados –Adeptos y Epoptas en el sentido trascendente, o “hierofantes resplandecientes con la Deidad”–, 1) los Candidatos de Eleusis eran testigos o bien participaban de una representación dramática que, a grandes rasgos, es comparable a los procedimientos rituales de la Masonería; 2) que, aparentemente, la iniciación y la elevación tenían lugar de forma multitudinaria, y a ellas acudían los filósofos, los estudiantes pobres y la gente común a pie, mientras que los ricos eran trasladados en carros; 3) que allí se ofrecía –pues lo era– una gran y desordenada variedad de visiones objetivas, representaciones escénicas y más cosas; 4) que era asunto del auditorio extraer provecho de ello o no; 5) que la mayoría de los iniciados se marchaban llevando consigo, principalmente, una instrucción ampliada acerca de “un futuro estado de recompensas y castigos” además de los secretos oficiales y de todo lo que podía haber de recuerdo precioso en los discursos de los hierofantes –acerca de lo cual no sabemos nada en absoluto–; 6) que, en palabras de Isócrates, el premio duradero eran “unas expectativas agradables en lo tocante a la muerte y la eternidad”.
Según Aristóteles, los iniciados no aprendían nada en un sentido concreto sino que sólo recibían impresiones, y el alemán Lobeck, presumiblemente en base a esto, ha afirmado que los Misterios de Eleusis eran, en realidad, “asuntos insignificantes”. Pero si preferimos la evidencia de Platón, los Misterios fueron establecidos “para mejorar la crueldad de la raza, exaltar su moral y refinar sus modos”. Por lo tanto, digámoslo de nuevo, los Misterios eran como la Masonería, un sistema de alegorías y símbolos que encubre una enseñanza ética y espiritual cuyo valor final reside en guiar la vida de la doctrina impartida en su seno.
Doctrina de los Misterios.
Permanecen –por encima de todas los cuestiones tratadas-, aquellas cosas que necesariamente se nos escapan porque los memoriales guardan silencio acerca de ellas, recordando las plegarias de los Misterios. ¿Qué eran aquellas frases inscritas en el Petroma o tabla de piedra que son descritas como una lección terrible? ¿Se enseñaba en Eleusis la doctrina de la unidad en Dios más allá de todas las máscaras e imágenes de la mitología griega, tal como Warburton y otros han creído? ¿Era la doctrina secreta, por el contrario, un invento tardío y vago acerca de aquélla, que trataba de leyes y legisladores, del descubrimiento de la agricultura y de la preparación de la siembra y de la cosecha, tal como el Barón de Sainte-Croix concluye? La veneración por los Misterios que muestran los grandes filósofos espirituales impide esta segunda visión, y a partir de las consideraciones hechas anteriormente, es más razonable inferir que la gran representación no estaba desprovista de un gran significado en su contexto de lugar y periodo.
Warburton parece estar más próximo de la verdad que otros que han expresado dudas acerca de sus hallazgos; o bien la Doctrina de la Unidad Divina entró en la filosofía procedente de los Misterios, o bien la filosofía interpretó los Misterios en el sentido de su propia doctrina. La vía media indicada por Lenormant, donde nadie puede hablar con certeza, es quizás la más sabia. “En la iniciación mayor”, dice, “lo que era presentado a la contemplación de los epoptai debía consistir en mitos más complicados y ajenos a la religión pública, mitos a los cuales se atribuía un significado más profundo y que proporcionaban un mayor conocimiento de la naturaleza interior de los dioses. De aquí deriva su nombre, epopteía y, sobre todo el término más significante de autopsia, el cual indica muy claramente que los epoptai tenían fama de contemplar a los dioses cara a cara en su misma esencia”. Naturalmente, es obvio que to 'ón, la entia y la essentiae no se ven cara a cara, pero tiene un significado simbólico que al dios del inframundo se le represente por medio de una gran oscuridad y a Zeus como un fuego sin forma. Así, también el héroe de Apuleyo, testificando acerca de sí mismo, dice: “Vi al sol brillar en las altas horas de la noche con un esplendor luminoso”. Debemos recordar, no obstante, que en un momento avanzado de los Misterios, los Candidatos contemplaban una imagen de Deméter vestida gloriosamente y manifestada en una luz deslumbrante, y que esto es ver “cara a cara” simbólicamente.
FIN
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U.I.O.G.D.