Joan Chittister, OSB (1936…).
The Rule of Benedict: Insights for the ages.
Texto de la Regla de San Benito comentado por una abadesa católica romana de una teología muy controvertida y valiente. El texto presentado aquí es traducción del P. Miguel Zavala-Múgica+, y es el pasaje del capítulo 35, que habla de los Semaneros de Cocina o monjes que sirven –por turno semanal-, en la cocina del monasterio. Y corresponde a los días 14 de marzo, 14 de julio y 13 de noviembre. Vale recordar que la Regla de San Benito se lee varias veces a lo largo del año en cada casa benedictina.
Chittister, OSB, Joan D.
The Rule of Benedict: Insights for the ages.
Ed. Crossroad; Nueva York, 1992
ISBN 0-8245-2503-5 (pbk.).
Hay traducción castellana, disponible en las Librerías Verbum de la Ciudad de México, al no disponer de ella, hemos efectuado esta lo mejor que se ha podido para animar a la lectura del texto completo.
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“Marzo 14 –Julio 14 –Nov. 13
“Una hora antes de los alimentos, los cocineros semanales habrán de recibir, cada uno, bebida y algo de pan por encima de la porción regular, de modo que a la hora de comer, puedan servir a los demás sin murmuraciones ni amarguras. En días solemnes, sin embargo, deberán esperar hasta después de la despedida”.
El trabajo que se hace en la tradición benedictina, se supone que sea regular, productivo, y meritorio; pero no se supone que sea imposible. La Regla dice que se ayude en lo que sea necesario, que se facilite lo que sea para hacer posibles las cosas; dar a la gente cualquier cosa que necesite para que haga las cosas sin murmuración. Los servidores están para servir, mas no para morirse de hambre; deben comer antes que los demás para que no se fastidien al resentir el hecho de que los demás coman, y acaben por amargarse o se pongan renuentes en su servicio. Es una saludable y sobria idea para una época en la que se explota a los pobres y a las personas iletradas –con toda impunidad-, a favor de la comodidad de los ricos, pagando a los trabajadores tan poco, y haciéndoles trabajar tan duro para vivir, y encima decirles que eso es: “ganarte tu ascenso”, o que son las “penurias” del trabajador inexperto.
La espiritualidad benedictina no requiere hacer llevar la carga a algunos para provecho de otros en nombre de la comunidad, sino que lo requiere para hacer posible el trabajo para todos, de manera que la comunidad pueda prosperar gozosamente. Cualquier grupo o familia que haga maravillosa la vida de algunos de sus miembros a expensas de los demás, no importa cuán bueno sea el trabajo, ni cuán satisfecho quede el grupo, no estará funcionando conforme a una espiritualidad benedictina; a lo sumo se tratará de alguna clase de “santa explotación”, pero explotación, al fin y al cabo.
“En domingo, e inmediatamente después de Laudes, los que comienzan y los que terminan su semana de servicio, harán una reverencia profunda en el oratorio, delante de todos, y pedirán sus oraciones. El servidor que completare su semana, recitará el versículo: “Bendito eres tú, oh Señor, que me has ayudado y fortalecido.” (Daniel 3: 52 y Salmo 86:17). Después de decir este versículo tres veces, el servidor recibirá un a bendición; entonces, el que comienza el servicio seguirá y dirá: “Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.” (Salmo 70:2). Todos repetirán este versículo tres veces. Cuando hubieren recibido la bendición, los ervidores comenzarán su servicio.”
En los Dichos de los Padres (judíos) (Nota del Traductor: la autora se refiere al tratado hebreo Pirkei Avot), está escrito:
“Es sabio trabajar, y también estudiar la Toráh: en medio de estas dos ocupaciones, te olvidarás de pecar…”
Para asegurarnos de no olvidar que el trabajo más humilde es tan sagrado y santificante como la oración, Benito bendice a los servidores semanales de la cocina en plena capilla. Con ese simple, aunque poderoso gesto, toda la vida comienza a verse diferente para cada uno. De pronto, ya no se habla de actividades “mayores” ni “menores”. Todo –tanto trabajo manual como meditación mística-, es un solo rayo de luz en el camino hacia la plenitud de la humanidad. Una actividad sin la otra, la oración sin el potencial creativo y compasivo del trabajo; o el trabajo sin la calidad trascendente de la oración, se aproxima pesadamente hacia el lado vacío de la vida. La oración de bendición para los servidores semanarios, en medio de la comunidad, no sólo ordena al monje servir a la comunidad, sino que también lleva conjuntas ambas dimensiones de la vida: lo trascendente y lo transformante, en un solo arco: La oración no existe sólo para el propio placer, y el mundo del trabajo manual no es un mundo menos importante que el de la capilla.
Hemos sido planeados para orar y laborar, de modo que cada una de estas cosas influya y complemente a la otra.”
U.I.O.G.D.