El Simbolismo de la Cúpula[1]
René Guénon
Editado y anotado (notas dentro del texto), por Miguel Zavala-Múgica+
En un artículo de la revista The Indian Historical Quarterly (marzo de 1938), Ananda K. Coomaraswamy ha estudiado la cuestión del simbolismo de la cúpula –demasiado importante, y por otra parte demasiado estrechamente vinculado a algunas de las consideraciones que hemos desarrollado anteriormente-, como para que no examinemos, en particular, sus principales aspectos.
Ananda Coomaraswamy (1877-1947)
Simbolismo básico de círculos y cuadrángulos en el arco:
Budismo, Islam y Cristianismo. El primer punto esencial que ha de señalarse a este respecto, en conexión con el valor propiamente simbólico e iniciático del arco arquitectónico, es que todo edificio construido según criterios estrictamente tradicionales, presenta –en la estructura y disposición de las diferentes partes de que se compone-, una significación “cósmica”, la cual, por lo demás, es susceptible de doble aplicación, conforme a la relación analógica entre “macrocosmos” y “microcosmos”, es decir, que se refiere a la vez al mundo y al ser humano. Esto es válido, naturalmente y en primer lugar, para los templos u otros edificios con destino “sagrado” en el sentido más limitado del término; pero, además, lo mismo ocurre con las simples habitaciones humanas, pues no ha de olvidarse que, en realidad, no hay nada “profano” en las civilizaciones íntegramente tradicionales, de modo que –sólo por efecto de una profunda degradación-, ha podido llegarse a construir casas sin proponerse otra cosa que responder a las necesidades puramente materiales de sus habitantes, y éstos, por su parte, han podido contentarse con moradas concebidas según preocupaciones tan estrecha y bajamente utilitarias.
Va de suyo que la significación “cósmica” de que acabamos de hablar puede realizarse de múltiples maneras, correspondientes a otros tantos puntos de vista, que darán nacimiento así a “tipos” arquitectónicos diferentes, algunos de los cuales estarán particularmente ligados a tal o cual forma tradicional; pero por el momento no tenemos que considerar sino uno de esos “tipos”, que, por otra parte, aparece como uno de los más fundamentales y que también, por eso mismo, es uno de los más generalmente difundidos. Se trata de una estructura constituida esencialmente por una base de sección cuadrada (poco importa aquí que esta parte inferior tenga forma cúbica o más o menos alargada), coronada por un domo, o por una cúpula de forma más o menos rigurosamente hemisférica. Entre los ejemplos más característicos pueden citarse, con Coomaraswamy, el
stûpa búdico, y también, agregaremos, la
qubbah islámica, cuya forma es exactamente semejante
[2]; hay que incluir también, entre otros casos en que esa estructura no es tan netamente distinguible a primera vista, las iglesias cristianas en las cuales una cúpula está edificada sobre la parte central
[3].
Pagoda de Swe Dagon, en Rangún, Birmania.
Cabe señalar –además-, que un arco, con sus dos pilares rectilíneos y la cimbra que reposa sobre ellos, no es en realidad sino la sección vertical de dicha estructura; y, en ese arco, la “clave de bóveda” que ocupa la sumidad corresponde, evidentemente, al punto más elevado del domo, sobre cuya significación propia volveremos luego[4].
Sentido de la forma cupular en China e India.
Es fácil advertir, en primer lugar, que las dos partes de la estructura recién descrita figuran la tierra y el cielo, a los cuales corresponden respectivamente, en efecto, la forma cuadrada y la forma circular (o esférica, en una construcción de tres dimensiones); y, aunque esta correspondencia se encuentre indicada con mayor insistencia en la tradición extremo-oriental, está muy lejos de serle propia y exclusiva[5]. Puesto que acabamos de aludir a la tradición extremo-oriental, no carece de interés señalar –a este respecto-, que en China la vestidura de los antiguos emperadores debía ser redonda por lo alto y cuadrada por lo bajo; esa vestidura, en efecto, tenía una significación simbólica (lo mismo que todas las acciones de su vida, reguladas siempre según los ritos), y esa significación era precisamente la misma que aquella cuya realización arquitectónica encaramos aquí[6]. Agreguemos en seguida que, si en ésta se considera la construcción íntegra como un “hipogeo”, según a veces lo es en efecto, literalmente en ciertos casos y simbólicamente en otros, nos encontramos reconducidos al simbolismo de la caverna como imagen del “cosmos” en conjunto.
*(Nota del editor: Un hipogeo o catacumba (del griego hypó = ‘debajo’ y gê-s = ‘tierra’, es un túmulo de forma frecuentemente semiesférica enteramente subterráneo, o construido dentro de oquedades naturales pre-existentes, como cavernas o grutas), los tipos mejor conocidos son los pre-históricos de las Islas Británicas –usados como tumbas y habitaciones-, y los etruscos de Italia. De aquí que la sugerencia de Guénon sea que la cúpula lo mismo puede representar el cielo, como la caverna primordial).
A esta significación general se agrega otra mas precisa aún: el conjunto del edificio, considerado de arriba abajo, representa el paso de la Unidad. primordial* (a la cual corresponde el punto central o la sumidad de la cúpula, de la cual toda la bóveda no es en cierto modo sino una expansión) al cuaternario de la manifestación elemental[7]; inversamente, si se la encara de abajo arriba, es el retorno de esa manifestación a la Unidad.
*(Nota del editor: Guénon usa la palabra principial, con ello se refiere a lo relativo al “Principio de todo”, en un sentido mítico).
A este respecto, Coomaraswamy recuerda –como dotado de la misma significación-, el simbolismo védico de los tres Rbhu, quienes, de la pâtra o copa única de Tvashtr, hicieron cuatro copas (y va de suyo, que la forma de la copa sea hemisférica, como la del domo); el número ternario, que interviene aquí como intermediario entre el cuaternario y la Unidad, significa particularmente, en este caso, que sólo por medio de las tres dimensiones del espacio el “uno” originario puede convertirse en “cuatro”, lo que está figurado exactamente por el símbolo de la cruz de tres dimensiones. El proceso inverso está representado igualmente por la leyenda del Buddha, quien –habiendo recibido cuatro escudillas de limosna de los Mahârâja de los cuatro puntos cardinales-, hizo de ellas una sola, lo cual indica que, para el ser “unificado”, el “Graal” (para emplear el término tradicional occidental, que designa evidentemente el equivalente de ese pâtra) es de nuevo único, como lo era en un principio, es decir, en el punto de partida de la manifestación cósmica[8].
Cúpula de la Catedral anglicana de San Pablo, de Londres
“Cúpulas horizontales” en el judaísmo y el cristianismo.
Antes de ir más lejos, señalaremos que la estructura de que se trata puede ser realizada también horizontalmente: a un edificio de forma rectangular se añadirá una parte semicircular en uno de sus extremos, el dirigido hacia el lado al cual se vincule la significación de una correspondencia “celeste”, por una especie de proyección sobre el plano horizontal de base; ese lado, en los casos más conocidos por lo menos, será aquel de donde viene la luz, es decir, el de oriente; y el ejemplo más inmediato que se ofrece aquí es el de una iglesia terminada por un ábside semicircular. Otro ejemplo está dado por la forma completa de un templo masónico: sabido es que la Logia propiamente dicha es un “cuadrado largo”, es decir, en realidad, un doble cuadrado, cuya longitud (de oriente a occidente) es el doble de la anchura (de norte a mediodía)[9]; pero a este doble cuadrado, que es el Hekal* [Héjal], se agrega, a oriente, el Debir, en forma de hemiciclo[10]; y este plano es también exactamente el de la “basílica” romana[11].
*(Nota del editor: Hekal y Debir son los nombres hebreos del “lugar santo y el, “lugar santísimo” en el Templo de Jerusalén, Guénon los hace aquí coincidir con partes del templo masónico).
El Eje del mundo.
Dicho esto, volvamos a la estructura vertical: como lo hace notar Coomaraswamy, ésta debe considerarse íntegramente en relación con un eje central; lo mismo ocurre, evidentemente, en el caso de una cabaña, cuyo techo en forma de domo está soportado por un poste que une la sumidad del techo con el suelo, y también el de ciertas stûpa (“stupas”) cuyo eje está figurado en el interior, y a veces incluso se prolonga por lo alto más allá de la cúpula. Empero, no es necesario que ese eje esté siempre representado así materialmente, tal como tampoco lo está en realidad, en ningún lugar, el “Eje del Mundo”, del cual aquél es imagen; lo que importa es que el centro del suelo ocupado por el edificio, es decir, el punto situado directamente debajo de la sumidad de la cúpula, se identifica siempre virtualmente con el “Centro del Mundo”; éste, en efecto, no es un “lugar” en el sentido topográfico y literal del término, sino en un sentido trascendente y primordial, y, por consiguiente, puede realizarse en todo “centro” regularmente establecido y consagrado, de donde la necesidad de los ritos que hacen de la construcción de un edificio una verdadera imitación de la formación misma del mundo[12].
El punto de que se trata es, pues, un verdadero ’omfalós ( nâbhih prthivyâ [en sánscrito: ‘ombligo de la tierra’] ), en muchísimos casos, allí se sitúa el altar o el hogar, según se trate de un templo o de una casa; el altar, por lo demás, es, también en realidad un hogar, e, inversamente, en una civilización tradicional, el hogar debe considerarse como un verdadero altar doméstico; simbólicamente, en él se cumple la manifestación de Agni*, y recordaremos a este respecto lo que hemos dicho acerca del nacimiento del Avatâra en el centro de la caverna iniciática, pues es evidente que la significación también aquí es la misma, siendo diferente sólo la aplicación. Cuando se practica una abertura en la sumidad del domo, por ella escapa afuera el humo que se eleva del hogar; pero esto también, lejos de no tener sino una razón puramente utilitaria, como podrían imaginarlo los modernos, tiene, al contrario, un sentido simbólico muy profundo, que examinaremos a continuación, estableciendo aún con más precisión el significado exacto de esa sumidad del domo en los dos órdenes, “macrocósmico” y “microcósmico”.
*(Nota del Editor: Agni es la deidad hindú del fuego).
NOTAS:
[1] [Publicado en la revista Études Traditionelles., octubre de 1938].
[2] El destino de estos dos edificios es, por otra parte, igualmente similar, ya que el stûpa, originariamente por lo menos, estaba hecho para contener reliquias y la qubbah se eleva sobre la tumba de un walí [aproximadamente, ‘santo’].
[3] Si la iglesia tiene en su conjunto la forma de una cruz latina, como ocurre más habitualmente, conviene observar que esa cruz puede obtenerse por el desarrollo de un cubo cuyas caras están rebatidas sobre el plano de la base (este punto se encuentra expresamente indicado en el simbolismo masónico del Real Arco); la cara de la base, que naturalmente permanece en su posición primitiva, corresponde entonces a la parte central por encima de la cual se eleva la cúpula.
[4] En ciertas figuraciones pertenecientes a la masonería del Real Arco, la significación “celeste” del arco de bóveda está formalmente indicada por la representación en él de una parte del Zodíaco, estando entonces situada en la “clave de bóveda” una de las puertas solsticiales; esta “puerta” debería normalmente, por lo demás, ser diferente según que el punto en cuestión se considere como una “entrada” o como una “salida”, conforme a lo que antes hemos explicado.
[5] En la iniciación masónica, el paso from square to arch [del cuadrado al arco] representa un paso “de la Tierra al Cielo” (de donde el término de exaltación para designar la admisión al grado de Real Arco), es decir, del dominio de los “pequeños misterios” al de los “grandes misterios”, con el doble aspecto sacerdotal y real para estos últimos, pues el título completo correspondiente es Santo Real Arco, aunque, por razones históricas que no hemos de examinar aquí, el “Arte Sacerdotal” haya acabado por borrarse ante el “Arte Real”. Las formas circular y cuadrada están aludidas también por el compás y la escuadra, que sirven para trazarlos respectivamente y que se asocian como símbolos de dos principios complementarios, según efectivamente lo son el Cielo y la Tierra [cf. Le Régne de la quantité et les signes des temps, cap. XX, y La Grande Triade, cap. III].
[6] El Emperador mismo, así vestido, representaba al “Ser Humano verdadero”, mediador entre el Cielo y la Tierra, cuyas respectivas potencias une en su propia naturaleza; y exactamente en este mismo sentido un Maestro Masón (que debería ser también un “Ser Humano verdadero” si hubiese realizado su iniciación de modo efectivo) “se encuentra siempre entre la escuadra y el compás”. Señalemos también, acerca de esto, uno de los aspectos del simbolismo de la tortuga: la parte inferior del caparazón –que es plana-, corresponde a la Tierra, y la superior –que es arqueada en forma de cúpula-, corresponde al Cielo; el animal mismo, entre ambas partes, figura al Ser Humano entre el Cielo y la Tierra, completando así la “Gran Tríada”, que desempeña un papel especialmente importante en el simbolismo de las organizaciones iniciáticas taoístas [cf. La Grande Triade, cap. XVI].
[7] La planta crucial de una iglesia es igualmente una forma cuaternaria; el simbolismo numérico permanece, pues, el mismo en este caso que en el de la base cuadrada.
[8] Con respecto a Tvashtri y los tres Rbhu [respectivamente el Constructor divino védico, literalmente ‘Carpintero’, y los tres Artesanos divinos, literalmente ‘los Hábiles’], considerados como una tríada de “artistas”, notemos que, en las reglas establecidas por la tradición hindú para la construcción de un edificio, se encuentran en cierto modo los correspondientes de esos personajes en el arquitecto (sthápati) y sus tres compañeros o asistentes, el agrimensor (sûtragrâhi), el constructor (várdhakî) y el carpintero de obra (tákshaka); podrían también encontrarse los equivalentes de este ternario en la masonería, donde, además, en un aspecto “inverso”, se convierte en el de los “malos compañeros” que matan a Hiram.
[9] Según el Critias de Platón, el gran templo de Poseidón, capital de la Atlántida, tenía también por base un doble cuadrado; si se torna como unidad el lado de esa figura, la diagonal del doble cuadrado es igual a 5.
[10] En el Templo de Salomón, el Hekal [Héjal] era el “Sanctum” y el Debir era el “Sancta-sanctórum”.
[11] En una mezquita, el míhrab, que es un nicho semicircular, corresponde al ábside de una iglesia, e indica igualmente la qiblah, es decir, la orientación ritual; pero esta orientación, dirigida hacia un centro que no es un punto definido de la superficie terrestre, varía, naturalmente, según los lugares.
[12] A veces, la cúpula misma puede no existir en la construcción sin que –empero-, se altere el sentido simbólico de ella; queremos aludir al tipo tradicional de casa dispuesta en cuadrado en torno de un patio interior; la parte central está entonces a cielo abierto, pero, precisamente, la bóveda celeste misma desempeña en este caso el papel de una cúpula natural. Diremos de paso, a este respecto, que hay cierta relación, en una forma tradicional dada, entre la disposición de la casa y la constitución de la familia; así, en la tradición islámica, la disposición cuadrilátera de la casa (que normalmente debería estar enteramente cerrada hacia afuera, abriéndose las ventanas hacia el patio, interior) está en relación con la limitación del número de esposas a cuatro como máximo, teniendo entonces cada una de ellas por dominio propio uno de los lados del cuadrilátero.
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U.I.O.G.D.