Leyenda del Santo Grial (1)
René Guénon
En uno de sus últimos artículos (“Regnabit”, junio de 1925) (2), L. Charbonneau-Lassay señala con mucha razón, como vinculada a lo que podría llamarse la "prehistoria del Corazón eucarístico de Jesús" la leyenda del Santo Grial, escrita en el siglo XII, pero muy anterior por sus orígenes, puesto que es –en realidad-, una adaptación cristiana de muy antiguas tradiciones celtas. La idea de esta vinculación ya se nos había ocurrido con motivo del articulo anterior, extremadamente interesante desde el punto de vista en que nos colocamos, intitulado "Le Coeur humain et la notion du Coeur de Dieu dans la religion de l'ancienne Égypte" (El Corazón humano y la noción del Corazón de Dios en la religión del antiguo Egipto. Nota del Blog), noviembre de 1924 (2), del cual recordaremos el siguiente pasaje:
“En los jeroglíficos, escritura sagrada donde a menudo la imagen de la cosa representa la palabra misma que la designa, el corazón no fue, empero, figurado sino por un emblema: el vaso. El corazón del hombre, ¿no es, en efecto, el vaso en que su vida se elabora continuamente con su sangre?”
“¡Oh, corazón mío, no permanezcas como testigo en mi contra. No me contradigas ante los jueces. No actúes contra mi ante los Dioses. No seas mi enemigo en presencia de Anubis, guardián de la balanza.” (Libro de los Muertos)
(Vid.: http://hornebu.googlepages.com/egipto ).
El hieroglifo egipcio del corazón -ieb-, representado (imagen inferior) como un amuleto que se llevaba en prevención de una buena muerte y como hieroglifo (imagen superior) que muestra analogía gráfica y fonética entre "crátera" o "vasija de vino" -iep- y corazón -ieb.
Efectivamente, el Santo Grial es la copa que contiene la Preciosa Sangre de Cristo, y que, incluso, la contiene dos veces, ya que sirvió primero para la Cena y después José de Arimatea recogió en él la sangre y el agua que manaban de la herida abierta por la lanza del centurión en el costado del Redentor. Tal copa sustituye, pues, en cierto modo, al Corazón de Cristo como receptáculo de su sangre, toma –por así decirlo– el lugar de aquél, y se convierte en un como equivalente simbólico: ¿y no es más notable aún, en tales condiciones, que el vaso haya sido ya antiguamente un emblema del corazón?
Por otra parte, la copa –en una u otra forma–, desempeña, al igual que el corazón mismo, un papel muy importante en muchas tradiciones antiguas; y sin duda era así particularmente entre los celtas, puesto que de éstos procede lo que constituyó el fondo mismo, o por lo menos la trama, de la leyenda del Santo Grial.
Es lamentable que no pueda apenas saberse con precisión cuál era la forma de esta tradición con anterioridad al Cristianismo, lo que, por lo demás, ocurre con todo lo que concierne a las doctrinas celtas, para las cuales la enseñanza oral fue siempre el único modo de transmisión utilizado; pero hay, por otra parte, concordancia suficiente para poder al menos estar seguros sobre el sentido de los principales símbolos que figuraban en ella, y esto es, en suma, lo más esencial.
Pero volvamos a la leyenda en la forma en que nos ha llegado; lo que dice sobre el origen mismo del Grial es muy digno de atención: esa copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer en el momento de su caída. Esta esmeralda recuerda, de modo notable, la urnâ, perla frontal que, en la iconografía hindú, ocupa a menudo el lugar del tercer ojo de Shiva, representando lo que puede llamarse el "sentido de la eternidad". Esta relación nos parece más adecuada que cualquier otra para esclarecer perfectamente el simbolismo del Grial; y hasta puede captarse en ello una vinculación más con el corazón que –para la tradición hindú como para muchas otras, pero quizá todavía más claramente–, es el centro del ser integral, y al cual, por consiguiente, ese "sentido de la eternidad" debe ser directamente vinculado.
Se dice luego que el Grial fue confiado a Adán en el Paraíso Terrenal, pero que, a raíz de su caída, Adán lo perdió a su vez, pues no pudo llevarlo consigo cuando fue expulsado del Edén; y esto también se hace bien claro con el sentido que acabamos de indicar. El hombre, apartado de su centro original por su propia culpa, se encontraba en adelante encerrado en la esfera temporal; no podía ya recobrar el punto único desde el cual todas las cosas se contemplan bajo el aspecto de la eternidad. El Paraíso Terrenal, en efecto, era verdaderamente el “Centro del Mundo” asimilado simbólicamente en todas partes al Corazón divino; ¿y no cabe decir que Adán, en tanto estuvo en el Edén, vivía verdaderamente en el Corazón de Dios?
Lo que sigue es más enigmático: Set (tercer hijo de Adán y Eva, nacido después de matar Caín a Abel. N. del Blog) logró entrar en el Paraíso Terrenal y pudo así recuperar el precioso vaso; ahora bien: Set es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre mismo expresa las ideas de fundamento y estabilidad, y anuncia de algún modo la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces, por lo menos una restauración parcial, en el sentido de que Set y los que después de él poseyeron el Grial podían por eso mismo establecer, en algún lugar de la tierra, un centro espiritual que era como una imagen del Paraíso perdido.
La leyenda, por otra parte, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo se aseguró su transmisión; pero el origen celta que se le reconoce debe probablemente dejar comprender que los Druidas tuvieron una parte de ello y deben contarse entre los conservadores regulares de la Tradición Primordial.
¿No muestra esto suficientemente que el Grial, o lo que está así representado, tenía ya, con anterioridad al Cristianismo, y aun a todo tiempo, un vínculo de los más estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir, con la manifestación, virtual o real según las edades, pero siempre presente, del Verbo Eterno en el seno de la humanidad terrestre?
Crucifixión: José de Arimatea recibe la Sangre del Señor en el Cáliz de Madera usado por el Señor en su Cena Mística. (Miniatura medieval en la Británica MS Add 10292).
Después de la muerte de Cristo, el Santo Graal (variante de la palabra Grial. Nota del Blog), según la leyenda, fue llevado a la Gran Bretaña por José de Arimatea y Nicodemo; comienza entonces a desarrollarse la historia de los Caballeros de la Tabla Redonda y sus hazañas, que no es nuestra intención seguir aquí.
La Tabla (o Mesa) Redonda estaba destinada a recibir al Grial cuando uno de sus caballeros lograra conquistarlo y transportarlo de Gran Bretaña a Armórica; y la Tabla (o Mesa) es también un símbolo verosímilmente muy antiguo, uno de aquellos que fueron asociados a la idea de esos centros espirituales a que acabamos de aludir.
(Armórica es el nombre con que se refieren los escritores romanos a la costa noroeste francesa, entre Pornic –cerca de Nantes-- y Dieppe, llamada luego Normandía. Nota del Blog).
La forma circular de la mesa está, además, vinculada con el “ciclo zodiacal” (otro símbolo que merecería estudiarse más especialmente) por la presencia en torno de ella de doce personajes principales, particularidad que se encuentra en la constitución de todos los centros de que se trata. Siendo así, ¿no puede verse en el número de los doce Apóstoles una señal, entre multitud de otras, de la perfecta conformidad del Cristianismo con la tradición primordial, a la cual el nombre de “pre-cristianismo” convendría tan exactamente?
Galahad contempla extasiado la visión del Santo Cáliz, escoltado por angélicas huestes. (Frederick Judd Waugh (1861-1940): El Caballero del Santo Grial).
Naturalmente, estas notas demasiado rápidas no podrían pretender constituirse en un estudio completo acerca de cuestión tan poco conocida; debemos limitarnos por el momento a ofrecer simples indicaciones, y nos damos clara cuenta de que hay en ellas consideraciones que, al principio, son susceptibles de sorprender un tanto a quienes no están familiarizados con las tradiciones antiguas y sus modos habituales de expresión simbólica; pero nos reservamos el desarrollarlas y justificarlas con más amplitud posteriormente, en artículos en que pensamos poder encarar además muchos otros puntos no menos dignos de interés.
Entre tanto, mencionaremos aún, en lo que concierne a la leyenda del Santo Graal, una extraña complicación que hasta ahora no hemos tomado en cuenta: por una de esas asimilaciones verbales que a menudo desempeñan en el simbolismo un papel no desdeñable y que, por otra parte, tienen quizá razones más profundas de lo que se imaginaría a primera vista, el Graal es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale). En ciertas versiones, ambos sentidos se encuentran incluso estrechamente vinculados, pues el libro viene a ser entonces una inscripción trazada por Cristo o por un ángel en la copa misma. No nos proponemos actualmente extraer de ello ninguna conclusión, bien que sea fácil establecer relaciones con el “Libro de Vida” y ciertos elementos del simbolismo apocalíptico.
Agreguemos también que la leyenda asocia al Graal otros objetos, especialmente una lanza, la cual –en la adaptación cristiana– no es sino la lanza del centurión Longino; pero lo más curioso es la preexistencia de esa lanza o de alguno de sus equivalentes como símbolo –en cierto modo complementario– de la copa en las tradiciones antiguas. Por otra parte, entre los griegos, se consideraba que la lanza de Aquiles curaba las heridas por ella causadas; la leyenda medieval atribuye precisamente la misma virtud a la lanza de la Pasión. Y esto nos recuerda otra similitud del mismo género: en el mito de Adonis (cuyo nombre, por lo demás, significa "el Señor''), cuando el héroe es mortalmente herido por el colmillo de un jabalí (colmillo que sustituye aquí a la lanza), su sangre, vertiéndose en tierra, da nacimiento a una flor; pues bien: L. Charbonneau ha señalado en “Regnabit” (enero de 1925):
La Santa Lanza: Un título en griego da cuenta del nombre de Longinos, el soldado que -de acuerdo a la leyenda tradicional-, traspasó el costado y el corazón del Divino Maestro.“…un hierro para hostias, del siglo XII, donde se ve la sangre de las llagas del Crucificado caer en gotitas que se transforman en rosas, y el vitral del siglo XIII de la catedral de Angers, donde la sangre divina, fluyendo en arroyuelos, se expande también en forma de rosas".
(Védico se refiere a los Vedas, libros sagrados del hinduísmo, y mazdeo al Mazdeísmo o religión persa fundada por Zoroastro en el s. VI a.C. N. del Blog).
Uno de los símbolos a que queremos referirnos, es el triángulo con el vértice hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el "triángulo del corazón" es expresión corriente en las tradiciones orientales.
Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la figuración del corazón inscrito en un triángulo así dispuesto no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto hermetismo cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo (véase “Regnabit”, agosto-septiembre de 1924), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal (*) ; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos fases opuestas.
(Sería interesante verificar si el sentido atribuido al triángulo invertido --interpretación a la que Guénon llama "blasfema" en su apunte de 1924--, pudiera referirse a la homosexualidad --en la década siguiente, Hitler usaría esa divisa para estigmatizr--, o bien, más probablemente, se refiriera a la feminidad de María Magdalena, como receptáculo de una supuesta progenie de Jesús, tema muy antiguo, pese a ser tratado popularmente apenas hasta el siglo XXI en las novelas de Dan Brown. N. del Blog).
La serpiente, por ejemplo, y también el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se comprenderá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima atención cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos emblemas y traducirlo correctamente.
El simbolismo floral del Grial: la Rosa
Otro símbolo que con frecuencia equivale al de la copa, es un símbolo floral: la flor, en efecto, ¿no evoca por su forma la idea de un “receptáculo”, y no se habla del “cáliz” de una flor? En Oriente, la flor simbólica por excelencia es el loto; en Occidente, la rosa desempeña lo más a menudo ese mismo papel. Por supuesto, no queremos decir que sea ésa la única significación de esta última, ni tampoco la del loto, puesto que, al contrario, nosotros mismos habíamos antes indicado otra; pero nos inclinaríamos a verla en el diseño bordado sobre ese canon de altar de la Abadía de Fontevrault (“Regnabit”, enero de 1925, figura página 106), donde la rosa está situada al pie de una lanza, a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esta rosa aparece allí asociada a la lanza exactamente como la copa lo está en otras partes, y parece en efecto recoger las gotas de sangre más bien que provenir de la transformación de una de ellas; pero, por lo demás, las dos significaciones se complementan más bien que se oponen, pues esas gotas, al caer sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrir. Es la “rosa celeste”, según la figura tan frecuentemente empleada en relación con la idea de la Redención, o con las ideas conexas de regeneración y, de resurrección; pero esto exigiría aún largas explicaciones, aun cuando nos limitáramos a destacar la concordancia de las diversas tradiciones con respecto a este otro símbolo.
Por otra parte, ya que se ha hablado de la Rosa-Cruz con motivo del sello de Lutero (enero de 1925) (4), diremos que este emblema hermético fue –al comienzo– específicamente cristiano, cualesquiera fueren las falsas interpretaciones más o menos “naturalistas” que le han sido dadas desde el siglo XVIII; y ¿no es notable que en ella la rosa ocupe, en el centro de la cruz, el lugar mismo del Sagrado Corazón? Aparte de las representaciones en que las cinco llagas del Crucificado se figuran por otras tantas rosas, la rosa central, cuando está sola, puede muy bien identificarse con el Corazón mismo, con el vaso que contiene la sangre, que es el centro de la vida y también el centro del ser total.
"El corazón del cristiano camina sobre rosas si está por completo bajo la cruz": Martín Lutero.
Rosa-Cruz del sello heráldico personal de Lutero, diseñado por Lazarus Spengler bajo indicaciones del Reformador alemán, y otorgado por el Príncipe Federico el Sabio de Sajonia y usado por el Luteranismo mundial. La cruz negra representa a Cristo y la vida del cristiano; la rosa blanca, la pureza en Cristo; el fondo azul celeste, la esperanza del cielo, y el nimbo dorado, la Vida Eterna.
Hay aún por lo menos otro equivalente simbólico de la copa: la media luna; pero ésta, para ser explicada convenientemente, exigiría desarrollos que estarían enteramente fuera del tema del presente estudio; no lo mencionamos, pues, sino para no descuidar enteramente ningún aspecto de la cuestión.
De todas las relaciones que acabamos de señalar, extraeremos ya una consecuencia que esperamos poder hacer aún más manifiesta ulteriormente: cuando por todas partes se encuentran tales concordancias, ¿no es ello algo más que un simple indicio de la existencia de una tradición primordial? Y ¿cómo explicar que, con la mayor frecuencia, aquellos mismos que se creen obligados a admitir en principio esa tradición primordial no piensen más en ella y razonen de hecho exactamente como si no hubiera jamás existido, o por lo menos como si nada se hubiese conservado en el curso de los siglos? Si se detiene uno a reflexionar sobre lo que hay de anormal en tal actitud, estará quizá menos dispuesto a asombrarse de ciertas consideraciones que, en verdad, no parecen extrañas sino en virtud de los hábitos mentales propios de nuestra época.
Por otra parte, basta indagar un poco, a condición de hacerlo sin prejuicio, para descubrir por todas partes las marcas de esa unidad doctrinal esencial, la conciencia de la cual ha podido a veces oscurecerse en la humanidad, pero que nunca ha desaparecido enteramente; y, a medida que se avanza en esa investigación, los puntos de comparación se multiplican como de por sí, y a cada instante aparecen más pruebas; por cierto, el Quaerite et invenietis del Evangelio no es palabra vana.
(Quaerite et invenietis: “Buscad y encontraréis” N. del Blog)
Arriba: As de Copas de un Tarot mameluco del s. XIV. Los mamelucos eran una casta de ex-esclavos mercenarios turcos, entronizados en Egipto (ca. 1250-1517) y muy influyentes hasta 1811. En este, como en otros sistemas simbólicos, la copa es el signo de la pasiva receptividad de lo humano hacia lo divino, o de la comunión de lo humano con lo divino.
NOTAS:
(1). Publicado en “Regnabit”, agosto-septiembre de 1925. Recopilado, sin el addendum aparecido en el nº de diciembre, en Aperçus sur l´Esoterisme Chrétien, (Apreciaciones sobre el Esoterismo Cristiano) capítulo IX de la 2ª parte y, con la adición incluida, en Symboles de la Science Sacrée, (Símbolos de la Ciencia Sagrada) III.
(2). Véase "Regnabit", junio de 1925: “Iconographie ancienne du Coeur de Jésus” (Iconografía antigua del Corazón de Jesús).
(3). Cf. Charbonneau- Lassay, Le Bestiaire du Christ, (Bestiario de Cristo) cap. X, pág. 95 (N. Del T.).
(4). "Regnabit", enero de 1925, artículo de Charbonneau-Lassay, “A propos de la rose emblématique de Martin Luther” (N. del T.). (A propósito de la rosa emblemática de Martín Lutero).
(*). Nota del Blog: Parece oportuno citar al propio Guénon en su texto "El Ojo que lo ve Todo", junto con la cita que pone a pie de página:
"...la forma del triángulo invertido no es sino el esquema geométrico del corazón (10); el ojo que está en su centro es entonces, propiamente, el "ojo del corazón" ('aynu-l-qalb en el esoterismo islámico), con todas las significaciones que implica. Además, conviene agregar que por eso, según otra conocida expresión, se trata del corazón "abierto" (el-qalbu-l-maftùh); esta abertura, ojo o yod, puede ser figurada simbólicamente como una 'herida' ...
(10). En árabe, "corazón" se dice qalb, e "invertido" se dice maqlûb, palabra derivada de la misma raíz. "
U.I.O.G.D.