PROCESO, 19 ABRIL
El Papa falible
JORGE GUTIÉRREZ CHÁVEZ La imagen no pertenece al artículo.
El Papa falible
JORGE GUTIÉRREZ CHÁVEZ La imagen no pertenece al artículo.
En cuatro años de pontificado, los cuales se cumplen este domingo 19, Benedicto XVI ha tomado decisiones o hecho declaraciones “desafortunadas” que le han provocado problemas políticos y diplomáticos. Si bien ha tenido que rectificar en varias ocasiones, una carta que difundió el pasado 12 de marzo –en la que explica su polémica decisión de revocar la excomunión a cuatro obispos cismáticos, uno de ellos Richard Williamson, quien niega el Holocausto– refleja su aislamiento y las divisiones que existen en el Vaticano.
ROMA.- “Me entristece que también los católicos hayan pensado en que deberían herirme con una hostilidad dispuesta al ataque”, se quejó el Papa Benedicto XVI en una carta que el pasado 12 de marzo envió a los obispos de la Iglesia católica.
Y lamentó: “Desgraciadamente, este ‘morder y devorar’ existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada”.
De esa manera, Benedicto XVI reconoció por escrito que es cuestionado desde el seno mismo de la Iglesia. Algunos expertos en el tema interpretaron de inmediato que el pontífice se encuentra aislado y su liderazgo en problemas.
Por ejemplo, el periodista Marco Politi, uno de los principales vaticanólogos, escribió el 31 de marzo en el diario La Repubblica que el inédito “fuego amigo” se debe a que “Benedicto XVI está solo porque no toma en cuenta los consejos de sus colaboradores dentro y fuera de la Santa Sede”.
Benedicto XVI justifica en la misiva las razones por las que revocó la excomunión que Juan Pablo II impuso en 1998 contra Richard Williamson, quien niega el Holocausto, y contra otros tres obispos de la Fraternidad San Pío X, congregación fundada por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre.
De hecho, es la primera vez que un Papa justifica una de sus decisiones. Joseph Ratzinger firmó tal revocación el pasado 21 de enero, el mismo día que Williamson concedió una entrevista a la televisora sueca STV en la que insistió en negar el Holocausto. El Vaticano difundió el documento de la revocación el 24 de enero, tres días antes de que se realizara la Jornada de la Memoria, la cual recuerda el exterminio de 6 millones de judíos cometido por los nazis. Fue, en los hechos, una especie de provocación. Declaraciones “desafortunadas” No es la primera vez que Benedicto XVI comete ese tipo de errores. Durante sus cuatro años de papado ha tomado decisiones o hecho declaraciones “desafortunadas” que le han provocado problemas políticos y diplomáticos y ante los cuales se ha visto obligado a rectificar.
El ejemplo más reciente: el pasado 17 de marzo afirmó que la distribución de condones “no resuelve, sino que agrava el problema” del VIH/Sida. Lo dijo cuando se encontraba volando hacia Camerún, país en el que inició una gira por África, continente que concentra a 67% de las personas infectadas con ese virus.
Consternados por la declaración, los gobiernos de Francia, Alemania, Bélgica y España, entre otros, emitieron comunicados de protesta. El de España incluso lo desafió: anunció el envío de 1 millón de preservativos a África.
El Papa dio su primer gran resbalón el 12 de septiembre de 2006. En la conferencia titulada Fe, razón y la universidad: memorias y reflexiones, dictada en la Universidad alemana de Ratisbona, utilizó una cita del emperador Manuel II Paleólogo (1350-1425) que provocó el enojo de los musulmanes.
“Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás sólo cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”, citó Benedicto XVI.
Hubo marchas de protesta en varios países musulmanes y en algunos se quemaron imágenes del Papa. “Benedicto XVI ha perdido su equilibrio mental y moral”, se leía en una manta exhibida por las Hijas de la Fe en su sede de Cachemira, India.
Cinco días después, el 17 de septiembre, el Ejército de los Mujaidines amenazó con realizar un atentado. “Su cruz en el centro de Roma será destruida” y esta ciudad “será conquistada por el ejército de Mahoma y asistirán a la destrucción de su Vaticano”, decía el mensaje del grupo radical. Ello obligó a reforzar la seguridad en el Vaticano y en Castelgandolfo, la casa de descanso del pontífice.
Un día después el Parlamento de Pakistán exigió al Papa una rectificación pública. Y Mohamed VI, rey de Marruecos, protestó oficialmente ante el Vaticano.
El 20 de septiembre, durante una audiencia general en la plaza de San Pedro, Ratzinger argumentó que las frases citadas fueron sacadas de contexto. Ese mismo día Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, intentó aclarar el “malentendido”: dijo que el Papa no tenía “intención de hacer suya la cita” y que en todo caso la usó para “subrayar su rechazo a la violencia religiosa”. Sin respuesta quedó la pregunta clave de este episodio: ¿Por qué entre los miles de ejemplos que tenía a su disposición el Papa eligió la cita antiislámica del emperador bizantino?
El 13 de mayo de 2007, en su discurso ante la V Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida, Brasil, Benedicto XVI volvió a desconcertar al mundo. Dijo que la evangelización de América “no supuso una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición”. Laicos y católicos reaccionaron de inmediato. El Papa, dijeron, no sólo borró el perdón que Juan Pablo II pidió en 1992 “por los errores cometidos en la evangelización del Continente Americano”, sino que cambió la historia misma de la región.
“Negar la imposición de la religión católica como mecanismo de dominación hacia los pueblos indígenas es negar la historia”, observó al día siguiente el sacerdote Luis Evelis Andrade, presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia.
“Si España y el Vaticano no pueden resarcirnos por el monstruoso genocidio, el Papa debería al menos reconocer el error cometido”, expuso la Confederación de Pueblos Kichwa de Ecuador en una carta dirigida al pontífice.
Igualmente incisivo fue el presidente venezolano Hugo Chávez. En un discurso pronunciado el 16 de mayo señaló que el Papa no podía “venir a nuestra tierra a negar el holocausto aborigen”, y dijo que “como jefe de Estado le rogaba a Su Santidad que ofrezca disculpas a los pueblos de América”.
A su regreso a Roma, Benedicto XVI rectificó parcialmente sus palabras: “No se pueden ignorar las sombras de la evangelización en Latinoamérica ni los sufrimientos y las injusticias infligidas a sus poblaciones, muchas veces pisoteadas en sus derechos más fundamentales”, dijo en una audiencia celebrada el 23 de mayo. Pero expresó que esos crímenes no debían “impedir reconocer con gratitud la maravillosa obra realizada entre aquellas poblaciones”.
La carta
Más polémica aún fue su decisión de revocar la excomunión que Juan Pablo II impuso a Richard Williamson, Bernard Feilla, Bernard Tissier de Mallerais y Alfonso de la Gallatera, miembros de la organización ultraconservadora de la Fraternidad San Pío X, ordenados como obispos por su líder, el arzobispo Marcel Lefebvre, quien no contaba con el mandato del Vaticano. Lefebvre –quien murió en 1991– fue acusado de “cismático” debido a su oposición a aplicar las reformas doctrinales y disciplinarias introducidas en la Iglesia católica tras el Concilio Vaticano II.
La Congregación de Obispos emitió tal revocación a la excomunión en el decreto 126/2009 emitido el pasado 21 de enero. El propósito: “estabilizar” a dicha Fraternidad –que cuenta con 491 sacerdotes, 215 seminaristas, seis seminarios, 88 escuelas y dos universidades– e impulsar su “pronta comunión” con la Iglesia católica.
Pero justo ese día, uno de los obispos, el inglés Richard Williamson, reiteró a la televisión sueca STV que no creía que hubieran muerto 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial –sus cálculos son de 200 mil a 300 mil– y puso en duda la existencia de cámara de gases en los campos de exterminio nazis.
Estalló el escándalo.
El gobierno de Israel presentó una protesta diplomática ante el Vaticano, y Abraham Forman, presidente de la Liga Antidifamatoria –principal organización que lucha contra el antisemitismo– envió al cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, una carta en la que expresa su oposición a cualquier evento de reintegración del obispo Williamson.
Los dirigentes de la Fraternidad San Pío X pidieron a Benedicto XVI que perdonara a Williamson. El 30 de enero él mismo envió una carta al Papa en la que pidió disculpas por “los innecesarios y penosos problemas” que causaron sus “imprudentes” declaraciones.
Pero el daño estaba hecho.
El 1 de febrero el obispo alemán Gebhard Fuerst dijo que la medida “mina la unidad de la Iglesia, una de las obligaciones del Papa y de los obispos”. Ese mismo día Angela Merkel, jefa del gobierno alemán, pidió al Papa decir “claramente que el Holocausto no puede ser negado”. Y el 4 de febrero el fiscal alemán Guenther Ruckdaeschel anunció que iniciaría una investigación legal debido a que la entrevista se produjo en Alemania, país en el que negar el Holocausto es considerado un delito que puede ser sancionado con cinco años de prisión.
Cuatro días después, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X relevó a Williamson de su cargo como director del seminario en La Reja, Buenos Aires, y el editor de la revista Newsweek, Sergio Szpolski, presentó en Estados Unidos una denuncia penal contra el obispo por “apología del delito”. El 20 de febrero, Florentino Randazzo, ministro del Interior de Argentina, pidió al polémico obispo que dejara el país o de lo contrario sería expulsado. Cuatro días después Williamson abandonó ese país del Cono Sur.
Todo ello motivó que el Papa Benedicto XVI emitiera la carta dirigida a los obispos católicos para explicar su decisión sobre la revocación de la excomunión de los cuatro obispos “lefebvristas”.
Escribió: “Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del concilio (...)”.
Añadió: “Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente”.
Explicó que la revocación de la excomunión tiene como fin, el “arrepentimiento” de los obispos mencionados, “la reconciliación” con esa fraternidad y “su retorno” al seno de la Iglesia. Señaló que “ese gesto era posible después de que los interesados reconocieron en línea de principio al Papa y su potestad de pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del concilio”.
Y dictaminó: “Hasta que las cuestiones relativas con la doctrina no se aclaren (con la Fraternidad San Pío X), ésta no tienen ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante que hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia”. El problema es que la sustancia de la misiva ya no era ésta, sino la amargura de un pontífice que se siente abandonado y agredido por sus propios correligionarios.
En una de sus partes señala que si el Vaticano hubiera seguido las noticias por Internet, hubiera conocido a tiempo la entrevista de Williamson y se hubiera evitado el escándalo. “De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede debemos prestar más atención a esta fuente de noticias”, escribió. Reprochó: “Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado en herirme con una hostilidad dispuesta al ataque”.
Y más: “Pero desgraciadamente este ‘morder y devorar’ existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada”. Los vaticanólogos interpretaron en esas líneas que el Papa enfrentaba en soledad los problemas, que existían divisiones en la Curia Romana e, incluso, un posible complot de los allegados al pontífice.
Andrea Tornielli, quizá el analista más cercano al Vaticano, escribió el 4 febrero en Il Giornale que la entrevista a Williamson habría sido “orquestada” por personas que “querían poner en dificultad al Papa” y que éstas habrían contado con ayuda desde dentro del Vaticano.
Tornielli retomó el tema el día 26 de febrero. Especuló: “En la Santa Sede hay quien está convencido que se está jugando una ‘batalla’ más vasta y profunda” y lo sucedido ha “reforzado a quienes no perdonan a Benedicto XVI por haberse trasformado en Papa”.
Previamente, el día 14, Sandro Magister, vaticanólogo del diario L’Espresso, afirmó que la revocación había sido “un desastre de gobierno y de comunicación”, y que en este caso Benedicto XVI se encontró prácticamente solo.
“A pesar de sus 20 años en el Vaticano, Ratzinger no conoce la curia. Como antes, también hoy está encerrado en su estudio. Es un teólogo, no un hombre de gobierno. La mitad del día se ocupa de la Iglesia y la otra de sus escritos”, comentó a Proceso un prelado que prefirió el anonimato.
El teólogo disidente Hans Küng, viejo conocido de Benedicto XVI, declaró ante la televisión suiza: “El pontífice vive en su mundo. Está alejado de los hombres. No ve los problemas de los fieles, como la moral sexual y la contracepción”. Agregó que la Iglesia estaba en crisis y que esperaba que “el Papa lo reconozca dando pasos de reconciliación con los fieles progresistas. Pero Benedicto no ve el mundo real, ve sólo el mundo vaticano”, precisó. Esta supuesta soledad “me hace reír”, comentó Benedicto XVI el pasado 17 de marzo, al mismo tiempo que el cardenal Bertone subrayó que el Papa “sentía cotidianamente la solidaridad de sus más cercanos colaboradores”.
ROMA.- “Me entristece que también los católicos hayan pensado en que deberían herirme con una hostilidad dispuesta al ataque”, se quejó el Papa Benedicto XVI en una carta que el pasado 12 de marzo envió a los obispos de la Iglesia católica.
Y lamentó: “Desgraciadamente, este ‘morder y devorar’ existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada”.
De esa manera, Benedicto XVI reconoció por escrito que es cuestionado desde el seno mismo de la Iglesia. Algunos expertos en el tema interpretaron de inmediato que el pontífice se encuentra aislado y su liderazgo en problemas.
Por ejemplo, el periodista Marco Politi, uno de los principales vaticanólogos, escribió el 31 de marzo en el diario La Repubblica que el inédito “fuego amigo” se debe a que “Benedicto XVI está solo porque no toma en cuenta los consejos de sus colaboradores dentro y fuera de la Santa Sede”.
Benedicto XVI justifica en la misiva las razones por las que revocó la excomunión que Juan Pablo II impuso en 1998 contra Richard Williamson, quien niega el Holocausto, y contra otros tres obispos de la Fraternidad San Pío X, congregación fundada por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre.
De hecho, es la primera vez que un Papa justifica una de sus decisiones. Joseph Ratzinger firmó tal revocación el pasado 21 de enero, el mismo día que Williamson concedió una entrevista a la televisora sueca STV en la que insistió en negar el Holocausto. El Vaticano difundió el documento de la revocación el 24 de enero, tres días antes de que se realizara la Jornada de la Memoria, la cual recuerda el exterminio de 6 millones de judíos cometido por los nazis. Fue, en los hechos, una especie de provocación. Declaraciones “desafortunadas” No es la primera vez que Benedicto XVI comete ese tipo de errores. Durante sus cuatro años de papado ha tomado decisiones o hecho declaraciones “desafortunadas” que le han provocado problemas políticos y diplomáticos y ante los cuales se ha visto obligado a rectificar.
El ejemplo más reciente: el pasado 17 de marzo afirmó que la distribución de condones “no resuelve, sino que agrava el problema” del VIH/Sida. Lo dijo cuando se encontraba volando hacia Camerún, país en el que inició una gira por África, continente que concentra a 67% de las personas infectadas con ese virus.
Consternados por la declaración, los gobiernos de Francia, Alemania, Bélgica y España, entre otros, emitieron comunicados de protesta. El de España incluso lo desafió: anunció el envío de 1 millón de preservativos a África.
El Papa dio su primer gran resbalón el 12 de septiembre de 2006. En la conferencia titulada Fe, razón y la universidad: memorias y reflexiones, dictada en la Universidad alemana de Ratisbona, utilizó una cita del emperador Manuel II Paleólogo (1350-1425) que provocó el enojo de los musulmanes.
“Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás sólo cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”, citó Benedicto XVI.
Hubo marchas de protesta en varios países musulmanes y en algunos se quemaron imágenes del Papa. “Benedicto XVI ha perdido su equilibrio mental y moral”, se leía en una manta exhibida por las Hijas de la Fe en su sede de Cachemira, India.
Cinco días después, el 17 de septiembre, el Ejército de los Mujaidines amenazó con realizar un atentado. “Su cruz en el centro de Roma será destruida” y esta ciudad “será conquistada por el ejército de Mahoma y asistirán a la destrucción de su Vaticano”, decía el mensaje del grupo radical. Ello obligó a reforzar la seguridad en el Vaticano y en Castelgandolfo, la casa de descanso del pontífice.
Un día después el Parlamento de Pakistán exigió al Papa una rectificación pública. Y Mohamed VI, rey de Marruecos, protestó oficialmente ante el Vaticano.
El 20 de septiembre, durante una audiencia general en la plaza de San Pedro, Ratzinger argumentó que las frases citadas fueron sacadas de contexto. Ese mismo día Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, intentó aclarar el “malentendido”: dijo que el Papa no tenía “intención de hacer suya la cita” y que en todo caso la usó para “subrayar su rechazo a la violencia religiosa”. Sin respuesta quedó la pregunta clave de este episodio: ¿Por qué entre los miles de ejemplos que tenía a su disposición el Papa eligió la cita antiislámica del emperador bizantino?
El 13 de mayo de 2007, en su discurso ante la V Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida, Brasil, Benedicto XVI volvió a desconcertar al mundo. Dijo que la evangelización de América “no supuso una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición”. Laicos y católicos reaccionaron de inmediato. El Papa, dijeron, no sólo borró el perdón que Juan Pablo II pidió en 1992 “por los errores cometidos en la evangelización del Continente Americano”, sino que cambió la historia misma de la región.
“Negar la imposición de la religión católica como mecanismo de dominación hacia los pueblos indígenas es negar la historia”, observó al día siguiente el sacerdote Luis Evelis Andrade, presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia.
“Si España y el Vaticano no pueden resarcirnos por el monstruoso genocidio, el Papa debería al menos reconocer el error cometido”, expuso la Confederación de Pueblos Kichwa de Ecuador en una carta dirigida al pontífice.
Igualmente incisivo fue el presidente venezolano Hugo Chávez. En un discurso pronunciado el 16 de mayo señaló que el Papa no podía “venir a nuestra tierra a negar el holocausto aborigen”, y dijo que “como jefe de Estado le rogaba a Su Santidad que ofrezca disculpas a los pueblos de América”.
A su regreso a Roma, Benedicto XVI rectificó parcialmente sus palabras: “No se pueden ignorar las sombras de la evangelización en Latinoamérica ni los sufrimientos y las injusticias infligidas a sus poblaciones, muchas veces pisoteadas en sus derechos más fundamentales”, dijo en una audiencia celebrada el 23 de mayo. Pero expresó que esos crímenes no debían “impedir reconocer con gratitud la maravillosa obra realizada entre aquellas poblaciones”.
La carta
Más polémica aún fue su decisión de revocar la excomunión que Juan Pablo II impuso a Richard Williamson, Bernard Feilla, Bernard Tissier de Mallerais y Alfonso de la Gallatera, miembros de la organización ultraconservadora de la Fraternidad San Pío X, ordenados como obispos por su líder, el arzobispo Marcel Lefebvre, quien no contaba con el mandato del Vaticano. Lefebvre –quien murió en 1991– fue acusado de “cismático” debido a su oposición a aplicar las reformas doctrinales y disciplinarias introducidas en la Iglesia católica tras el Concilio Vaticano II.
La Congregación de Obispos emitió tal revocación a la excomunión en el decreto 126/2009 emitido el pasado 21 de enero. El propósito: “estabilizar” a dicha Fraternidad –que cuenta con 491 sacerdotes, 215 seminaristas, seis seminarios, 88 escuelas y dos universidades– e impulsar su “pronta comunión” con la Iglesia católica.
Pero justo ese día, uno de los obispos, el inglés Richard Williamson, reiteró a la televisión sueca STV que no creía que hubieran muerto 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial –sus cálculos son de 200 mil a 300 mil– y puso en duda la existencia de cámara de gases en los campos de exterminio nazis.
Estalló el escándalo.
El gobierno de Israel presentó una protesta diplomática ante el Vaticano, y Abraham Forman, presidente de la Liga Antidifamatoria –principal organización que lucha contra el antisemitismo– envió al cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, una carta en la que expresa su oposición a cualquier evento de reintegración del obispo Williamson.
Los dirigentes de la Fraternidad San Pío X pidieron a Benedicto XVI que perdonara a Williamson. El 30 de enero él mismo envió una carta al Papa en la que pidió disculpas por “los innecesarios y penosos problemas” que causaron sus “imprudentes” declaraciones.
Pero el daño estaba hecho.
El 1 de febrero el obispo alemán Gebhard Fuerst dijo que la medida “mina la unidad de la Iglesia, una de las obligaciones del Papa y de los obispos”. Ese mismo día Angela Merkel, jefa del gobierno alemán, pidió al Papa decir “claramente que el Holocausto no puede ser negado”. Y el 4 de febrero el fiscal alemán Guenther Ruckdaeschel anunció que iniciaría una investigación legal debido a que la entrevista se produjo en Alemania, país en el que negar el Holocausto es considerado un delito que puede ser sancionado con cinco años de prisión.
Cuatro días después, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X relevó a Williamson de su cargo como director del seminario en La Reja, Buenos Aires, y el editor de la revista Newsweek, Sergio Szpolski, presentó en Estados Unidos una denuncia penal contra el obispo por “apología del delito”. El 20 de febrero, Florentino Randazzo, ministro del Interior de Argentina, pidió al polémico obispo que dejara el país o de lo contrario sería expulsado. Cuatro días después Williamson abandonó ese país del Cono Sur.
Todo ello motivó que el Papa Benedicto XVI emitiera la carta dirigida a los obispos católicos para explicar su decisión sobre la revocación de la excomunión de los cuatro obispos “lefebvristas”.
Escribió: “Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del concilio (...)”.
Añadió: “Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente”.
Explicó que la revocación de la excomunión tiene como fin, el “arrepentimiento” de los obispos mencionados, “la reconciliación” con esa fraternidad y “su retorno” al seno de la Iglesia. Señaló que “ese gesto era posible después de que los interesados reconocieron en línea de principio al Papa y su potestad de pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del concilio”.
Y dictaminó: “Hasta que las cuestiones relativas con la doctrina no se aclaren (con la Fraternidad San Pío X), ésta no tienen ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante que hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia”. El problema es que la sustancia de la misiva ya no era ésta, sino la amargura de un pontífice que se siente abandonado y agredido por sus propios correligionarios.
En una de sus partes señala que si el Vaticano hubiera seguido las noticias por Internet, hubiera conocido a tiempo la entrevista de Williamson y se hubiera evitado el escándalo. “De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede debemos prestar más atención a esta fuente de noticias”, escribió. Reprochó: “Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado en herirme con una hostilidad dispuesta al ataque”.
Y más: “Pero desgraciadamente este ‘morder y devorar’ existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada”. Los vaticanólogos interpretaron en esas líneas que el Papa enfrentaba en soledad los problemas, que existían divisiones en la Curia Romana e, incluso, un posible complot de los allegados al pontífice.
Andrea Tornielli, quizá el analista más cercano al Vaticano, escribió el 4 febrero en Il Giornale que la entrevista a Williamson habría sido “orquestada” por personas que “querían poner en dificultad al Papa” y que éstas habrían contado con ayuda desde dentro del Vaticano.
Tornielli retomó el tema el día 26 de febrero. Especuló: “En la Santa Sede hay quien está convencido que se está jugando una ‘batalla’ más vasta y profunda” y lo sucedido ha “reforzado a quienes no perdonan a Benedicto XVI por haberse trasformado en Papa”.
Previamente, el día 14, Sandro Magister, vaticanólogo del diario L’Espresso, afirmó que la revocación había sido “un desastre de gobierno y de comunicación”, y que en este caso Benedicto XVI se encontró prácticamente solo.
“A pesar de sus 20 años en el Vaticano, Ratzinger no conoce la curia. Como antes, también hoy está encerrado en su estudio. Es un teólogo, no un hombre de gobierno. La mitad del día se ocupa de la Iglesia y la otra de sus escritos”, comentó a Proceso un prelado que prefirió el anonimato.
El teólogo disidente Hans Küng, viejo conocido de Benedicto XVI, declaró ante la televisión suiza: “El pontífice vive en su mundo. Está alejado de los hombres. No ve los problemas de los fieles, como la moral sexual y la contracepción”. Agregó que la Iglesia estaba en crisis y que esperaba que “el Papa lo reconozca dando pasos de reconciliación con los fieles progresistas. Pero Benedicto no ve el mundo real, ve sólo el mundo vaticano”, precisó. Esta supuesta soledad “me hace reír”, comentó Benedicto XVI el pasado 17 de marzo, al mismo tiempo que el cardenal Bertone subrayó que el Papa “sentía cotidianamente la solidaridad de sus más cercanos colaboradores”.
U.I.O.G.D.
Para que en todas las cosas, sea Dios glorificado...
1 comentario:
Lamentable un artículo de Proceso en su blog...no porque sea Proceso, sino porque admitir una versión periodística de esta naturaleza es abdicar a la pretensión hermenéutica y de verdad dándole otorgándolo a un pseudoartículo periodístico reducible a un "corta y pega" que no respeta ni el ABC de la hermenéutica: poner el texto en su contexto...una muestra es la cita de la Conferencia de Ratisbona...si ser anti-dogmático es esto...me quedo en la tibieza bíblica
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