Al parecer se trata de la creación de una prelatura personal para atender a ex-anglicanos -- análogo a lo que es el Opus Dei--, y acabará posicionando a estos ex-anglicanos como a fieles de otro rito (como las Iglesias orientales uniatas). Pero lo grave es que además se haga con la aquiescencia del Arzobispo de Canterbury, y sin que éste haya pedido el concurso de sus hermanos obispos en toda la Comunión Anglicana. Sorprende el Arzobispo Rowan firmando en conjunto con el Primado romano de Inglaterra un documento con una terminología, una eclesiología y un estilo completamente romanos (ratzingerianos) en los que -por ejemplo-, se habla de “Iglesia Católica” –a secas-, para referirse a la Iglesia Católica Romana (los anglicanos nos sabemos miembros de la Santa Iglesia Católica, en general).
La Declaración conjunta, está también en la línea del documento
Dóminus Iesus, que el actual Papa presentara a Juan Pablo II, cuando aquél era Prefecto para la Doctrina de la Fe. En
Dóminus Iesus -muy al contrario del espíritu alegre, abierto y esperanzador del Concilio Vaticano II-, se pone a las iglesias no romanas como simples "comunidades cristianas" retirándoles el tratamiento de Iglesias y -por lo tanto-, retrocediendo a la eclesiología excluyente y arrogante anterior al Vaticano II.
Ya en su momento, el anterior Arzobispo de Canterbury -George Leonard Carey-, había reaccionado indignado ante la publicación de la Dóminus Iesus y señalaba su desconcierto ante lo que parecía un engaño al diálogo ecuménico de más de cuarenta años, y advertía que los anglicanos seguiríamos haciendo ecumenismo con quien estuviera dispuesto, ante la cerrazón de Roma.
En el documento –que adjuntamos abajo-, se menciona cuidadosamente “el reconocimiento de la sustancial identidad en fe, doctrina y espiritualidad entre la Iglesia Católica y la tradición Anglicana”; esto parece suponer que la tradición anglicana se viera reducida a asuntos de ciertas corrientes espirituales, litúrgicas y teológicas, pero ignora que una parte esencial de la tradición anglicana sean: el humanismo, la colegialidad democrática, el discernimiento de la experiencia y la razón, no sólo por parte de un magisterio episcopal, sino también –y sobre todo-, por parte de los laicos, que es lo que los anglicanos que emigran a Roma dejan atrás, y a lo que el Papa y la Curia le han faltado –eso sí: muy tradicionalmente, al respeto.
Que la Curia Vaticana promulgue aquella Constitución Apostólica, se entiende perfecto, pero que firme el comunicado “ecuménico”, el Arzobispo de Canterbury, no deja de dejarlo a uno desconcertado. Si había que actuar sólo por la Iglesia de Inglaterra, quizá John Sentamu, Arzobispo de York y segundo de abordo, podría haber acudido a firmar (...y ni así).
Vamos a ver qué les aguarda a los ex-anglicanos cuando sientan el estilo disciplinario de la Curia Vaticana. Estos ex-anglicanos están acostumbrados (bien o mal que esto sea), a que en las iglesias de la Comunión Anglicana se da un nivel de
autonomía congregacional muy elevado, que es lo que les ha permitido actuar corporativamente al pedir su ingreso en la Iglesia Católica Romana, sin tener una persecución desde la Iglesia que dejan... ¡Ojo!
Cualquier cosa que digan en sus púlpitos estará sometida a la
vigilancia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sus obispos tendrán que cubrir la
visita ad-limina de cada cinco años... que no es tanto al Papa, sino a los cardenales prefectos de los dicasterios a donde los manden llamar: Doctrina de la Fe, Congregación para los Obispos, Culto Divino... Hay un refrán francés muy antiguo que dice:
Le Pape passe, la Curie romaine reste = “El Papa se va, pero la Curia romana se queda”.
Difícilmente dejarán de querer ser libres los nuevos “católicos de rito anglicano”, a fin de cuentas son anglicanos, y llevan dentro de sí del
germen de libertad anglicana; aunque quizá no lo comprendan como otros de sus hermanos a quienes hoy dejan. Faltará ver cómo les va con sus nuevos colegas, y si se crea algún descontento dentro de la propia Iglesia Católica Romana con que –por ejemplo-, un párroco célibe de rito latino tenga, a la esquina de su parroquia, una capilla “de rito anglicano” donde su ahora colega y compañero salga todos los días a pasear del brazo de su esposa.
Ya de por sí el que la Curia y el Papa acepten a clérigos casados del ala más conservadora del Anglicanismo, no sólo es imponer condiciones al diálogo ecuménico con la Comunión Anglicana, sino que además parece un desdén y una falta de respeto a sus propios clérigos de rito latino a quienes ha forzado a dimitir, a esconderse o a migrar a otras iglesias, por el mero y natural reclamo de querer una pareja que les ame. Cosa tan hipócrita como el rechazo –allá y acá-, a los clérigos que se manifiestan honesta y abiertamente homosexuales, estando las clerecías (como sin duda están) tan llenas de los que por libre (y respetable) decisión propia, o por hipocresía, o por presión jerárquica, se mantienen callados al respecto.
Las respuestas de anglicanos como la
TAC (
The Traditional Anglican Communion), no se han hecho esperar y su primado
John Hepworth ya reaccionó agradeciendo “la bondad del Santo Padre”: pues a ver qué opinan sus diócesis y parroquias... eso es de pronóstico reservado. De prosperar esta situación, quizá llegue a ofrecer una buena opción para muchos ex-anglicanos (el ser católico romano), como alternativa al desastre de que se cree una dispersión de pequeñas “comuniones anglicanas” por todas partes, así como proliferan autonombrados “vétero-católicos” o “católicos tradicionalistas”.
Para que nuestros lectores y amigos sepan a qué nos referimos, aquí -en la entrada inmediatamente inferior de este blog-, está el documento como lo he traducido del servicio noticioso de la Comunión Anglicana...
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