HORACIO POTEL, FILÓSOFO ENCARCELADO EN ARGENTINA.
MILENIO, 24 MAYO
Sócrates y el fin de la filosofía
Daniel Vargas Parra: vargasparra@gmail.com
Este pensador vivió hace más de dos mil años. El tipo de actitud relajada, pasos serenos y larga y compleja plática paseaba por la ciudad rodeado de jóvenes a los que ponía en duda sobre todo aquello que los rodeaba.
2009-05-24•Qrr
Ahora sí, filósofos: todos a beber la cicuta. Foto: Especial
Ningún tema escapaba a sus afiladas facultades críticas. Sócrates compartía con todo el pueblo griego sus ejercicios reflexivos. Fue así como ensayaba la mayéutica, la incitación al aprendizaje filosófico por medio del diálogo. Eso lo volvió el maestro de todos y, a la vez, un afamado enemigo de lo doctrinario y conservador. Desde la compras en el mercado hasta las parrandas y festines, todo estaba aderezado por las intromisiones meditabundas del gran sabio.
El final de esta historia es legendario. Sócrates fue llevado a juicio político por el gobierno ateniense por un cargo que hoy sería equivalente a la peligrosidad social. Se le acusó de impiedad contra los dioses por su constante cuestionamiento de las tradiciones, pero en realidad se le imputaba el arengar a los futuros ciudadanos a la crítica y el pensamiento subversivo. Le dieron a beber cicuta, como pena capital, y murió.
Ése es el hito que funda la conciencia de cada filósofo cuando comienza su formación. Todos partimos del referente de la enseñanza a los jóvenes, de la divulgación en las plazas y vida cotidiana y del diálogo con todo tipo de especialistas. Hoy, tal ejercicio es censurado de nuevo. Otra vez se mide con tientos los alcances del pensamiento crítico y se censura su utilidad pronosticando lo mismo de siempre, el fin la filosofía como disciplina académica o profesión.
Dos eventos claramente anuncian este acotamiento en México y Latinoamérica. Uno es el conocido caso de la RIEMS (Reforma de la Educación Media Superior de la SEP). Donde se ha diagnosticado a las disciplinas filosóficas como no aptas para la competencia en las áreas que se piensan desarrollar en su programa: Matemática, Ciencias Experimentales, Ciencias Sociales y Comunicación. La otra es la encarcelación en Argentina de un maestro universitario que dedicó diez años de su vida a ordenar y mantener tres sitios web con textos indispensables para la divulgación de la filosofía de tres grandes pensadores: Nietzsche, Heidegger y Derrida.
Aunque son casos distintos, ambos están ligados a un mismo problema. Existe algo de la actividad filosófica que cuando se comunica se entiende como inoperante, ociosa, sinsentido, arcaica o, simplemente, incompetente. Sus móviles fueron motivados por un rumor del sentido común de esta nuestra vida moderna, o posmoderna: ¿la filosofía sirve para algo?
No nos hagamos. Los filósofos sabemos que detrás de nuestra decisión de haber escogido esta carrera como nuestra vocación hubo una tempestad de comentarios despectivos al respecto. El clásico “te vas a morir de hambre” retumbó detrás de nuestras orejas cuando notificamos a amigos y familiares que lo nuestro esa dedicarse a la filosofía. Tampoco somos sordos o ciegos. La imagen que actualmente se tiene de un filósofo es el clásico vaguito coyoacanense que fuma hierbas psicotrópicas y deambula por cierto rincón de CU denominado “Las islas”. Partiendo de estos prejuicios, la filosofía en los países latinoamericanos padece de un efecto de separación entre las profesiones útiles a la sociedad y las que son meros pasatiempos o lujos de ciertas clases sociales. ¿Qué sucede? ¿Está el mundo contemporáneo destinado a despojarse de su arcaico “buen ocio”? Para qué filosofar, pues.
El argentino Horacio Potel está ahora en prisión luego de que distintas casas editoriales francesas respaldadas por instituciones argentinas dictaminan que el uso de sus textos en las páginas de internet es ilegal. El maestro en filosofía está ahora encarcelado. Paga su crimen como un delincuente que asesina, secuestra o extorsiona debería hacerlo, aunque muchos de ellos estén en las calles. Potel explica, como muchos otros sitios de la red, que su material conforma una biblioteca virtual a disposición de todo público. Su mejor argumento son los precios alucinantes que cada uno de los libros, sobre todo de Derrida, alcanzan en las librerías. Estos sitios, aún se conserva “Nietzsche en castellano”, son, o eran, indispensables para la comunidad filosófica latina.
El caso es que Potel fue arrestado, su material borrado del sitio, su servidor decomisado y su casa puesta en custodia. El acto es hacer de la filosofía un lugar de libre acceso. Reconocer su incapacidad para lucrar con ella. Entonces las librerías renegaron de esto y se llevaron a Potel. Como si una biblioteca fuera tomada por la PFP por sacar fotocopias a los libros so pretexto de derechos de autor. Y no. Quien quiera ver en esta actividad un acto comercializable se equivoca.
En México el debate que rodea la RIEMS lleva un camino andado. La lucha contra la implícita desaparición de las disciplinas filosóficas detona fibras sensibles sobre las concepciones de la educación media superior. De consolidarse no representaría sólo un ajuste al programa educativo, sino sería el principio de la extinción de la carrera en las universidades públicas y privadas. Muchos jóvenes deciden en esta etapa de sus vidas su futuro profesional. Pocos optan por la odisea filosófica. Aun así, son los que generación tras generación nutren las aulas interesados en aleccionarse en la mayéutica. De tal manera se renueva el ciclo.
Si hoy se piden cuentas a la disciplina sobre su utilidad es por lo poco que se han interesado en informarse los especialistas en hacer programas y perfiles de plan de estudios. Efectivamente, hay casos en los que lógica, estética y ética no han derivado resultados entre los alumnos. Y es justo decir que es por la incapacidad de los colegios o universidades para destinar sus cursos a especialistas del ramo y poner a cualquier verborreico a cubrir el módulo, sin cerciorarse que sea un filósofo. La filosofía es una herramienta básica de comprensión y crítica de “lo real”.
Todos la ejercitamos día a día conscientes o no de su uso. La elección ética, el modelaje de argumentos, la apreciación estética en un museo, la evaluación de los hechos observables, la fundamentación del conocimiento, la identidad personal o cultural, en fin, hasta las teorías detrás de la política, aunque dé pena decirlo, están ancladas a sistemas filosóficos concretos. La vida entera, pues, tiene su efecto reflexivo supeditado el ejercicio filosófico y no contar con las herramientas básicas que la docencia otorga al joven es optar de entrada por la cicuta, sin percibir tan siquiera lo sustancial de la elección. Hace dos mil años se ejecutó al viejo, hoy no privemos al mundo de su legado.
El final de esta historia es legendario. Sócrates fue llevado a juicio político por el gobierno ateniense por un cargo que hoy sería equivalente a la peligrosidad social. Se le acusó de impiedad contra los dioses por su constante cuestionamiento de las tradiciones, pero en realidad se le imputaba el arengar a los futuros ciudadanos a la crítica y el pensamiento subversivo. Le dieron a beber cicuta, como pena capital, y murió.
Ése es el hito que funda la conciencia de cada filósofo cuando comienza su formación. Todos partimos del referente de la enseñanza a los jóvenes, de la divulgación en las plazas y vida cotidiana y del diálogo con todo tipo de especialistas. Hoy, tal ejercicio es censurado de nuevo. Otra vez se mide con tientos los alcances del pensamiento crítico y se censura su utilidad pronosticando lo mismo de siempre, el fin la filosofía como disciplina académica o profesión.
Dos eventos claramente anuncian este acotamiento en México y Latinoamérica. Uno es el conocido caso de la RIEMS (Reforma de la Educación Media Superior de la SEP). Donde se ha diagnosticado a las disciplinas filosóficas como no aptas para la competencia en las áreas que se piensan desarrollar en su programa: Matemática, Ciencias Experimentales, Ciencias Sociales y Comunicación. La otra es la encarcelación en Argentina de un maestro universitario que dedicó diez años de su vida a ordenar y mantener tres sitios web con textos indispensables para la divulgación de la filosofía de tres grandes pensadores: Nietzsche, Heidegger y Derrida.
Aunque son casos distintos, ambos están ligados a un mismo problema. Existe algo de la actividad filosófica que cuando se comunica se entiende como inoperante, ociosa, sinsentido, arcaica o, simplemente, incompetente. Sus móviles fueron motivados por un rumor del sentido común de esta nuestra vida moderna, o posmoderna: ¿la filosofía sirve para algo?
No nos hagamos. Los filósofos sabemos que detrás de nuestra decisión de haber escogido esta carrera como nuestra vocación hubo una tempestad de comentarios despectivos al respecto. El clásico “te vas a morir de hambre” retumbó detrás de nuestras orejas cuando notificamos a amigos y familiares que lo nuestro esa dedicarse a la filosofía. Tampoco somos sordos o ciegos. La imagen que actualmente se tiene de un filósofo es el clásico vaguito coyoacanense que fuma hierbas psicotrópicas y deambula por cierto rincón de CU denominado “Las islas”. Partiendo de estos prejuicios, la filosofía en los países latinoamericanos padece de un efecto de separación entre las profesiones útiles a la sociedad y las que son meros pasatiempos o lujos de ciertas clases sociales. ¿Qué sucede? ¿Está el mundo contemporáneo destinado a despojarse de su arcaico “buen ocio”? Para qué filosofar, pues.
El argentino Horacio Potel está ahora en prisión luego de que distintas casas editoriales francesas respaldadas por instituciones argentinas dictaminan que el uso de sus textos en las páginas de internet es ilegal. El maestro en filosofía está ahora encarcelado. Paga su crimen como un delincuente que asesina, secuestra o extorsiona debería hacerlo, aunque muchos de ellos estén en las calles. Potel explica, como muchos otros sitios de la red, que su material conforma una biblioteca virtual a disposición de todo público. Su mejor argumento son los precios alucinantes que cada uno de los libros, sobre todo de Derrida, alcanzan en las librerías. Estos sitios, aún se conserva “Nietzsche en castellano”, son, o eran, indispensables para la comunidad filosófica latina.
El caso es que Potel fue arrestado, su material borrado del sitio, su servidor decomisado y su casa puesta en custodia. El acto es hacer de la filosofía un lugar de libre acceso. Reconocer su incapacidad para lucrar con ella. Entonces las librerías renegaron de esto y se llevaron a Potel. Como si una biblioteca fuera tomada por la PFP por sacar fotocopias a los libros so pretexto de derechos de autor. Y no. Quien quiera ver en esta actividad un acto comercializable se equivoca.
En México el debate que rodea la RIEMS lleva un camino andado. La lucha contra la implícita desaparición de las disciplinas filosóficas detona fibras sensibles sobre las concepciones de la educación media superior. De consolidarse no representaría sólo un ajuste al programa educativo, sino sería el principio de la extinción de la carrera en las universidades públicas y privadas. Muchos jóvenes deciden en esta etapa de sus vidas su futuro profesional. Pocos optan por la odisea filosófica. Aun así, son los que generación tras generación nutren las aulas interesados en aleccionarse en la mayéutica. De tal manera se renueva el ciclo.
Si hoy se piden cuentas a la disciplina sobre su utilidad es por lo poco que se han interesado en informarse los especialistas en hacer programas y perfiles de plan de estudios. Efectivamente, hay casos en los que lógica, estética y ética no han derivado resultados entre los alumnos. Y es justo decir que es por la incapacidad de los colegios o universidades para destinar sus cursos a especialistas del ramo y poner a cualquier verborreico a cubrir el módulo, sin cerciorarse que sea un filósofo. La filosofía es una herramienta básica de comprensión y crítica de “lo real”.
Todos la ejercitamos día a día conscientes o no de su uso. La elección ética, el modelaje de argumentos, la apreciación estética en un museo, la evaluación de los hechos observables, la fundamentación del conocimiento, la identidad personal o cultural, en fin, hasta las teorías detrás de la política, aunque dé pena decirlo, están ancladas a sistemas filosóficos concretos. La vida entera, pues, tiene su efecto reflexivo supeditado el ejercicio filosófico y no contar con las herramientas básicas que la docencia otorga al joven es optar de entrada por la cicuta, sin percibir tan siquiera lo sustancial de la elección. Hace dos mil años se ejecutó al viejo, hoy no privemos al mundo de su legado.
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U.I.O.G.D.
Para que en todas las cosas, sea Dios glorificado...
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