la Santa Cruz
14 de septiembre de 335.
Monografía compilada con los siguientes artículos y materiales propios del editor de ANGLICANVM SCRIPTORIVM.
Edición, compilación, traducción, adaptación y ampliación; notas y selección de imágenes: Miguel Zavala-Múgica+
James E. Kiefer (en inglés).
http://elvis.rowan.edu/~kilroy/jek/query.cgi?5,1
Vera Cruz (Cristianismo)
Wikipedia, La Enciclopedia Libre.
http://es.wikipedia.org/wiki/Vera_Cruz_(cristianismo).
Exaltación de la Cruz:
Icono ruso de la escuela de Novgorod.
Icono ruso de la escuela de Novgorod.
Durante el reinado de Constantino, primer emperador romano que autorizó y profesó la fe cristiana–; la madre de éste, Elena de Constantinopla, fue a Palestina (1) y se empeñó en la empresa de hallar los lugares especialmente significativos para los cristianos. De gran ayuda le fue el hecho de que, en la destrucción del 135 d.C., los romanos hubieran edificado muchos santuarios paganos encima de muchos de estos sitios. Hacia el 326 Elena hizo demoler el templo de Venus que se encontraba en el Monte Calvario.
Der. : El Obispo Macario de Jerusalén levanta (exalta) la Vera Cruz, mientras Elena y Constantino contemplan la escena. La leyenda de la Exaltación de la Santa Cruz tiene un contenido y valor místicos e iniciáticos. Ello no queda afectado por el hecho de que la Iglesia asociada al poder imperial la apropiase como justificación suya. Icono ruso de la Exaltación de la Cruz.
Entre la historia y la leyenda iniciática
De la empresa de Elena, surge toda una saga de la Vera Cruz o de la Santa Cruz, es decir: la Cruz en la que habría sido ejecutado Jesús. En el cristianismo tradicional se la considera reliquia de primer orden. La leyenda añade que Elena hizo excavar bajo el demolido templo de Venus hasta que le llegaron noticias de que se había hallado la Vera Cruz durante un viaje a Jerusalén realizado con objeto de encontrar el perdido Santo Sepulcro.
Así –habiendo ubicado, muy cercanos entre sí-, los emplazamientos que Elena creía relativos a la Crucifixión y al Sepulcro, edificó sobre ellos la Basílica de la Anástasis (2) (Resurrección), o del Santo Sepulcro, consagrada en 335.
La fecha del 14 de Septiembre parece corresponder a la posterior época del Emperador Heraclio, y se ha convertido en oportunidad para celebrar la Cruz –al haberse guardado en ese templo la reliquia de la Vera Cruz--, como símbolo de triunfo y signo de la victoria de Cristo sobre la muerte, en una atmósfera festiva que resultaría inapropiada en Viernes Santo. Es un memorial de la Promesa de Cristo: “Cuando Yo fuere levantado, atraeré a todos hacia mí…” (San Juan 12: 32).
Vemos –entrelazados--, datos de la historia del cristianismo imperial constantiniano, con elementos de una auténtica leyenda iniciática, donde Elena –que representa el arquetipo de la Mujer-Reina-Madre-Viuda, a semejanza de la María Magdalena del Evangelio de San Juan y la Isis egipcia--, va en busca ya no del cadáver, como las otras dos, sino de la tumba del Maestro, hallando como señal de su victoria –del triunfo de su búsqueda--, un árbol sagrado: la Cruz, semejante a la acacia, la érica y otras plantas sagradas asociadas a la inmortalidad.
De la empresa de Elena, surge toda una saga de la Vera Cruz o de la Santa Cruz, es decir: la Cruz en la que habría sido ejecutado Jesús. En el cristianismo tradicional se la considera reliquia de primer orden. La leyenda añade que Elena hizo excavar bajo el demolido templo de Venus hasta que le llegaron noticias de que se había hallado la Vera Cruz durante un viaje a Jerusalén realizado con objeto de encontrar el perdido Santo Sepulcro.
Así –habiendo ubicado, muy cercanos entre sí-, los emplazamientos que Elena creía relativos a la Crucifixión y al Sepulcro, edificó sobre ellos la Basílica de la Anástasis (2) (Resurrección), o del Santo Sepulcro, consagrada en 335.
La fecha del 14 de Septiembre parece corresponder a la posterior época del Emperador Heraclio, y se ha convertido en oportunidad para celebrar la Cruz –al haberse guardado en ese templo la reliquia de la Vera Cruz--, como símbolo de triunfo y signo de la victoria de Cristo sobre la muerte, en una atmósfera festiva que resultaría inapropiada en Viernes Santo. Es un memorial de la Promesa de Cristo: “Cuando Yo fuere levantado, atraeré a todos hacia mí…” (San Juan 12: 32).
Vemos –entrelazados--, datos de la historia del cristianismo imperial constantiniano, con elementos de una auténtica leyenda iniciática, donde Elena –que representa el arquetipo de la Mujer-Reina-Madre-Viuda, a semejanza de la María Magdalena del Evangelio de San Juan y la Isis egipcia--, va en busca ya no del cadáver, como las otras dos, sino de la tumba del Maestro, hallando como señal de su victoria –del triunfo de su búsqueda--, un árbol sagrado: la Cruz, semejante a la acacia, la érica y otras plantas sagradas asociadas a la inmortalidad.
Izq. : Isis según la descripción griega de Apuleyo:
Puede negarse la conexión directa entre el mito egipcio
de Isis y Osiris, el relato evangélico de la Resurrección
de Jesús y la leyenda de la Exaltación de la Cruz, pero
los elementos que concurren en cada uno expresan un
simbolismo y un significado comunes matizados por los
diversos énfasis e intereses de cada narración.
Grabado en una obra del Padre Athanasius
Kircher, gran esoterista jesuita (Año 1652).
Esenciales en esta búsqueda son los obreros –canteros y albañiles--, que demuelen los viejos templos y construyen el nuevo Templo y que –enviados por la Reina-Madre y Viuda, regresan con la noticia del hallazgo (en latín: inventio-nis, de invenio / invenire = “hallar”). De aquí que –además de Exaltación--, se hable también de la Invención de la Santa Cruz, cuya fiesta –en el calendario latino, se celebra el 3 de mayo, y es –en el Cristianismo Occidental--, fiesta patronal de albañiles y obras en construcción.
En realidad –más que de la Cruz--, se trata de la Exaltación del Supremo Maestro, Jesús --Experimentado en el Dolor, como dice el Profeta Isaías--, y que en ella triunfara de la muerte. La Cruz –con su diseño esquemático de la figura humana--, es símbolo del Ser Humano, del crucificado: es símbolo de Jesús mismo.
La Vera Cruz en la Leyenda Dorada
La Leyenda Dorada –documento del siglo XIII que compila las más famosas tradiciones, leyendas piadosas y vidas de santos del cristianismo medieval--, es la fuente de esta saga, y es obra del Obispo genovés Jacobo de la Vorágine. Según este documento, cuando Elena —que entonces tenía ochenta años— llegó a Jerusalén, hizo someter a interrogatorio a los judíos más sabios del país para que confesaran cuanto supieran del lugar en el que Cristo había sido crucificado.
Conseguida la información, Elena habría sido llevada hasta el supuesto Monte de la Calavera (el Gólgota), donde el emperador Adriano, 200 años antes, había erigido un templo a Venus. Según la común creencia, el Gólgota era una antigua cantera abandonada donde un macizo rocoso, poco útil para la construcción quedó sin usar y se convirtió en patíbulo donde colocaban las cruces los romanos. La cantera estaba fuera de la muralla de la ciudad, pero cercana a ella, este detalle se aprecia bien en los iconos bizantinos que colocan la muralla como fondo de la escena de la crucifixión.
Más que de un dato histórico, lo anterior podría ser una narración simbólica (mítica), en tanto que se corresponde admirablemente con la frase sálmica: “La Piedra que desecharon los arquitectos ha venido a ser ahora la piedra angular…” (Salmo 119: 22) recogida en el Evangelio de San Lucas (20:17).
Izq.: Crucifixión –Stávrosis--, icono
contemporáneo: Se aprecia la
muralla de Jerusalén al fondo de
la escena.
Más que de un dato histórico, lo anterior podría ser una narración simbólica (mítica), en tanto que se corresponde admirablemente con la frase sálmica: “La Piedra que desecharon los arquitectos ha venido a ser ahora la piedra angular…” (Salmo 119: 22) recogida en el Evangelio de San Lucas (20:17).
Izq.: Crucifixión –Stávrosis--, icono
contemporáneo: Se aprecia la
muralla de Jerusalén al fondo de
la escena.
Al derribarse el templo y excavar, la leyenda sigue diciendo que Elena encontró tres cruces: la de Jesús y las de los dos ladrones. Como era imposible saber cuál de las tres cruces era la de Jesús, Elena habría hecho traer un hombre muerto, que –al entrar en contacto con la Vera Cruz, resucitó por virtud de ésta.
Historia subsecuente
En el año 614, el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén y, tras la victoria, se llevó la Vera Cruz y se cuenta que la puso bajo los pies de su trono, como símbolo de su desprecio al cristianismo. Tras quince años de luchas, el emperador bizantino Heraclio lo venció definitivamente en 628. En una ceremonia celebrada el 14 de septiembre de ese año, la Vera Cruz regresó a Jerusalén, llevada en persona por Heraclio a través de la ciudad. El día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
Der.: Vista actual de la Basìlica de la Anástasis, comùnmente conocida como "Santo Sepulcro".
En la Edad Media, falsas reliquias de la Vera Cruz recorrieron Europa durante las Cruzadas, llegó a ser común decir que con tantos restos del sagrado madero podrían formarse varios bosques. Hay trozos de la Vera Cruz en muchas iglesias del mundo, muchos falsos o pertenecientes a otras cruces. El mayor de todos los fragmentos, conocido como Lignum Crucis (“Leño de la Cruz” o “Árbol de la Cruz”) se encuentra en España, en Santo Toribio de Liébana (Vid. CantabriaCommons).
Izq.: Reliquia del Lignum Crucis en Santo Toribio de Liébana.
Historia cristiana del Signo de la Cruz
Tertuliano, en su obra De Corona (3:2), (hacia 211 d.C.), dice que los cristianos rara vez emprendían ninguna obra significativa sin antes hacer la señal de la cruz. Ciertamente, para la época, la práctica estaba bien establecida. Justino Mártir, en los capítulos 55 y 60 de su primera Apología (defensa de la fe cristiana), dedicada al Emperador Antonino Pío (y por tanto escrita entre los años 148 y 155), se refiere a la cruz como símblo cristiano establecido, pero no explícitamente al trazado de la señal de la cruz como gesto devocional.
En las ruinas de Pompeya (79 d.C.), hay una habitación con estructura similar a un altar adosado a la pared; por encima de ésta, el aspecto de la argamasa muestra lo que parece la silueta de un objeto cruciforme que hubiera estado clavada al muro, y arrancada (aparentemente) poco antes de que el volcán incendiase la ciudad. Se ha sugerido que la casa habría podido pertenecer a una familia cristiana, que habría llevado consigo la cruz, junto con otros objetos de valor al huir de la ciudad. No es la única explicación posible, por supuesto.
Tertuliano, en su obra De Corona (3:2), (hacia 211 d.C.), dice que los cristianos rara vez emprendían ninguna obra significativa sin antes hacer la señal de la cruz. Ciertamente, para la época, la práctica estaba bien establecida. Justino Mártir, en los capítulos 55 y 60 de su primera Apología (defensa de la fe cristiana), dedicada al Emperador Antonino Pío (y por tanto escrita entre los años 148 y 155), se refiere a la cruz como símblo cristiano establecido, pero no explícitamente al trazado de la señal de la cruz como gesto devocional.
En las ruinas de Pompeya (79 d.C.), hay una habitación con estructura similar a un altar adosado a la pared; por encima de ésta, el aspecto de la argamasa muestra lo que parece la silueta de un objeto cruciforme que hubiera estado clavada al muro, y arrancada (aparentemente) poco antes de que el volcán incendiase la ciudad. Se ha sugerido que la casa habría podido pertenecer a una familia cristiana, que habría llevado consigo la cruz, junto con otros objetos de valor al huir de la ciudad. No es la única explicación posible, por supuesto.
Der.: Éxtasis de Ezequiel: Visión de Ezequiel (9: 1-6) del Apocalipsis medieval español conocido como: Beato de Liébana.
La costumbre cristiana de trazar el signo de la cruz sobre personas y objetos, en señal de bendición, es muy antigua. Algunos piensan que se remonta a los mismos orígenes del cristianismo, y aun antes. El profeta Ezequiel (Cap. 9), tuvo una visión de la sala del trono de Dios, desde la cual un ángel era enviado por toda Jerusalén a poner una marca en la frente de los escasos fieles que habían hecho penitencia por los pecados de la ciudad. Posteriormente, otros ángeles eran enviados por toda la ciudad a destruir a quienes no llevasen la marca. Hallamos un material similar en el libro del Apocalipsis (7: 2-4; 9:4 y 14:1), donde la marca en la frente protege a los escasos fieles en el día de la ira, y se dice que la marca ha sido impuesta en el Nombre de Dios y del Cordero.
Ahora bien, la palabra hebrea que indica “marca” en el texto de Ezequiel es TAV, que también es el nombre de la última letra del alefato (o alfabeto hebreo), antecesora de la letra griega TAU, y de nuestra “T” latina), y se refiere a una marca similar a una X o a una +, dos líneas cortas cruzadas en ángulo recto.
Cuando los esenios –la comunidad de los Rollos del Mar Muerto- recibían conversos entre ellos, les bautizaban (3) y signaban en la frente con una TAV, en prenda de ser parte del resto fiel que hacía penitencia por los pecados de Israel, y de que serían apartados en el día de la ira de Dios. Parece probable que Juan el Bautista y sus seguidores, hubieran sido influidos de algún modo por los esenios y que, ciertamente, conocieron el texto de Ezequiel.
La costumbre cristiana de trazar el signo de la cruz sobre personas y objetos, en señal de bendición, es muy antigua. Algunos piensan que se remonta a los mismos orígenes del cristianismo, y aun antes. El profeta Ezequiel (Cap. 9), tuvo una visión de la sala del trono de Dios, desde la cual un ángel era enviado por toda Jerusalén a poner una marca en la frente de los escasos fieles que habían hecho penitencia por los pecados de la ciudad. Posteriormente, otros ángeles eran enviados por toda la ciudad a destruir a quienes no llevasen la marca. Hallamos un material similar en el libro del Apocalipsis (7: 2-4; 9:4 y 14:1), donde la marca en la frente protege a los escasos fieles en el día de la ira, y se dice que la marca ha sido impuesta en el Nombre de Dios y del Cordero.
Ahora bien, la palabra hebrea que indica “marca” en el texto de Ezequiel es TAV, que también es el nombre de la última letra del alefato (o alfabeto hebreo), antecesora de la letra griega TAU, y de nuestra “T” latina), y se refiere a una marca similar a una X o a una +, dos líneas cortas cruzadas en ángulo recto.
Cuando los esenios –la comunidad de los Rollos del Mar Muerto- recibían conversos entre ellos, les bautizaban (3) y signaban en la frente con una TAV, en prenda de ser parte del resto fiel que hacía penitencia por los pecados de Israel, y de que serían apartados en el día de la ira de Dios. Parece probable que Juan el Bautista y sus seguidores, hubieran sido influidos de algún modo por los esenios y que, ciertamente, conocieron el texto de Ezequiel.
Izq.: La letra hebrea Tav, última del
alefato. Arriba, grafía moderna;
abajo, grafía arcaica (paleo-hebrea),
en uso en tiempos del Profeta Ezequiel.
Según eso, el trazo de la TAV en la frente, habría formado parte de la manera de bautizar de Juan, y habría sido tempranamente adoptado por los primeros cristianos. Hay que recordar que algunos de los Doce Apóstoles habían sido antes discípulos de Juan el Bautista (San Juan 1: 35-37 y 40). Pudiera ser que éstos hubieran comenzado trazando la TAV sin preguntarse por su significado –sería sencillamente una marca, la mencionada por Ezequiel; más tarde la habrían identificado con el Nombre de Dios.
Los esenios –en algunos de sus documentos-, usaban cuatro puntos, en lugar de las cuatro letras del Nombre de Dios (5), y disponiéndolas, a veces en un cuadrado; resultaría fácil interpretar las cuatro puntas de una TAV como las cuatro letras del Nombre divino.
Los cristianos posteriores, especialmente los de habla griega, interpretarían el signo como la letra griega ji que se traza como “X”, primera letra de la palabra XPICTOC –Jristós-, que significa: “Ungido” (Mesías, Cristo). Nuevamente, los cristianos lo entendieron como el signo de la Cruz de Cristo, y tal es la interpretación que ha prevalecido.
Der. : Crismón: Monograma con las letras griegas XP(Ji / Ro) --iniciales de la palabara Jristós (Cristo)del Lábaro de Constantino.
En muchas Iglesias Cristianas, el bautizante traza también el signo de la cruz en la frente del neófito, frecuentemente con el pulgar empapado en el Santo Crisma u Óleo Crismal. Con frecuencia, el agua del Bautismo se reserva cerca de la entrada del templo, y las personas que en él entran, tocan la superficie del agua y se trazan a sí mismas la señal de la cruz como reafirmación de su propio Pacto Bautismal.
Izq.: El Emperador Honorio:
El monarca porta el lábaro
constantiniano con el crismón Ji-Ro en
la leyenda: IN NOMINI XPI-VINCAS SEMPER,
donde XPI abrevia la palabra CHRISTI.
(“Que en el Nombre de Cristo siempre venzas”):
Icono Díptico Consular de Probo Anicio,
Cónsul en 406 d.C. –Panel de marfil.
FOTO: Ludwig von Sybe,
Christliche Antike Vol. II, Marburgo 1909.
(… …)
Como hemos visto, la práctica del Signo de la Cruz en conexión con el Bautismo, bien podría remontarse a los propios Apóstoles, e incluso más atrás, con los esenios y otras raíces judaicas, como –por ejemplo-, la visión del profeta Ezequiel. De hecho, el concepto puede buscarse aún más antiguamente. Leemos en el Génesis que cuando Caín asesinó a su hermano Abel y fue enviado al Exilio, Dios le impuso una marca para que nadie le tocase. De esta manera, desde el principio (en términos, no de la historia secular, sino de la Historia de la Salvación), la Señal de la Cruz ha sido símbolo de protección para el penitente y el pecador justificados.
Significado y Forma del Signo de la Cruz.
Colocamos nuestras iniciales u otra marca personal sobre algún objeto para indicar que nos pertenece: la Cruz es el sello personal de Nuestro Señor Jesucristo: nos marcamos a nosotros mismos con ella como signo de que le pertenecemos. En el Libro del Apocalipsis –como ha quedado anotado más arriba-, los siervos de Dios eran sellados y marcados en sus frentes como signo de pertenencia a él.
Izq.: Antigua forma tradicional
bizantina para hacer la Señal
de la Cruz.
Como dijera cierto predicador: “Al trazarnos el Signo de la Cruz, dibujamos una línea vertical, como diciendo a Dios: ‘Aquí estoy, Señor’. Entonces la cancelamos con otra línea horizontal, como diciendo: ‘Ayúdame, Señor, a abandonar mi centralidad en mí mismo y en mi propia voluntad y a hacer de ti –en cambio--, el centro de mi vida y voluntad. Fija toda mi atención y todo mi deseo en ti, Señor, de modo que olvide y cancele mi ego, y me abandone enteramente en tu amor y servicio.”
La mayoría de nosotros, damos por sentado que sabemos cómo se ve una cruz, esto es: dos palos de madera unidos, atravesándose mutuamente de modo que formen ángulos rectos. Sin embargo, ocasionalmente hay alguien que alega otra cosa.
Izq.: El Emperador Honorio:
El monarca porta el lábaro
constantiniano con el crismón Ji-Ro en
la leyenda: IN NOMINI XPI-VINCAS SEMPER,
donde XPI abrevia la palabra CHRISTI.
(“Que en el Nombre de Cristo siempre venzas”):
Icono Díptico Consular de Probo Anicio,
Cónsul en 406 d.C. –Panel de marfil.
FOTO: Ludwig von Sybe,
Christliche Antike Vol. II, Marburgo 1909.
(… …)
Como hemos visto, la práctica del Signo de la Cruz en conexión con el Bautismo, bien podría remontarse a los propios Apóstoles, e incluso más atrás, con los esenios y otras raíces judaicas, como –por ejemplo-, la visión del profeta Ezequiel. De hecho, el concepto puede buscarse aún más antiguamente. Leemos en el Génesis que cuando Caín asesinó a su hermano Abel y fue enviado al Exilio, Dios le impuso una marca para que nadie le tocase. De esta manera, desde el principio (en términos, no de la historia secular, sino de la Historia de la Salvación), la Señal de la Cruz ha sido símbolo de protección para el penitente y el pecador justificados.
Significado y Forma del Signo de la Cruz.
Colocamos nuestras iniciales u otra marca personal sobre algún objeto para indicar que nos pertenece: la Cruz es el sello personal de Nuestro Señor Jesucristo: nos marcamos a nosotros mismos con ella como signo de que le pertenecemos. En el Libro del Apocalipsis –como ha quedado anotado más arriba-, los siervos de Dios eran sellados y marcados en sus frentes como signo de pertenencia a él.
Izq.: Antigua forma tradicional
bizantina para hacer la Señal
de la Cruz.
Como dijera cierto predicador: “Al trazarnos el Signo de la Cruz, dibujamos una línea vertical, como diciendo a Dios: ‘Aquí estoy, Señor’. Entonces la cancelamos con otra línea horizontal, como diciendo: ‘Ayúdame, Señor, a abandonar mi centralidad en mí mismo y en mi propia voluntad y a hacer de ti –en cambio--, el centro de mi vida y voluntad. Fija toda mi atención y todo mi deseo en ti, Señor, de modo que olvide y cancele mi ego, y me abandone enteramente en tu amor y servicio.”
La mayoría de nosotros, damos por sentado que sabemos cómo se ve una cruz, esto es: dos palos de madera unidos, atravesándose mutuamente de modo que formen ángulos rectos. Sin embargo, ocasionalmente hay alguien que alega otra cosa.
Algunos grupos religiosos milenaristas y fundamentalistas califican como idolatría el uso de la cruz en las iglesias cristianas. Algunas de ellas promueven la idea de que Jesús fue clavado en una especie de poste vertical, y tachan la forma de "T" de la cruz como una manera velada de dar culto al dios babilonio Tammuz (5).
Por ello será de algún interés conocer la evidencia que pudiere haber acerca de la forma del instrumento sobre el cual Jesús fuera clavado para morir.
Minucio Félix, un cristiano que escribió una obra llamada Octavius, poco antes del 200 d.C., dice en su capítulo 29, que:
Minucio Félix, un cristiano que escribió una obra llamada Octavius, poco antes del 200 d.C., dice en su capítulo 29, que:
“…La forma de la cruz puede hallarse por todos lados para donde voltees. En verdad, vemos el signo de la cruz naturalmente formada por un barco cuando lleva llena una prensa de la vela, o cuando se desliza sobre el mar con los remos extendidos.”
Hay que notar que un barco, con un solo mástil vertical y una vela triangular, es un artefacto moderno, usado para navegar a contraviento: los antiguos no hacían tal cosa, sino que usaban barcos con una vela cuadrada, y un mástil vertical con una trabe horizontal que lo cruza para sostener la parte superior de la vela. Nótese también, que no es necesario estar de acuerdo con Minucio Félix de que haya algo significativo en los muchos lugares en los que puede verse la forma de una cruz. Lo que importa, es que él sabía que sus lectores entenderían que la forma de una cruz era la de dos palos cruzados en ángulo recto, y no solamente un palo vertical.
La palabra griega con la que se denomina la cruz de Jesús –usada muchas veces en el Nuevo Testamento, y en los más antiguos escritos cristianos--, es stavrós, y el verbo griego correspondiente es: stavrízo = “crucificar”. ¿Habría algún escritor antiguo que usara estas palabras en un sentido que dejara clara la forma de la cual hablaban?
Un escritor pagano, Luciano de Samosata (hacia 120-180 d.C.), fue autor de un escrito fantástico: El Juicio de las Vocales, en el cual la letra Tau es llamada ante un tribunal de jueces –las siete vocales (griegas)--, acusada de generar un desorden general. Los cargos se ven culminados en estos pensamientos:
(…)
“…Considerad cuán mala cosa sea la Stávros (cruz), instrumento de tormento, vergüenza y muerte, que toma su nombre de la letra TAU, porque tiene la forma de ésta. Qué instrumento de maldad, y cuán mala la letra por la cual se le da nombre…!”
El Signo de la Cruz en la Guematriáh judía y la numerología cristiana.
Los judíos (…) solían escribir cifras utilizando las letras de su alefato que contiene 22 letras, cinco de las cuales tienen una forma distinta cuando son usadas al fin (sof) de una palabra, lo cual nos da un total de 27 letras en total. (6)
Usando las primeras nueve letras para representar los números del 1 al 9, las siguientes nueve para los números del 10 al 90, y las últimas nueve para los números del 100 al 900, podremos escribir cualquier cifra del 1 al 999 usando no más de tres caracteres a la vez.
Si colocamos una tilde junto a cada letra para multiplicar su valor por mil, entonces, con tildes repetidas tantas veces como sea menester, podremos escribir la cifra de cualquier número positivo. (Nótese que no siempre se usaron las cinco formas finales o del kimnaféts). Sin usar éstas, sólo se llega hasta el valor de Tau = 400, y de ahí en adelante hay que usar Tau / Qoph = 400+100=500, Tau / Resh = 400+200=600, y así sucesivamente).
Los griegos usaron un sistema muy similar, que se documenta en los escritos de Arquímedes. Su alfabeto –tal como lo conocemos actualmente--, contiene sólo 24 letras, pero una versión más antigua tenía también 27 letras. A las 24 conocidas, agréguense tres de las que se conocen como “letras obsoletas”: F –digamma, después de épsilon; Q –qoppa, después de pi; y sampi “semejante a una pi”, al final.
El procedimiento griego era similar al hebreo, las primeras nueve letras, para representar los valores de 1 a 9, los nueve siguientes para 10-90 y los nueve restantes para 100-900, y tildes y subrayados para multiplicar por mil cada valor.
Si se omite la letra hebrea Tsade, las restantes 21 letras griegas se corresponden perfectamente, y en orden, con las hebreas. Los griegos sacaron su alfabeto del fenicio, cuyos lengua y alfabeto provenía –a su vez--, del hebreo, o de una fuente común a ambos.
Con este sistema a mano, algunos estudiantes judíos de las Escrituras notaron los valores numéricos de varias palabras o enunciados, y hallaron un sentido simbólico a los resultados. A este sistema se lo conoce como Guematriáh –vulgo: Gematría (palabra que el hebreo adoptó como corrupción de la palabra Geometría en griego), y que los judíos aplicaban a las matemáticas en general.
Por supuesto, las posibilidades de extraer significados simbólicos desde los textos bíblicos de esa manera, resultan in-fi-ni-tas.
Muchos cristianos hacen un uso similar de los valores numéricos de las letras griegas, así –por ejemplo-, si Jesús fue crucificado un viernes –sexto día del cómputo semanal--, 6 queda como símbolo de la aparente e imperfecta victoria del mal y de la muerte, lo cual se intensifica al otorgarle el valor de perfección en la cifra 666 (“perfecta imperfección”). Pero Jesús se levantó de la tumba dos días después del viernes en que murió, en lo que la tradición llama Ogdòada, u “Octavo Día”, de modo que el 8 se convierte en el día infinito, de la Resurrección, de la renovación y de la vida restaurada y triunfante. No es casual pues, que las letras griegas del Nombre de Jesús vengan a sumar la cifra 888.
Iota = 10; Eta = 8; Sigma = 200; Ómicron = 70; Ýpsilon = 400; Sigma = 200: Total = 888
En el capítulo 14 del Génesis, leemos que un ejército invasor capturó a Lot, sobrino del Patriarca Abraham y a algunos aliados suyos; Abraham, entonces, formó una banda con 318 guerreros, siguió a aquel ejército y –tras un ataque sorpresa--, rescató a los prisioneros. Ya los estudiosos judíos se habían percatado de que la cifra 318 está es crita con las letras Jet, Yod y Shin. Jet/Yod es la manera de escribir Jay = “vivir”; mientras que Shin es la primera letra de Shalom: “plenitud, paz, liberación, bienestar…”. De modo que los 318 guerreros de Abraham significan una fuente de vida, paz y plenitud para los prisioneros rescatados.
Izq.: Abraham libera a Lot de los reyes cananeos con sus 318 guerreros:
Breviario de Isabel la Católica. Miniatura del Maestro del Libro de Oración de Dresde. El texto representado es Gn. 14: 18-20. La letra capitular (parte inferior izquierda), contiene la escena de Abraham y Melquisedec.
En algún momento entre el año 70 d.C. en que ocurrió la destrucción del Templo de Jerusalén y la expulsión de los judíos de la ciudad, y el año 135 –cuando Jerusalén fue saqueada nuevamente y los romanos instalaron un templo y una imagen dedicada a Júpiter en la ciudad que ahora se llamaba Aelia Capitolina--, apareció un cristiano llamado Bernabé: a este hombre no hay que confundirlo con el famoso compañero de viajes de San Pablo.
Este Bernabé de Alejandría –también llamado Pseudo-Bernabé o “Falso Bernabé”, escribió un libro conocido como la Epístola de Bernabé, y que no aparece en la Biblia; en esa epístola señala que esta cifra, 318, escrita en griego, es: Tau, Iota, Eta. La Tau claramente representa la Cruz, mientras que Iota y Eta son las dos primeras letras griegas del Nombre de Jesús; de lo cual colige que la “fuente de vida y paz” descubierta gemátricamente por los eruditos judíos en los 318 valientes de Abraham, no es otra que la Cruz de Jesús.
Ahora bien, si esto es algo digno de subrayarse, o mera curiosidad, sencillamente no viene al caso. El punto es que este autor no podría haber usado un argumento así, si no supiese –y diese por sentado que sus lectores lo sabían--, que las cruces en que morían los reos de su tiempo, tenían la forma de una TAU.
Así las cosas, lo mismo cristianos que paganos de los siglos I y II de la Era Cristiana –época en que la crucifixión era una forma corriente de ejecución--, tenían un común entendimiento de lo que tal cosa era y cómo se veía –a saber--, que una cruz era una estructura formada por dos palos –vertical y horizontal--, atravesándose mutuamente y formando ángulos rectos.
Los judíos (…) solían escribir cifras utilizando las letras de su alefato que contiene 22 letras, cinco de las cuales tienen una forma distinta cuando son usadas al fin (sof) de una palabra, lo cual nos da un total de 27 letras en total. (6)
Usando las primeras nueve letras para representar los números del 1 al 9, las siguientes nueve para los números del 10 al 90, y las últimas nueve para los números del 100 al 900, podremos escribir cualquier cifra del 1 al 999 usando no más de tres caracteres a la vez.
Si colocamos una tilde junto a cada letra para multiplicar su valor por mil, entonces, con tildes repetidas tantas veces como sea menester, podremos escribir la cifra de cualquier número positivo. (Nótese que no siempre se usaron las cinco formas finales o del kimnaféts). Sin usar éstas, sólo se llega hasta el valor de Tau = 400, y de ahí en adelante hay que usar Tau / Qoph = 400+100=500, Tau / Resh = 400+200=600, y así sucesivamente).
Los griegos usaron un sistema muy similar, que se documenta en los escritos de Arquímedes. Su alfabeto –tal como lo conocemos actualmente--, contiene sólo 24 letras, pero una versión más antigua tenía también 27 letras. A las 24 conocidas, agréguense tres de las que se conocen como “letras obsoletas”: F –digamma, después de épsilon; Q –qoppa, después de pi; y sampi “semejante a una pi”, al final.
El procedimiento griego era similar al hebreo, las primeras nueve letras, para representar los valores de 1 a 9, los nueve siguientes para 10-90 y los nueve restantes para 100-900, y tildes y subrayados para multiplicar por mil cada valor.
Si se omite la letra hebrea Tsade, las restantes 21 letras griegas se corresponden perfectamente, y en orden, con las hebreas. Los griegos sacaron su alfabeto del fenicio, cuyos lengua y alfabeto provenía –a su vez--, del hebreo, o de una fuente común a ambos.
Con este sistema a mano, algunos estudiantes judíos de las Escrituras notaron los valores numéricos de varias palabras o enunciados, y hallaron un sentido simbólico a los resultados. A este sistema se lo conoce como Guematriáh –vulgo: Gematría (palabra que el hebreo adoptó como corrupción de la palabra Geometría en griego), y que los judíos aplicaban a las matemáticas en general.
Por supuesto, las posibilidades de extraer significados simbólicos desde los textos bíblicos de esa manera, resultan in-fi-ni-tas.
Muchos cristianos hacen un uso similar de los valores numéricos de las letras griegas, así –por ejemplo-, si Jesús fue crucificado un viernes –sexto día del cómputo semanal--, 6 queda como símbolo de la aparente e imperfecta victoria del mal y de la muerte, lo cual se intensifica al otorgarle el valor de perfección en la cifra 666 (“perfecta imperfección”). Pero Jesús se levantó de la tumba dos días después del viernes en que murió, en lo que la tradición llama Ogdòada, u “Octavo Día”, de modo que el 8 se convierte en el día infinito, de la Resurrección, de la renovación y de la vida restaurada y triunfante. No es casual pues, que las letras griegas del Nombre de Jesús vengan a sumar la cifra 888.
Iota = 10; Eta = 8; Sigma = 200; Ómicron = 70; Ýpsilon = 400; Sigma = 200: Total = 888
En el capítulo 14 del Génesis, leemos que un ejército invasor capturó a Lot, sobrino del Patriarca Abraham y a algunos aliados suyos; Abraham, entonces, formó una banda con 318 guerreros, siguió a aquel ejército y –tras un ataque sorpresa--, rescató a los prisioneros. Ya los estudiosos judíos se habían percatado de que la cifra 318 está es crita con las letras Jet, Yod y Shin. Jet/Yod es la manera de escribir Jay = “vivir”; mientras que Shin es la primera letra de Shalom: “plenitud, paz, liberación, bienestar…”. De modo que los 318 guerreros de Abraham significan una fuente de vida, paz y plenitud para los prisioneros rescatados.
Izq.: Abraham libera a Lot de los reyes cananeos con sus 318 guerreros:
Breviario de Isabel la Católica. Miniatura del Maestro del Libro de Oración de Dresde. El texto representado es Gn. 14: 18-20. La letra capitular (parte inferior izquierda), contiene la escena de Abraham y Melquisedec.
En algún momento entre el año 70 d.C. en que ocurrió la destrucción del Templo de Jerusalén y la expulsión de los judíos de la ciudad, y el año 135 –cuando Jerusalén fue saqueada nuevamente y los romanos instalaron un templo y una imagen dedicada a Júpiter en la ciudad que ahora se llamaba Aelia Capitolina--, apareció un cristiano llamado Bernabé: a este hombre no hay que confundirlo con el famoso compañero de viajes de San Pablo.
Este Bernabé de Alejandría –también llamado Pseudo-Bernabé o “Falso Bernabé”, escribió un libro conocido como la Epístola de Bernabé, y que no aparece en la Biblia; en esa epístola señala que esta cifra, 318, escrita en griego, es: Tau, Iota, Eta. La Tau claramente representa la Cruz, mientras que Iota y Eta son las dos primeras letras griegas del Nombre de Jesús; de lo cual colige que la “fuente de vida y paz” descubierta gemátricamente por los eruditos judíos en los 318 valientes de Abraham, no es otra que la Cruz de Jesús.
Ahora bien, si esto es algo digno de subrayarse, o mera curiosidad, sencillamente no viene al caso. El punto es que este autor no podría haber usado un argumento así, si no supiese –y diese por sentado que sus lectores lo sabían--, que las cruces en que morían los reos de su tiempo, tenían la forma de una TAU.
Así las cosas, lo mismo cristianos que paganos de los siglos I y II de la Era Cristiana –época en que la crucifixión era una forma corriente de ejecución--, tenían un común entendimiento de lo que tal cosa era y cómo se veía –a saber--, que una cruz era una estructura formada por dos palos –vertical y horizontal--, atravesándose mutuamente y formando ángulos rectos.
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Notas del traductor:
(1) Kiefer dice “Israel”. Por razones históricas, creo que debe traducirse “Palestina”, que era el nombre de esa parte del Imperio Romano de aquel tiempo.
(2) El nombre de Basílica de la Anástasis es el que originalmente llevó y lleva el templo popularmente conocido en Occidente como “Santo Sepulcro”.
(3) Este bautismo debe entenderse según el significado literal del verbo griego baptízo = “sumergir”, es decir, en el contexto litúrgico judío de las abluciones o purificaciones ceremoniales, y no aún bajo la simbólica cristiana post-pascual de muerte-resurrección de Cristo.
(4) El Nombre de Dios, es decir: YHVH: יהוה (yod, he, vav, he).
(5) Kiefer omite referirse directamente a los Testigos de Jehová como autores de los argumentos aquí descritos.
(6) Las cinco letras mencionadas son k.m.n.f.ts. –kaf ó jaf, mem, nun, pe ó fe, y tsade--, se llaman ‘formas finales’ o sofiot, y son popularmente recordadas con el acrónimo kimnaféts.
Recursos:
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Propios de la Fiesta de la Santa Cruz:
Colectas y Lecturas.
Dios todopoderoso, cuyo Hijo, Nuestro salvador Jesucristo fue levantado sobre la Cruz para poder atraer el mundo hacia él: Concede misericordiosamente que nosotros –que nos gloriamos en el misterio de nuestra redención, podamos obtener la Gracia de tomar nuestra cruz y seguirle; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios en gloria eterna. Amén.
Colectas y Lecturas.
Dios todopoderoso, cuyo Hijo, Nuestro salvador Jesucristo fue levantado sobre la Cruz para poder atraer el mundo hacia él: Concede misericordiosamente que nosotros –que nos gloriamos en el misterio de nuestra redención, podamos obtener la Gracia de tomar nuestra cruz y seguirle; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios en gloria eterna. Amén.
O bien:
Oh Dios, quien por la Pasión de tu bendito Hijo, convertiste un instrumento de muerte vergonzosa en un medio de vida y paz para nosotros: Concédenos gloriarnos de tal manera en la Cruz de Cristo, que podamos sufrir con alegría la vergüenza y la pérdida, por el honor de tu Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre.
Amén.
Salmo 98 ó 98:1-4
Isaías 45:21-25
Filipenses 2:5-11 o bien, Gálatas 6:14-18
San Juan 12:31-36a
Prefacio de Semana Santa.
U.I.O.G.D.
…Para que en todas las cosas sea Dios glorificado.
…Para que en todas las cosas sea Dios glorificado.